• 26/06/2009 02:00

Aniversario del colegio Abel Bravo

Han transcurrido más de seis décadas desde que vio la luz la obra más insigne de la educación colonense: el colegio Abel Bravo. Ha sido ...

Han transcurrido más de seis décadas desde que vio la luz la obra más insigne de la educación colonense: el colegio Abel Bravo. Ha sido en el tiempo un símbolo importante que caracteriza la mismidad de Colón. Cierta es la aseveración: “Colón es Abel Bravo y Abel Bravo es Colón”. Ha sido un referente educativo extraordinario y un eficaz dador de un recurso humano profesional, que ha servido no solo a la patria chica, sino al país.

Un solo ejemplo muestra su trascendencia. Los dos últimos presidentes de la Corte Suprema de Justicia egresaron de este plantel. Y qué decir de la legión de hombres y mujeres que, partícipes de distintos campos del saber y del conocimiento, recibieron en su momento las enseñanzas probadas y sabias de sus maestros, y que en correspondencia han servido con gallardía y responsabilidad a la sociedad nacional.

A propósito de sus 50 años de fundación, en el Libro de Oro de Paulino Romero, dedicado especialmente a ese evento, se publica un artículo del prof. Rufo Antoliano Garay (q.e.p.d.), el cual señalaba en parte lo siguiente: “Habiéndose sentido en Colón, con carácter de urgencia, la necesidad de crear un colegio de segunda enseñanza, que ampliara el estrecho horizonte de los alumnos egresados de los sextos grados de la Provincia Escolar, el presidente de la República, Ricardo Adolfo de la Guardia, atendiendo el clamor general de los colonenses, creó el Colegio por Decreto expedido en 1942”.

Al nuevo colegio, que inició labores el 26 de junio del mismo año, con ocho profesores y 135 alumnos en el local del antiguo edificio de la escuela primaria Porfirio Meléndez, entre las avenidas Meléndez y Central de la calle 4ª, queriendo exaltar y perpetuar la memoria de una figura prócer de la educación nacional, se le llamó “Abel Bravo”.

Una dulce esperanza constituyó el nacimiento humilde del colegio, sus primeros pasos, tanteo hacia la afirmación de la obra que hoy enorgullece legítimamente a los abelistas, porque un colegio no se improvisa y el nuestro hubo, por tanto, de ir desarrollándose en la medida que los recursos y las circunstancias lo permitieron.

Siendo así las cosas, en gran parte de su existencia ha jugado un papel protagónico, desde la educación, pero también en las luchas sociales. Hizo sentir su voz en los momentos trascendentes, sobre todo en las jornadas nacionalistas. Su membresía docente fue timbre de orgullo, sus administradores guardaron con celos sus entrañas, y el estudiante entusiasta y siempre comprometido fue vanguardia de la formación académica, cultural, deportiva y también del debate de las ideas y de la acción por alcanzar una sociedad mejor. Pero esa gloria que cubrió a este prestigioso colegio parece marchitarse y las antorchas que de la patria se prometía ser, parecen extinguirse.

En efecto, la actualidad expresa, duras situaciones que militan en su contra, con la clara pretensión de quebrantarlo. Si ello llega a suceder, Colón y los colonenses habremos extraviado una parte esencial de nuestro ser. Porque cada pedazo que de su estructura se desploma, cada atentado en su contra y cada despropósito en lo académico, es un golpe artero que se le asesta a la patria chica. Su precaria situación, producto de un sistema educativo anacrónico que no gestiona adecuadamente, obliga a que Colón en su conjunto impulse una cruzada para salvar la obra imperecedera de la cultura colonense: el colegio Abel Bravo. Habrá que apurar los pasos, porque la historia colonense, no podrá estructurarse en puridad, en ausencia, —si fuese el caso— de su máximo valor educativo.

-El autor es docente universitario.jorge0913@pa.inter.net

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