• 21/01/2010 01:00

Chile: Cambio y continuidad

El triunfo de Sebastián Piñera en Chile, que marcó el fin de un ciclo político, significó un nuevo paso en la consolidación democrática ...

El triunfo de Sebastián Piñera en Chile, que marcó el fin de un ciclo político, significó un nuevo paso en la consolidación democrática del país sudamericano. También produjo un hecho clásico en el que una Concertación de partidos disímiles cae víctima de sus propios éxitos y ahora se ve envuelta en una crisis de renovación. El 81% de aceptación con el que la presidenta Michelle Bachelet termina su mandato no se transfirió al candidato oficialista Eduardo Frei, demostrando que esa popularidad tenía más componentes personales que políticos. La pugna entre los democristianos y socialistas dentro de la Concertación, hizo perder el rumbo y abrió grietas inzanjables en su seno. Las elecciones resultaron más en una derrota de la Concertación que en una victoria de Piñera.

La exitosa generación que condujo los hilos de Chile por dos décadas no supo leer las nuevas demandas de la sociedad que ella misma moldeó. Los cambios en las condiciones materiales de los chilenos condicionaron su comportamiento electoral. Ahora existe una porción de votantes más autónomos, menos ideológicos. Un gran sector de la clase media que votó por Piñera formaba parte del 40% pobre que había en 1990, cuando terminó la dictadura de Augusto Pinochet. Actualmente la pobreza se ha reducido a un 13,7%. Muchos de los jóvenes que festejaron pertenecen a la primera generación de universitarios en familias que también ahora cuentan con vivienda propia. Pero no le reconocieron esos logros a la Concertación, sino a su esfuerzo y ambición personal.

Piñera agradeció a la Concertación por los logros de los últimos 20 años. Eso significó la recuperación de la democracia, prosperidad económica y desarrollo social, mediante políticas de acuerdo y consenso que permitieron superar los obstáculos dejados por los militares. Prometió darle continuidad al exitoso modelo de mercado con políticas sociales. Ese mismo modelo fue el que le permitió amasar su inmensa fortuna de origen opaco, calculada por la revista Forbes en $1200 millones, como beneficiario de la privatización de empresa públicas. Hijo de la dictadura de Pinochet —responsable de más de 3000 asesinatos políticos, 28,000 torturados y decenas de miles de exiliados—, Piñera fue postulado por los partidos que dieron sostén al régimen militar que ahora deberán demostrar que tomaron distancia del pasado autoritario. Para enfrentar las críticas de que su participación en los negocios y la política lesionan el interés público, delegó en cuatro administradoras de fondos de inversiones las acciones de sus empresas y prometió vender las que todavía tiene bajo su control.

Piñera gobernará con una Cámara de Diputados fragmentada y con un Senado en manos de la actual Concertación. De allí sus llamados a enfrentar unidos los grandes desafíos nacionales como son empleo, seguridad, salud y educación. Con un mensaje de reconocimiento mutuo y respeto recíproco, prometió tender puentes de encuentros y acabar con el sectarismo y las cuotas políticas con la formación de un gabinete que integrará a independientes y miembros de la Concertación.

Su triunfo tendrá un efecto en la correlación de fuerzas continentales y se sumará a los gobiernos de derecha de Costa Rica, Colombia, Honduras, México, Panamá y Perú. Piñera ha generado grandes expectativas, pero la laxitud verbal de sus promesas y la posibilidad de cumplirlas pondrá en tensión su proyecto de cambio en un contexto de continuidad.

*Periodista. d_olaciregui@hotmail.com

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