• 03/12/2014 01:00

Importancia de cerrar la brecha de género

El pasado mes de octubre, el Foro Económico Mundial (WEF) publicó el Índice Global de Brecha de Género 2014.

El pasado mes de octubre, el Foro Económico Mundial (WEF) publicó el Índice Global de Brecha de Género 2014, que colocó a Panamá en la posición 46 de 142 países participantes. Este índice coloca al país con menor desigualdad de género en la primera posición y viceversa. Panamá hubiera obtenido una clasificación mucho peor, pero obtuvo un puntaje alto en la categoría de ‘Salud y Supervivencia’, la cual elevó la puntuación promedio.

Meditar acerca del significado que tiene este índice es importante, porque las mujeres componen alrededor del 50 % del potencial que tiene cualquier economía. Son una parte esencial del desarrollo de cualquier nación y, en mucho casos, las principales partícipes en la crianza de los futuros ciudadanos. El hecho de que se les esté educando menos, limitando económicamente y restringiendo profesionalmente, como asegura el reporte del WEF, es algo que debería alarmarnos a todos.

El INEC reportó en el 2013 que ya el 31.6 % de los menores de edad en el territorio nacional vive solo con su madre. Comparativamente, solo el 2.9 % vive únicamente con su padre. Empeorando las cosas, es racional esperar que el porcentaje de niños que viven solo con su madre se haga mayor, dado que las tasas de divorcio por cada 10 000 parejas se ha elevado constantemente; habiendo sido 80.6 en el 2002 y la última cifra reporta 116.9 en el 2012.

Para tener un indicio de lo muy cerca a la realidad que está el reporte del WEF, basta observar la situación legal de un gremio que en Panamá está compuesto casi en su totalidad por mujeres: el servicio doméstico. El Artículo 7 del Decreto Ejecutivo del 30 de diciembre de 2013 fija el salario mínimo mensual del servicio doméstico en el distrito de Panamá en $225. Esta ley permite, bajo la excusa de que se espera que a la trabajadora le proporcionen habitación y comida, que se establezca un contrato de trabajo en donde el empleado acepta alejarse de todos sus seres queridos durante los días laborables para ir a residir en donde su empleador, y así poder pasar cualquier cantidad de horas entre las 6:00 a.m. y 9:00 p.m. limpiando la residencia, lavando la ropa, cocinando las tres comidas del día y asistiendo en los quehaceres diarios. Por esta labor, el empleador está legalmente autorizado a entregarle solo $225.00 al final del mes. Por más que esta situación no sea el caso promedio, el hecho de que la ley permita que tan poco como un solo caso así ocurra, me resulta terrorífico. ¿Por qué?

Porque, si, bien, el escenario de arriba podrá sonar bien, si se tiene en mente a una persona de 18 años sin ningún compromiso, pero ¿qué ocurre con aquellas señoras que toman este tipo de trabajo con el fin de proveer para sus hijos? ¿Es en ese caso dormir lejos de sus hijos, en la casa del empleador para poder hacer un mejor trabajo, un beneficio o un causal para que se le pague una prima extra?

Comparativamente, una persona que trabaja en alguna franquicia haciendo emparedados ocho horas al día, cinco días a la semana, y luego se va a su casa tiene derecho a un salario mínimo de unos $425.00 (según el Artículo 2 del mismo decreto previamente mencionado).

La realidad es que, con 410 000 jóvenes viviendo solo con sus madres, es más importante que nunca cerrar la brecha de género lo más que podamos. Cada año que transcurre, más y más mujeres tienen la tarea de ser ambas: madres solteras y profesionales, convirtiéndose en la esencia del futuro del país. No dar igualdad de oportunidades, es ciegamente ignorar este hecho.

Exhorto al leyente, especialmente a aquellos en posiciones de contratar personal, a dar igualdad de oportunidades, sin tener que esperar a que deba legislarse para ello. No consideren que a una mujer se le debe pagar menos, porque ‘su esposo ayuda a mantenerla’. No rechacen a una buena trabajadora, porque ‘puede quedar embarazada en cualquier momento’. Valore su rol en la sociedad y reconozca que sin ellas no estaríamos aquí.

Termino este artículo con una frase atribuida al dramaturgo griego Menandro de Atenas: ‘El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, sino el que pudiendo ser injusto elige no serlo’.

ECONOMISTA

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