El creador de contenidos y escritor conversa con este medio sobre la lengua y la incorporación de nuevas palabras al español. Habla un poco de su vida,...
- 17/06/2014 02:00
Lástima que no escucharon
El 3 de febrero pasado publicó este diario mi artículo ‘Si yo fuera Martinelli’. Allí recordaba que había ganado con más del 60 por ciento de votos. En ese momento el presidente electo contaba con tantos recursos económicos personales, que representaba una alternativa a los deshonestos y corruptos que lo habían precedido y que él atacó y denunció repetidamente.
Era la mejor opción, sobre todo tras unirse a una persona ecuánime y equilibrada como Juan Carlos Varela. Nadie duda que para remontar tal diferencia no tuvo que apoyarse en apoyo oficial o compra votos o incurrir en las deleznables prácticas del pasado, que tanto él criticó y que todos aspirábamos fueran erradicadas para siempre.
Hace un mes terminó una campaña donde se han hecho múltiples impugnaciones a diputados, así como a alcaldes. Hasta la Misión de Observación Electoral de la OEA, particularmente débil en sus cuestionamientos, en el caso del 4 de mayo, señaló con pelos y señales, el abuso que se dio en el uso desmedido de recursos del Estado a favor de los oficialistas.
En aquella ocasión preguntaba: Si era cierto que habían hecho tantas obras y que la gente estaba satisfecha, ¿por qué no hacer una campaña limpia y sin favoritismos, para que, como ganó en 2009, triunfara el candidato de su partido? ¿Por qué si los opositores eran tan malos y desarticulados como decían, no dejar que fuera el pueblo quien decidiera y no tener que repetirlo todos los días? ¿Por qué tanta descalificación e insultos a los contrarios?
Las campañas sucias, como señalé aquella vez, fueron dañinas para quienes las impulsaron: el salpique fue general y a sus creadores les tocó la mayor parte. Convirtieron en víctimas a quienes fueron dirigidas, produciendo efecto bumerán contra sus autores. Lo vimos con la absurda campaña emprendida contra Juan Carlos Varela en las últimas semanas.
Terminé diciendo que ‘Si Martinelli triunfó tan limpiamente en el 2009, sus seguidores deberían ser los primeros en estimular que quien lo suceda, aún de su mismo partido, ganara de igual forma. Sin forzar a nadie, sin andar regalando objetos, sin usar recursos del Estado en lo que no se debía, sin torcer el brazo a nadie. Promoviendo la investigación de los delitos electorales que se cometieran. La democracia exige igualdad e imparcialidad’.
No fue así y todos vimos el fatal resultado para el partido oficialista que, además del caos que ha significado perder, a partir del 1 de julio entrará en desbandada, porque a su líder se le aplicará aquello de que ‘policía sin uniforme no puede poner boleta’.
Terminé aconsejando al presidente que apoyara un proceso electoral libre de toda sospecha de favoritismos, exigiéndole lo mismo a sus seguidores, para quedar en la historia como el demócrata que muchos le cuestionaban que era. ¿Quedó como un demócrata o como un pichón de dictador?, es la pregunta que cada uno debe contestar.
ABOGADO