• 15/01/2018 01:03

Es un problema cultural

La sensibilidad y el conocimiento en las humanidades edificarán una mejor sociedad'

En la publicación ‘Competitividad al Día', del Centro Nacional de Competitividad, se resumen los resultados de Panamá en las mediciones del Índice Global de Competitividad 2017-2018 y se plantean los desafíos de la siguiente manera: ‘Panamá ha presentado importantes avances en materia de competitividad, mostrándose como un país emergente y con una economía dinámica; pero donde la percepción de un engranaje público corrupto y burocrático y la baja calidad en la educación, son dos de los temas que deben evaluarse con especial cuidado. En el primero, los indicadores como la independencia judicial y la confianza en los políticos siguen rezagados en la evaluación, lo que hace inminente el fortalecimiento de la institucionalidad. Mientras que, en el segundo, los indicadores relacionados a la educación sugieren que la educación no está formando a las personas que el sector productivo necesita, elemento que requiere atención inmediata, con la finalidad de obtener el capital humano que esté acorde con las exigencias del mercado laboral'.

Si no tomamos en cuenta el nivel cultural de la población —y de sus gobernantes— las mediciones no nos están dando un escenario real sobre las posibilidades a futuro. Después de las generaciones que se jugaron el pellejo por la recuperación de la soberanía nacional, completada parcialmente el 31 de diciembre de 1999, se abrieron las posibilidades de que nuestro país hiciera uso de una importante parte de su territorio, que por toda nuestra vida republicana estuvo vedada, a ser incluida dentro de los planes de desarrollo nacional. Las manifestaciones por la recuperación de la soberanía siempre estuvieron envueltos herméticamente en un embalaje de exaltación de la cultura nacional. Los poetas, los cantores, los artistas, los intelectuales, los políticos y toda la generación que luchó, enaltecieron nuestra cultura y la dignidad nacional como bandera de lucha.

Cuando vimos este mismo informe sobre los resultados de la medición de 2011-2012, el Dr. Nicolás Ardito Barletta, en ese entonces presidente del Centro Nacional de Competitividad, admitió que ‘existen falencias que deben ser corregidas, como la educación. De lo contrario, no se podrá seguir avanzando'.

A cinco años no hay muestras de que en el reglón educación se ha evolucionado. Es más, seguimos retrocediendo dramáticamente. Los resultados que se han reportado, a este inicios de 2018, son desalentadores en materia educativa. Más de 40 mil reprobados debe sentarnos seriamente a evaluar lo que está pasando.

El Dr. Barletta también dijo en ese momento que: ‘… el hecho de que un país logre elevar el índice de competitividad representa la llegada de nuevas inversiones y mayores oportunidades para las micro, pequeñas y medianas empresas'. Las cosas no ocurren en el vacío. La dinámica de la vida sugiere que hay varios factores que se deben tomar en cuenta para llegar a conclusiones valederas.

Aún creo que hay amenazas sociales y culturales: La violencia ligada al narcotráfico, las pandillas organizadas y la visible descomposición social en sectores de la población (femicidio/violencia doméstica), de no atenderse con prontitud y seriedad, darán al traste con este impulso y afectará a largo plazo nuestra estabilidad competitiva. Resolver estas amenazas directas, debe ser parte fundamental en el proceso productivo que sostiene la competitividad alcanzada.

El crecimiento cultural va en dirección contraria –crecimiento negativo–, como se dice en el argot económico y ha quedado en evidencia el bajo nivel cultural de las clases que ejercen el poder político y económico en nuestro país, muy evidente en los últimos años. Enriquecerse es lo que cuenta, a cómo dé lugar y eso es muestra de un nivel cultural cuestionable.

Todavía como Nación nos queda mucho trabajo por hacer para mejorar los procesos de educación, perfeccionar los sistemas de salud y de prevención de enfermedades, erradicar la corrupción, desarrollar infraestructura, oponernos a que los gastos del Estado sean superfluos. Respetar y salvaguardar el ambiente, preservar la herencia cultural y motivar e incentivar las expresiones culturales. Todo esto, enmarcado en un uso más social y consciente de los medios masivos de comunicación, permitirá a largo plazo que nuestra sociedad mantenga su independencia y su competitividad. No me cansaré de repetirlo: el problema es cultural.

A la hora de hacer mediciones, no podemos dejar a un lado la educación en la literatura, las artes o las ciencias sociales. La sensibilidad y el conocimiento en las humanidades edificarán una mejor sociedad.

COMUNICADOR SOCIAL.

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