• 24/11/2018 01:00

Separatistas de 1903 y varelismo: una estirpe de infamia

‘[...] pareciera que estamos frente a una estirpe de hacedores de ignominias, [...] contra [...] las clases menos pudientes del país [...]'

Si seguimos atentamente los aportes a la historia que han hecho pensadores críticos de la talla de Oscar Terán, Belisario Porras, Francisco Changmarín, la pareja Araúz-Pizzurno, Alfredo Figueroa Navarro u Olmedo Beluche, cabría la conveniencia de que este mes, tradicionalmente considerado el de la Patria, debería ser propicio para recordar el papel de patriotas como Victoriano Lorenzo, Buenaventura Correoso, Belisario Porras y Carlos A. Mendoza, pero también, la traición al país perpetrada por los llamados ‘próceres', quienes hicieron entrega al coloso del norte de nuestro principal recurso económico por un puñado de dólares y vendiendo la idea de una nación compacta, unida en deseos separatistas que nunca existió.

Tal como afirma el Dr. Beluche (2003) a propósito de la conmemoración del centenario de la separación de 1903, ‘Aunque hubiera un legítimo ‘anhelo separatista' o ‘independentista' en los panameños respecto a Colombia, cosa que nosotros cuestionamos (...), es evidente que no se consagraba con la intervención de 1903'.

En este sentido, el colega Beluche plantea preguntas que invitan al razonamiento crítico, particularmente: ¿Cuál era la posición moral y política que debía adoptar un auténtico patriota panameño el 3 de Noviembre de 1903? ¿Del lado de las tropas invasoras norteamericanas y de la oligarquía panameña a su servicio, o en contra de esta intervención, del lado de quienes defendían la unidad del Estado colombiano y querían un canal en condiciones justas? (…). La respuesta a estas preguntas define si el acontecimiento fue progresivo o no, desde la perspectiva de Panamá. Creemos que no hay duda: en 1903 no se produce ninguna independencia, por el contrario, es el comienzo de una intervención colonial contra la que el pueblo panameño ha luchado por cien años (y que continúa, si vemos las consecuencias del Tratado Salas – Becker y el Plan Colombia).

En efecto, tal pareciera que estamos frente a una estirpe de hacedores de ignominias, no contra una nación monolítica, sino contra una parte de ella, la de las clases menos pudientes del país; las que han cargado, ayer y hoy, con las infamias perpetradas de manera reiterada a lo largo de la historia ‘republicana'.

Hoy, los herederos de esa tradición oligárquica reiteran las entregas de nuestros activos y recursos por puñados de dólares, a los poseedores de grandes capitales transnacionales, a través de mineras metálicas en la costa abajo de Colón o Bananeras en Puerto Armuelles.

En este último caso, parecido al entreguismo a las mineras, parecido a la entrega de la zona de tránsito en 1903, en el caso de Puerto Armuelles familias de clases trabajadoras agrarias, se baten —sin defensa alguna del Estado que debería protegerlos— contra actos infames de los que ejecutan los mejores intereses de la empresa Banapiña.

En efecto, desde el pasado miércoles 21, al mejor estilo de los Gobiernos represivos de Honduras, Brasil o Colombia, o de lo que hacía más de cinco décadas no se practicaba en Panamá, destacamentos de policías con macheteros civiles han procedido a arrasar con sembradíos trabajados por los más de 400 pequeños productores por más de 15 años, devastar sus viviendas, ante la mirada impotente de niños y mujeres.

Esta acción, de acuerdo al especialista internacional de derecho agrario, el magíster Santander Tristán, es jurídicamente improcedente, de suyo inconstitucional, en virtud que el artículo 3 del Código Agrario les reconoce el derecho de posesión de esas tierras trabajadas por ese período, desde que la United Fruit co., las abandonó y el Estado jamás lo objetó, no hizo acto de presencia alguna en esas parcelas. Estos hechos ignominiosos, hablan de que se trata de un grupo que ejerce el poder del Estado al servicio de los grandes poderes transnacionales, más no de los intereses de esta parte de la nación panameña, la del Panamá pobre rural.

Este grupo en el poder, al entregar tierras de patriotas de Puerto Armuelles, muestra ser de la misma estirpe infame de aquellos que vendieron una parte del otrora departamento colombiano al imperio de EUA, cercenando los verdaderos anhelos de independencia de prohombres como Victoriano Lorenzo, Buenaventura Correoso y otros olvidados por la historia oficial.

Ojalá los llamados defensores del pueblo, incluida la Iglesia católica, miren hacia esa parte de la patria en este su mes. De lo contrario, hay muy poco que festejar en estas semanas que decurren.

SOCIÓLOGO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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