• 19/03/2016 01:00

Retos de la administración universitaria entrante

Al acercarse la hora del cambio, se hace inevitable pensar en lo que es preciso cambiar, los medios de los que se dispone para hacerlo

Al acercarse la hora del cambio, se hace inevitable pensar en lo que es preciso cambiar, los medios de los que se dispone para hacerlo; y lo más importante, por qué es definitivamente necesario estar preparados para bregar con el estrés inherente a dicho proceso. Por muchos años he escuchado la clásica pregunta acerca de cuál es la universidad que queremos y necesitamos y, entre un café y otro, lo que percibo como respuesta es que se necesita que nos sentemos a pensar sobre este crítico tema.

Los fundadores de nuestra Universidad tenían muy clara la visión y la misión que esta debería cumplir en la comunidad nacional. Esa visión y misión emergían de las corrientes del pensamiento europeo y norteamericano, y de la textura de sus universidades, muy en boga en aquellos días. Así fue notorio que, al abrir sus puertas, en los recintos del Instituto Nacional, se invitó a destacados profesores, de universidades europeas y de algunas de América Latina, que ya mostraban una gran madurez. Los ejes fundacionales se centraron en las ciencias naturales, entendidas estas como la filosofía, el derecho, las humanidades y las económicas. Ese fondo miraba hacia un profesional docto y de alguna manera, ese énfasis respondía a las influencias del predominio de una visión del hombre, circunscrita a la elevación de la cultura, el cultivo de la investigación ‘ad intra' y al mantenimiento del orden social y político, de una sociedad cerrada y refractaria a los cambios, pese a que en la perspectiva filosófica del Dr. Méndez Pereira, la universidad debía servir a los intereses nacionales y a la noción más pura de la libertad del pensamiento.

De alguna manera, los revolucionarios que erigieron la bandera de la soberanía nacional emergieron de ese referente filosófico. Esa concepción de universidad respondió a las tareas históricas nacionales, que dieron como resultado la conquista de la soberanía nacional. Pero, por otro lado, el tipo de economía, con predominio del sector terciario, la llevó en su evolución a ofertar, a la comunidad panameña, una adenda importante al currículo en el área de las profesiones, enfocadas a servir al mercado comercial. Esto provocó que el papel más destacado de la Universidad de Panamá no haya sido la investigación científica, sino la producción de profesionales y técnicos, con una fuerte dosis de transferencia de conocimientos y tecnologías.

Hoy, las condiciones son muy diferentes, en cuanto a contexto, forma y contenido. El reto de transitar de ese modelo de universidad, cuna de revolucionarios sociales y nacionalistas, a una que se engarce en la inevitable revolución del conocimiento, la investigación científica básica y aplicada y en el aprovechamiento de los avances en la tecnología. Esto constituye, un elemento clave del meollo en el diálogo sobre la universidad que debemos pensar y reconstruir. Pareciera que el ‘quid' de este imperativo radica en la consideración del modelo de la triple hélice de (Etzkowitz, H. y Leydesdorff, L., 1997) en el cual la relaciones, cada más confluyan a estrechar más los nexos entre Universidad-Estado-Industria, entendido este último pilar de la hélice, como los tres sectores de la economía.

No hacerlo sería permanecer anclados en la crítica de la sociedad, necesaria por cierto, pero sin capacidad de poder ofrecer, a la miríadas de ‘millennials', un polo de atracción académico-profesional, que les sumerja en la creatividad, en la producción científica y en la generación de soluciones a los problemas y necesidades emergentes que ha traído consigo la revolución del conocimiento y de la información. Los tiempos en que se consultaban los ficheros de la Biblioteca Simón Bolívar, a efectos de investigar documentos o un libro, de hacía dos décadas, ha pasado a mejor historia. Ese método correspondía a respetados profesores, de la generación de los ‘bilenials', que viniendo del siglo pasado, constituimos la mayoría de los docentes universitarios, sobrevivientes a la ola de la metodología centrada en las tecnologías de la información.

La nueva administración, a elegir en junio, tiene, entre otros, este impostergable reto, a fuer de alinear el currículum a la dinámica de la generación de los ‘millennials' y ‘decenials', que bien pueden prepararse, por sí mismos, y que, por cierto, cada día dan más muestras de autoaprendizaje. Un ejemplo muy puntual es el del joven veragüense que no ha necesitado maestros para desarrollarse en el campo de la robótica, y que aún cursa los primeros grados de la secundaria.

En este contexto, las aulas universitarias, como las conocemos hoy, podrían llegar a ser, como le ha sucedido a la Biblioteca Simón Bolívar, un palpable remanente de la arqueología académica; lo que ha obligado a su dedicado personal a enfrascarse en una maratón de aprendizaje para migrar hacia plataformas de información más amplias y actualizadas. Y como corolario, esta realidad nos enfrenta a otro reto, cual es el de la urgente necesidad de formar a la generación del relevo docente, capaz de hacer ‘coaching' del proceso de aprendizaje en el marco de un entorno virtual, de creciente riqueza y de constante innovación de conocimientos y tecnologías. Estaría de acuerdo en que a la misión de la Universidad de Panamá habría que agregarle, explícitamente, la del desarrollo económico y social.

*PSICÓLOGO INDUSTRIAL, DOCENTE UNIVERSITARIO Y ESCRITOR.

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