• 13/12/2023 07:45

1832: ¿Nacionalismos foráneos versus nacionalismos locales?

El primer caso que alcanza ribetes de polémica periodística en la región inca aconteció en 1832

Se han silenciado los fragores de la batalla de Ayacucho (1824) y las nacientes repúblicas sudamericanas de habla castellana miran con gratitud a los forjadores de la libertad de América, hombres de diversas procedencias que concurrieron a aquella cita histórica en el campo del honor. Han pasado solo ocho años y la esperanza integracionista parece haberse diluido para dar paso a disputas territoriales entre los antiguos aliados que tenían como causa común la independencia política de España. Los nacionalismos locales -entendidos como la reafirmación de “lo propio” frente a “lo ajeno”- campean en las distintas -y al mismo tiempo, similares- sociedades exvirreinales. Sus manifestaciones más verificables son el progresivo desplazamiento -y consiguiente olvido- de los ideales continentales comunes y la revalorización del “yo nacional” versus “lo foráneo”, entendido este último como la influencia extranjera (¿negativa?) procedente de cualquier latitud sudamericana distinta de la propia. Mensajes de campaña política como “¡No más extranjeros, no más!” o “¡Fuera las fuerzas extranjerizantes!” empezaron a ser titulares habituales en la década de 1830 en los diarios, principalmente de la región andina.

El primer caso que alcanza ribetes de polémica periodística en la región inca aconteció en 1832 entre los diarios limeños “Mercurio Peruano” -con el mismo nombre de aquél que fundara Hipólito Unanue en el s. XVIII pero con propósitos distintos entre uno y otro- y “El Penitente” que se enfrascaron en un debate escrito que atrajo la atención de la población capitalina entre setiembre y noviembre de ese año. Los contendores ocultaron sus nombres bajo los seudónimos “un Peruano de Nacimiento” por el Mercurio y, “un Veterano Liberal” por el Penitente. Desde entonces, la tarea de descubrir al intelectual detrás de cada uno de estos seudónimos fue el misterio al que se avocaron no pocos historiadores peruanos y sudamericanos.

La polémica se encendió en torno a la pregunta ¿deben los extranjeros -esto es, los no nacidos en el Perú- ocupar cargos públicos en la administración y en el ejército? Abrió fuegos “un Peruano de Nacimiento” enalteciendo el aporte de platenses, colombianos y chilenos al proceso independentista peruano sosteniendo que tienen los méritos suficientes para hacerse acreedores a la gratitud nacional y, por tanto, capaces de ocupar cualquier cargo en la naciente República. “Un Veterano Liberal” respondió cinco días después señalando que “[...] daremos al público por treinta días consecutivos, una defensa vehemente del honor nacional, ultrajado y herido tan vilmente”. Así, desde el 17 de octubre de 1832, el periódico “El Penitente” publicó once columnas en números consecutivos tituladas “Defensa de la Patria o Treinta Días del Perú” y además denunció ante el Síndico Procurador General de la ciudad de Lima al “Mercurio Peruano” por publicar artículos lesivos al honor nacional solicitando asimismo el “juicio de imprenta”, es decir, una sanción que, en la actualidad, sería equivalente a una pena por infringir el código de ética periodística.

¿Quiénes eran los misteriosos rivales detrás de los seudónimos? Según Denegri (1971) el intelectual detrás de “un Veterano Liberal” no es otro que Bernardo de Soffia, uno de los dos fundadores del diario “El Penitente” y que se enroló en el ejército del Libertador San Martín cuando el batallón “Numancia” se pasó de las huestes del Rey a las patriotas. La línea argumental de Bernardo de Soffia se centró en sostener que la libertad del territorio peruano se obtuvo “con la colaboración de otros patriotas americanos ya que el Perú fue libre porque sus hijos quisieron serlo” y no “por acción impuesta de extranjeros”. Señaló que “la nación peruana fue la primera que en el año 1781 dio el grito de libertad por el heroico impulso de su digno hijo Túpac Amaru. Esta fue la primera lección que recibieron nuestras hermanas repúblicas para su independencia, en ella no tuvieron parte ninguna los no nacidos en el Perú ¡Todos fueron peruanos!” (El Penitente Nro. 38, 1832, citado por Denegri, 1971). Bernardo de Soffia señaló también que, luego de las primeras batallas contra las fuerzas virreinales, las bajas fueron cubiertas por peruanos por lo que esas nuevas fuerzas “no tenían más que los primeros jefes extranjeros, el nombre del cuerpo, la escarapela” después “todo, todo, hasta las armas, eran peruanas”. Con el tiempo, estas dos afirmaciones se convirtieron en líneas de investigación de los sucesores de De Soffia como puede leerse en las diversas ponencias consignadas en las Actas del Congreso Internacional de Historia de América (1971) llevado a cabo en Lima con ocasión del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.

Regresando a la polémica de 1832, el debate pareció zanjarse cuando unos mil ciudadanos se congregaron ante el Cabildo para exigir del Síndico Procurador General de Lima, Agustín Hurtado, un pronunciamiento que, finalmente, sin incurrir en una sanción contra la libertad de expresión, determinó una reprimenda pública contra “un Peruano de Nacimiento” que, voluntariamente, dejó de ocuparse del tema. La Historia aún no ha descubierto al hombre detrás de este seudónimo.

No escapa a la intuición del lector que los hechos alcanzaron un cierto tono chauvinista. Sin embargo, desde otro enfoque y examinando el “espacio-tiempo histórico”, este enfrentamiento periodístico -uno de los muchos que acontecieron en otras latitudes pero que, a diferencia de aquellos, está documentado en todos sus momentos- no solo generó confusión en las generaciones inmediatas a la de los próceres sino que terminó siendo, para el contexto peruano, una victoria pírrica porque sepultó por las dos décadas siguientes las aspiraciones integracionistas que solo resurgirían con el Presidente Ramón Castilla ante la amenaza de fuerzas europeas o de filibusteros contra el continente. Y, si se extiende un poco más el análisis -aún con riesgo de caer en una peligrosa generalización- el debate sobre la presencia de asesores extranjeros en Gobiernos nacionales se mantiene hoy en día.

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