• 02/11/2010 01:00

Por sus frutos los conoceréis

La historia está llena de falsos profetas que han llevado a muchos a la ruina espiritual. En la Biblia, por ejemplo, se hace referencia ...

La historia está llena de falsos profetas que han llevado a muchos a la ruina espiritual. En la Biblia, por ejemplo, se hace referencia a los malos pastores que engañaron y desorientaron al pueblo de Israel, descarriándolo con mentiras y jactancias. En la actualidad, también existen estos llamados falsos doctores y se les encuentra sembrando malas semillas, causando desconcierto, creando peligro, y ocupando altos cargos públicos y de prestigio.

Pues, hay que tenerles cuidado, porque se acercan con piel de oveja y por dentro son lobos rapaces. Además, causan mucho daño en las mentes y las conciencias de las personas, y los que se acercan a ellos en busca de luz encuentran oscuridad, y los que buscan fortaleza hallan incertidumbre y debilidad. No en vano desde los tiempos antiguos nos dicen que tanto los verdaderos como los falsos enviados se conocerán por sus frutos: ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?

Por eso hay que estar vigilantes de las doctrinas engañosas de estos profetas falsarios, pues no siempre será fácil distinguirlos. Mi sugerencia es que cada persona fortalezca su conciencia, practique una vida ejemplar, quiera la verdad sobre todas las cosas, comprenda y atienda al prójimo, y sea gente de bien. Una vida así, de abundancia espiritual, siempre trasciende en beneficio de los demás.

Si por alguna razón, este estilo de vida se descuida y las personas se descarrilan, sus corazones se reducen a nada y sus frutos se tornan amargos e indignos de ser compartidos. No es suficiente entonces dar consejos ni profesar doctrinas vacías, cuando en el fondo el mensaje anda a ras de tierra y carece de fundamento. Cuando las personas no practican los principios de honestidad, convivencia y esperanza, y carecen de fe, por ejemplo, su piedad personal desaparece y no producen las obras buenas que se esperan de cada una de ellas.

Así como el hombre que excluye de su vida a Dios se convierte en árbol enfermo con malos frutos, la sociedad que pretende desalojar a Dios de sus costumbres y de sus leyes produce males y gravísimos daños para los ciudadanos que la integran. Sin una vida interior rica en valores es imposible que sean buenas las costumbres de un Estado. Surge al mismo tiempo un fenómeno parecido al paganismo que quiere suplantar la moral basada en principios trascendentales, por ideales y normas de conductas meramente humanos, que acaban siendo infrahumanos y descabellados. A la vez, tratan de relegar a Dios al interior de las conciencias y se ataca, con agresividad y rabia, a la Iglesia, al Papa y a quien sea que huela a bueno. Y es en este contexto que florece una corriente de aprovechadores, cuya manifestación negativa siempre la disimulan en torno a una doctrina de supuesta salvación o liberación.

No es raro entonces que en estos tiempos muchos políticos descarados, doctores resentidos o dirigentes frustrados queden dando discursos o escribiendo mensajes, y logren sustraer al hombre, a la familia y al propio Estado del influjo regenerador de un Poder Superior. No es de extrañar entonces que aparezcan señales cada vez más evidentes de la corruptora falsedad del viejo fanatismo. Esas señales son contundentes también en muchas familias de gran tradición y raigambre religioso, que reflejan un apego a lo insano a través del aumento alarmante de divorcios, abortos, agresividad, desprecio de la moralidad pública, corrupción, consumismo, etc. Y ni hablar de aquellos que al salir del armario, exigen aceptación e igualdad, cuando en la realidad lo que buscan, Natura no se los puede dar.

Al entrar en este círculo vicioso incontenible, el hombre y la sociedad se deshumanizan y se degradan hasta lo más hondo de la inmoralidad, apartándose del amor y de todas las leyes que sirven para la conservación de la naturaleza humana. Antes frutos tan amargos, nuestra responsabilidad es responder a la llamada de un Dios y convertirnos en sal y luz allí donde estamos, por pequeño que pueda ser o parecer el ámbito donde se desenvuelven nuestras vidas. Esa es la única forma en que vamos a encontrar nuestra propia dignidad y alcanzar el fin para el que fuimos creados.

*EMPRESARIO.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus