• 22/04/2019 02:03

Notre Dame y el dolor criollo

Cuando murió García Márquez, escuché en un grupo a una señora decir, muy compungida, que había leído mucho de sus poemas.

Cuando murió García Márquez, escuché en un grupo a una señora decir, muy compungida, que había leído mucho de sus poemas. Natural era, de la susodicha, no saber guardar silencio; cuando guardar silencio es, no solo necesario en circunstancias desconocidas, sino justo para el bienestar y para el aprendizaje. Como siempre, e igualmente por lo natural de mi personalidad, me quedé callado; el intento por aclarar ese comentario sería fútil, ya que la muy querida señora volvería, como ha ocurrido siempre, a repetir sus mal ilustradas opiniones.

Situaciones como estas se repiten a diario, cuando las personas emiten una opinión sobre un tema con el mínimo de información que tienen y no necesariamente válida. Otros, para impresionar: ‘taquillar' es el término utilizado más recientemente en el argot popular.

Sobre el fuego en la catedral de Notre Dame la semana pasada, sin malas intenciones vi y sentí una manía exagerada y las reacciones públicas (en muchos casos ridículas)… ante todas las locales. Los diarios internacionales, muy en particular El País de España, mantuvieron la información actualizada, a fin de que tuviéramos una visión más holística de lo que ocurría.

De allí, los lamentos, las fotos turísticas frente a la catedral, la repetición de la información, las menciones sobre le película de Disney, la novela de Víctor Hugo y el jorobado. Finalmente, los suspiros de alivio por la noticia de que mucho de los objetos y el arte que reposaban en el interior de la estructura, de más de 850 años de antigüedad, no se perdieron en el siniestro. Taquilla, mucha taquilla. Igual ocurrió en el 2015 cuando todo mundo era ‘Charlie Hebdo' después del atentado en París contra el personal del semanario satírico francés.

Hastiados deben estar los que me leen sobre mi constante insistencia acerca de la memoria histórica nacional. Las amenazas que enfrenta desde siempre, la poca importancia de los que suman y restan dólares y la hipócrita capacidad de muchos en alarmarse por lo de la catedral de Notre Dame… y mirar a otro lado cuando se trata de lo criollo.

Hace unos años, las autoridades multaron a un consorcio turístico por la destrucción de ocho yacimientos arqueológicos ubicados en la isla Viveros que expertos identifican como parte del área arqueológica conocida como Gran Darién, una de las regiones menos estudiadas del país. El arqueólogo sueco Sigvald Linne detalla en un estudio de 1929 que en el lugar se encontraron cerámicas que sugieren una conexión cultural con la región de Coclé.

Por otro lado, durante la invasión del 20 de Diciembre de 1989, los Estados Unidos se llevaron 15 mil cajas de documentos de la historia nacional. Están los que quieren descartarlos como ‘bochinches' sobre la vida ajena que invaden la privacidad. Hay indicios de que hay mucho más que eso; con algo de seriedad y una comisión de expertos se puede depurar el material y proteger a los inocentes para rescatar aquellos documentos que son de importancia para estructurar un periodo trascendental de la vida nacional.

Pero, como dice el profesor asociado en Bibliotecología Legal (Associate Profesor in Law Library), Douglas Cox, en un artículo titulado ‘The lost archives of Noriega: Emancipating panamanian human rights documents in U.S. military custody', ‘Irónicamente, lo que actualmente distingue a los documentos del régimen de Noriega de las colecciones más controvertidas de documentos capturados en el extranjero, es el silencio del Gobierno panameño'.

Si levantamos la voz para penar por lo sucedido en París, Francia… unamos esos lamentos a los de aquí: las voces que se levantan casi a diario para denunciar la destrucción de áreas de valor histórico y la falta de visión y de interés en estos temas. Si nos pensamos tan especiales, tan trascendentales en el desarrollo y modernización de nuestro entorno y el comercio mundial por nuestra particular posición geográfica, más vale reconsideremos la manera en que preservamos nuestra historia.

De allí que el Estado debe procurar mejores programas de documentación. Recursos adecuados para preservar y proteger el legado histórico: capturar para el futuro nuestro pensamiento, nuestra imagen, nuestra voz y nuestra conducta retratada en cada capítulo que escribimos o construimos (nobles, oportunistas o perversos). Solo así podremos unir con justicia y legitimidad nuestro dolor con los que alrededor del mundo sufren la pérdida y destrucción de valiosos legados históricos, con honestidad y sin pretensiones.

COMUNICADOR SOCIAL.

‘Hastiados deben estar los que me leen sobre mi constante insistencia acerca de la memoria histórica nacional'

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