• 21/07/2019 02:03

Perspectivas sobre el crecimiento económico

La contribución de la mano de obra adicional al aumento de la producción depende, por ejemplo, de la cantidad de maquinarias y capital con el que opera

En términos prácticos, el problema del crecimiento económico es el debate del presente frente al futuro y de qué tanto hay que ahorrar hoy para poder invertir mañana. El tamaño del producto interno bruto (PIB) depende en un momento dado de los factores de producción utilizados para transformar los llamados insumos primarios en productos finales. Estos factores que consisten de mano de obra, capital, recursos naturales y tecnología son consumidos para satisfacer todo tipo de necesidades públicas y privadas actuales. Y lejos de ser independientes entre sí, están interrelacionados de muchas maneras.

La contribución de la mano de obra adicional al aumento de la producción depende, por ejemplo, de la cantidad de maquinarias y capital con el que opera. La inversión no solo consiste en nuevas instalaciones físicas, sino que también puede tomar la forma de operaciones educativas y de capacitación que transforman la mano de obra no capacitada o profesional. Y el avance tecnológico en sí mismo depende en cierta medida de las nuevas inversiones.

Debido a la inmensidad y complejidad de la economía de un país, la construcción de modelos matemáticos abstractos destinados a describir las interrelaciones de los factores de producción que rigen el proceso de crecimiento económico se ha convertido en una de las ocupaciones favoritas de los economistas, especialmente los que asesoran y aconsejan a los Gobiernos. Desafortunadamente, el deseo de los gobernantes de obtener réditos políticos inmediatos obliga a que, en la mayoría de los casos, estos modelos establezcan sus conclusiones en supuestos a priori elegidos para favorecer al Gobierno y no necesariamente para resolver los problemas económicos urgentes.

Una conclusión indiscutible de esta realidad que merece corrección y enmienda es que tanto economistas como gobernantes buscan incrementar en el corto plazo los gastos para estimular el consumo y subir el PIB, en vez de construir cimientos sólidos que promueven inversiones concretas y avances tecnológicos duraderos. Es similar a decir que uno puede acelerar un automóvil presionando el acelerador, pero la velocidad máxima que se puede lograr de esta manera está limitada en última instancia por el diseño del motor del automóvil. A la larga, es la mejora de este diseño lo que cuenta para lograr velocidades más altas, no una mayor presión sobre el acelerador.

Señalado lo anterior, queda por preguntar sobre qué hacer en el largo plazo y cuánto deberíamos sacrificar del crecimiento económico en el presente para lograr progreso y desarrollo en el futuro. De hecho, a nivel personal, todos los días tomamos decisiones de este tipo cuando resolvemos, en cada etapa de la vida, cuánto gastar, cuánto ahorrar, cuánto pedir prestado y cuánto finalmente dejar a los hijos. Igualmente a nivel corporativo, muchas veces colocamos el bienestar de la empresa por delante de los accionistas. Y también a nivel nacional, muchas veces se dedican recursos a educación, salud y seguridad, a pesar de que los políticos presionan para aumentar gastos, planillas y viáticos.

Lo cierto es que bajo ninguna circunstancia se debe cometer el mismo error perpetrado durante los últimos dos quinquenios de gastar por gastar y favorecer el presente en perjuicio del futuro. Una década perdida en la cual se defendió una política económica que favorecía altas tasas de crecimiento en el corto plazo y dio por sentado un desarrollo en el futuro. Es indiscutible que en aras de los mejores intereses del país, nos conviene más hacer el sacrificio ahora para darle mayores posibilidades de éxito a las generaciones venideras. Igual sucedería si los que devengan mayores ingresos pagaran más impuestos sobre la renta como medida destinada a reducir la desigualdad económica.

Indudablemente, para los políticos y economistas, el crecimiento económico es la meta. Pero si algunas de sus consecuencias representan peligro para los intereses del país y la calidad de vida de sus ciudadanos, es responsabilidad de quienes administran la cosa pública el tomar el timón y enderezar el rumbo. Por eso, las declaraciones esta semana del ministro de Economía y Finanzas, Héctor Alexander, de cara al desastre en las finanzas públicas heredado del Gobierno anterior, de que a partir del momento hay que poner orden, balancear el Presupuesto General del Estado, ajustar el déficit fiscal, subir los niveles de ahorrar y mejorar la calidad del gasto, son todas afirmaciones que llegan como aire fresco a un país que por una década vivió la ilusión engañosa de que entre más crecimiento económico teníamos, más progreso para todos. La realidad es que primero hay que ahorrar y controlar el gasto para luego poder invertir y crecer efectivamente.

EMPRESARIO

‘La realidad es que primero hay que ahorrar y controlar el gasto para luego poder invertir y crecer efectivamente'

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