• 06/05/2014 02:00

Análisis psicosocial de la obra de teatro: El volcán

El sábado 3 de mayo tuve la grata oportunidad de asistir a la presentación de la obra de teatro El Volcán

El sábado 3 de mayo tuve la grata oportunidad de asistir a la presentación de la obra de teatro El Volcán, cuyo autor es el psicólogo, dramaturgo, productor y actor magíster Alfredo Arango, catedrático de la Facultad de Psicología. Esta obra estaba dirigida por la profesora Myrna Castro, magíster en Teatro, docente de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Panamá.

Sus ocho personajes representan las voces de jóvenes panameños de las diferentes etnias. Encontramos en la obra al pandillero que pide que le den cariño y amor, porque su única familia es la pandilla; la chica afroantillana que le dice a sus padres y a la gente que no la vean bajo la etiqueta del color de su piel, sino como una persona que piensa, siente y tiene derecho a elegir a su novio, independientemente de su color; la joven con rasgos asiáticos que protesta por tener padres que trabajan 14 horas al día y porque la llaman ‘china’; la chica desconectada de la realidad por estar metida en su teléfono celular y mundo cibernético; el indígena abandonado por sus padres y criado por su abuela; otros jóvenes que tienen como familia a una tía, una madrastra que los trata mal y un padre que casi nunca ven, porque tiene una querida y llega borracho a casa. También aparece, en el medio de la oscuridad, un mudo, probablemente representando a los discapacitados, el cual, a pesar de su discapacidad, entrega a cada uno de los jóvenes, en forma escrita, un mensaje que resalta su valor.

Se encuentran todos estos jóvenes por circunstancias inesperadas: perdieron el bus que los regresaba a la ciudad, y quedan a pasar la noche en un refugio en la montaña, que originalmente era un volcán.

¿Qué ocurre? Inician conversaciones entre ellos, las cuales constituyen un excelente ejemplo para aquellos jóvenes tímidos que tienen miedo de iniciar una comunicación con sus pares; el hablar sin la presencia de papá y mamá, y sobre todo la excusa de poder dormir fuera de casa propicia espontaneidad entre los jóvenes: cada uno se abre a contarles a los otros sus preocupaciones, temores, metas y secretos, y recibe de los otros consejos, opiniones y testimonios. Se forma como una sesión de terapia de grupo. Emergen temas tabúes de la sexualidad, tales como la virginidad, primera relación sexual, ambivalencia sexual y lesbianismo.

El mensaje que me deja El Volcán, como profesional de la Psicología, es que tenemos que crear más oportunidades de encuentros juveniles sanos (sin consumo de sustancia como ocurrió en el Volcán), con guías responsables, para que los jóvenes puedan manifestar espontáneamente sus metas y sus problemas y, entre ellos mismos, apoyarse en búsqueda de su misión y autorrealización.

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