• 30/09/2019 07:00

Otras páginas del Libro de Panamá

“Escuché el discurso del presidente Cortizo ante [...] la ONU a través de la radio. [...] en términos generales, muchos de los mensajes son cuestionables; en todo caso, dibujan una realidad a medias del país”

En el año 2006, cuando el ya difunto presidente Hugo Chávez habló ante la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) se refirió al mandatario de Estados Unidos de ese entonces, George W. Bush, como “el diablo”. Hasta ese momento todo parecía indicar que Venezuela gozaba de la simpatía mayoritaria para ocupar el puesto destinado para América Latina en el Consejo de Seguridad para el bienio 2007-2008. Con esa referencia a Bush, perdió la oportunidad de extender su influencia internacional. Ese honor finalmente le tocó a Panamá.

Sobre esa y otras fallidas oportunidades escribí que: “Hay suficientes ejemplos históricos como para saber que las dinámicas político-sociales de una era específica, solo ofrecen la suficiente oportunidad para avanzar una causa determinada que provoque cambios profundos, significativos y duraderos en una sociedad. En muchos casos, esa dinámica puede ser limitadamente interactiva como para obtener el apoyo necesario. En el caso de un foro internacional como el de la ONU y, ante los difíciles problemas globales, la falta de puntualidad y visión, pueden afectar decididamente una causa”. Venezuela está herida dramáticamente y las posibilidades de que sobreviva un sistema político justo, está cada vez más en duda.

Muy pocos individuos tienen un real concepto sobre la oportunidad que el momento les ofrece, y poco entendimiento tienen del uso que deben hacer de los escenarios que el tiempo les brinda para adelantar sus propuestas. Una cosa es el escenario interno, la “patria chica”, como lo llamaba Omar Torrijos, y otra muy distinta son estos escenarios mundiales en donde la idea es presentar ante la faz de la Tierra los aportes que pueden nuestras naciones ofrecer en aras de un mejor mundo para todos.

Escuché el discurso del presidente Cortizo ante Asamblea General de la ONU a través de la radio. No sé quién lo escribió ni tampoco sé si el mismo presidente tuvo una mano en la versión que leyó. Fue un discurso construido para él, redactado y marcado con la forma en que él naturalmente se expresa si estudiamos sus intervenciones pasadas. Pero en términos generales, muchos de los mensajes son cuestionables; en todo caso, dibujan una realidad a medias del país. Siempre tengo problemas con pintar las cosas tenuemente o de colores pastel.

Estas intervenciones sirven el propósito de marcar con un gancho la participación del presidente de un país en un escenario mundial. Gana valor si los participantes están inmersos en asuntos conflictivos internacionales o regionales. Hace años tuvimos esa relevancia, pero ya no tanto. Hoy, además de los actores principales de siempre, por ejemplo, Estados Unidos, Rusia, China, cobran vigencias asuntos que están sobre el tapete en estos momentos e involucran a Irán, Israel, Brasil, Inglaterra, Venezuela y unos cuantos más.

Aplaudo con reserva las menciones sobre los desafíos que enfrentamos si queremos avanzar positivamente. Impera resolver los temas obligantes para Panamá: la pobreza y pobreza extrema; la distribución equitativa de las riquezas, la educación, el mejoramiento de la calidad de la educación con modelos diseñados científicamente, mejores perspectivas para los menos afortunados. Por más que los indicadores económicos muestran a Panamá como uno de los países más prósperos de la región y con mejores posibilidades de desarrollo, la realidad, acá “en la patria chica”, es otra.

El siglo XXI ha comenzado con el arrastre de los problemas cosechados en el siglo pasado. Y aun cuando el mundo está cambiando, países estratégicos como Panamá deben hacer un esfuerzo mayor por capturar el interés de la ONU para, por lo menos, influenciar cambios a nivel regional, pero con su situación interna sobre rieles positivos.

Hay páginas en este libro de Panamá que avergüenzan y claramente indican que un cambio de cultura social es necesario. Es la relación cultural lo que nos ayudará a salir del camino de deterioro en el cual nos encontramos. Es la enfermiza conducta humana de excesiva avaricia de los que ya tienen, y de marginalidad mental de los que han aceptado como normal la presente condición social.

Así podremos escribir nuevas páginas con las vivencias y experiencias de resurgimiento, de solidaridad humana, de visión compartida. Páginas con la fórmula para elevar nuestra cultura, sembrar la semilla de la inquietud intelectual para iniciar la formación de ciudadanos que nos ofrezcan nuevamente la posibilidad de soñar y construir una mejor y más humana sociedad.

Comunicador social.
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