Agatha, temperamento diverso y moda

La visita de la creadora de modas española Agatha Ruiz de la Prada a Panamá demuestra la importancia que adquiere el país para constituirse en escenario de desfiles de afamados diseñadores; sobre todo como en su caso, que incursiona en múltiples ámbitos del arte. Su trabajo se ocupa de prendas de vestir, pero explora en un sinfín de manifestaciones y hasta productos tan cotidianos, ropa interior, perfumes o cajas para servilletas.

Ella estuvo varios días en la capital panameña y presentó una exposición de cincuenta y cinco vestidos en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), un desfile de vestimentas infantiles y participó en varios encuentros, diálogos y talleres de diferentes naturalezas con el patrocinio de la Embajada de España.

El público pudo conocer el alcance de su concepto de la costura de trajes, que parecen esculturas en algunos casos y que le dan un acento muy particular a sus figuras, texturas y sentido del uso.

Según su opinión, las formas que se encuentran en la vida cotidiana y la naturaleza pueden ser llevadas a la tela, cartón, superficie o soporte para un eventual empleo en la sociedad. De allí, sus coloridos enfoques y aquella inundación de rojos, naranjas, celestes y azules, además de versiones ilimitadas de matices pasteles que ponen su huella particular; por eso, sus corazones, flores, mariposas adquieren dimensiones sorprendentes y sin límites.

Ruiz de la Prada estableció una empresa desde 1986, que le ha dado una presencia en muchas capitales, gracias a más de 100 licencias de un sinfín de materiales, complementos de moda, revestimientos cerámicos, artículos para el hogar, libros, accesorios para mascotas, papelería y toda una variedad que se distribuye a sus tiendas exclusivas diseminadas en 150 países.

Se percibe en su obra una influencia surrealista. Hay el cromatismo de Joan Miró y la irreverencia en la representación de Dalí; pero también el espíritu juguetón de Braque. ‘Vengo de una familia donde mi padre fue arquitecto buenísimo, coleccionista de arte contemporáneo y he tenido la suerte de estar en un entorno privilegiado’, confesó durante su exposición, a la que fue ataviada con un vestido largo con un gran corazón rosado en el frente.

La colección presentada se enfoca en diseños no convencionales donde lo característico son ornamentos en las piezas colgadas en maniquís y en muchas de ellas, sus terminaciones semejan elementos cotidianos, paraguas, campanas, plantas y hasta dinosaurios, por ejemplo. Algunos tienen accesorios, bolas de Navidad, anillos, hoyos, flores, retazos de telas en forma de cocadas, espirales y se encuentra uno dedicado al Michelin de las llantas.

La visión de Ruiz de la Prada le ha llevado a concretar objetos tan disímiles, que ella no creyó en un principio conciliar; fundamentalmente, en la relación del arte con el consumo. ‘Tengo el privilegio de haber vestido a miles de personas’, apunta al reconocer que pocos diseñadores han incursionado en tal variedad de materiales que no son creados rústicamente, sino en función de una visión plástica que impulsa la composición en todos sus aspectos.

El desfile de ropaje infantil que se realizara en el MAC, demuestra que su talento supone también una reflexión en un mundo lleno de inocencia, que se manifiesta por tonos adecuados a ese estrato social, donde debe jugar además, la imaginación que reúne el espíritu lúdico y el medio.

Aunque tiene un estilo propio, se considera admiradora de Balenciaga y Saint Laurent. Su arte está diseminado a través de varios continentes, que hacen a su nombre, una marca indispensable; si se piensa en un esfuerzo por darle vistosidad a telas, cartones, papel y cuanto soporte que acepte sus ingeniosos y traviesos arabescos. Ellos cambian así del previo estado original sencillo, plano, hacia una manifestación que evoca complejidad.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.