• 10/07/2019 02:01

La fuerza de la palabra

‘[...] Solo hay una forma en la que, medianamente, se puede prevenir el caer en la manipulación de la palabra: LA HONESTIDAD'

LA PALABRA es la expresión de una idea que se forma en la conciencia mediante una serie de percepciones, que llevan a la reflexión; se afianza mediante la comunicación que, a su vez produce un sentimiento de retribución; la comunicación de lo que pienso, quiero o deseo, produce un estado de satisfacción, por el solo hecho de haber logrado comunicarme; ese estado de conciencia, tiende a transmitirse con más o menos fuerza, dependiendo del nivel afectivo que alcance en la conciencia. Las ideas se trasmiten cargadas, muchas veces, de pasión. Es aquí donde se puede dar la manipulación de las conciencias, dependiendo de la habilidad retórica del comunicador y de la capacidad crítica del interlocutor.

La palabra viene cargada con la fuerza que se le imprima: sentimiento, lógica, dialéctica, retórica, etc. y, dependiendo del nivel de convicción con que se transmita y la apertura del otro a su recepción, dependerá su aceptación.

La palabra puede:

Dominar o liberar

Formar o deformar,

Orientar o manipular,

Impulsar o detener,

Arraigar o desarraigar (una idea),

Alabar o desacreditar,

Ilusionar o matar una ilusión,

Engañar o desengañar,

Construir o destruir.

Informar o desinformar.

Entre otras; en todas puede darse la manipulación.

CLASES DE MANIPULACIÓN: Comunicar medias verdades. Hacer afirmaciones gratuitas, que no tienen más soporte que la fuerza con que se pronuncian, abusando de la ignorancia, de la inexperiencia, de las ilusiones más íntimas, de las necesidades básicas del otro. Usar eslóganes para descalificar, denigrar o alabar. Ofrecer lo imposible pero deseable, insistiendo hasta hacer creer que es realizable. Sacar de contexto una frase. Nota: es común escuchar a los predicadores: ‘la palabra dice o como dice la palabra' y se cita un texto cualquiera, se saca de contexto y terminan afirmando todo lo contrario de lo que quiso decir el autor. Llegar a conclusiones generales a partir de unos pocos casos particulares. Fulano, mengano, sutanejo y perencejo, son así, luego todo el conglomerado es así, es la más común y pobre de las argumentaciones.

Basar su discurso en premisas falsas, llegando a conclusiones perversas, como la ideología DEL COMUNISMO, EL FASCISMO, y últimamente la IDEOLOGÍA DE GÉNERO. Personas que han sido capaces de lanzar a todo un pueblo al despeñadero, y han ido, y van felices y enardecidas a su propio despeñadero: Hitler, Mussolini, Stalin, Lenin, Mao, Pol Pot, Chávez, y tantos otros.

LA HONESTIDAD DEL TRASMISOR: Solo hay una forma en la que, medianamente, se puede prevenir el caer en la manipulación de la palabra: LA HONESTIDAD. Cuando se es honesto, jamás se pretenderá convencer, obligar, manipular; simplemente, respetando la libertad, se pretenderá EXPONER, dando los mejores criterios para que el interlocutor decida. El respeto a la libertad del interlocutor, es la más deseable virtud de un comunicador.

FRAGILIDAD DE LA COMUNICACIÓN. La palabra levanta, como bandadas de pájaros, multitud de emociones, expectativas, autoengaños; podrán ser generadores de vida o destrucción. Lo que yo percibo son simplemente ‘palabras, palabras, palabras' (como diría Shakespeare en Hamlet), es el interlocutor el que les da el peso, el significado que más le conviene. Existe un antiguo dicho latino: ‘quid quid recipitur, ad moudum recipientis, recipitur' (lo que se recibe, es recibido al modo del que lo recibe). La palabra que recibo, no llega al vacío, entra en un mundo ya ocupado por una serie de estados de conciencia, de expectativas, deseos, ilusiones, creencias, etc. que le dan su propia interpretación.

Cuando la palabra sale de nuestra boca, ya no somos sus dueños, el dueño es el que la recibe. Esa palabra, como si tuviera vida propia, puede causar efectos no deseados, no pretendidos, o efectos positivos, que van más allá de lo que se pretendió comunicar. Pueden ser semillas generadoras de nuevas realidades, no pretendidas por el comunicador.

LA FRAGILIDAD DEL RECEPTOR: Cuando se comunica a una mente frágil, aún no formada, no madura, la de un niño o de una persona frágil, puede llegarse al crimen de inducir un programa, una ideología, unos afectos, estados de conciencia, etc. que puedo programar o reprogramar abusando de una mente frágil, de la ignorancia del interlocutor en el tema tratado. Existe, por lo general, la confianza que el que expone, lo hace con toda honestidad y basta que lo diga, por ejemplo, la prensa para que sea verdad.

LA ESCUCHA. ¿De qué sirve comunicar si no hay quien en escuche? La escucha, también es limitada. A veces, no se ha terminado la frase, cuando se interrumpen con una respuesta a flor de labio. El escuchar requiere de auto contención, de paciencia, educación, humildad y, sobre todo, de respeto e interés por la persona. Hay mucho que aprender de la otra persona si se la escucha atentamente, no solo por lo que dice, sino por lo que no dice: su expresión corporal, sus implicaciones verbales, no expresadas, etc. Sin escucha no puede haber diálogo, solamente monólogos.

Se escucha también con el cuerpo: una actitud volcada hacia el otro, una muestra corporal de atención total, causa una buena impresión; calma el ánimo del interlocutor, se siente seguro, tranquilo, provoca en él la disposición a la escucha y se anima a entrar en un diálogo constructivo, un diálogo, ganar-ganar. O como decía Don José Ortega y Gasset: ‘ni tu verdad, ni la mía, pero vamos juntos a buscar la verdad'.

EL INSULTO Y DESCALIFICACIÓN, como arma: No quisiera abordar este tema aquí, pero es tan usual que, cuando no se tienen argumentos para establecer diálogo, se termina descalificando, insultando o retorciendo el argumento. Cuando la base de la argumentación son hechos, no palabras, habría que contestar con otros hechos objetivos, de lo contrario, con honestidad, decir que no se tienen argumentos en contra o quedarse callado, pero nunca argumentar descalificando.

Una afirmación puede tener dos o más interpretaciones legítimas, distinguir las posibles implicaciones, admitiendo una y negando la otra, es una forma sabia y productiva de llevar una discusión. Casi que no existen afirmaciones absolutas, bien porque tienen en sí dos puntos de vista, o bien porque no se dieron a entender bien. Otra deformación lógica es la de sacar conclusiones universales de un universo particular. Se citan dos, tres, 10 casos particulares y de allí se concluye que todos los que pertenecen a esa organización, son así, y se los condena, olvidando, quizás, todo un universo de personas verdaderamente heroicas, que prestan sus servicios a otros, de forma desinteresada.

La ‘lógica' del pensamiento, es un arte que se va perdiendo y únicamente se argumenta con ‘sentimientos'. No hay nada menos lógico que el sentimiento. El sentimiento va por su propio camino. Lleva una carga que es muy difícil desarmar o penetrar. Desgraciadamente hay realidades que van en contra del sentimiento y que se rechazan por el hecho de no ser sensibles. Quiero saber lo que piensas y quiero saber lo que sientes, sin dejarme confundir por ambos. Un antiguo dicho de los filósofos griegos, reza: ‘define y no discutirás'.

LICENCIADO EN FILOSOFÍA Y MBA.

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