• 27/11/2019 00:00

Diez años de oscuridad bien oscura

“La oscuridad que nos envolvió por diez años fue tan grave que se le puede considerar un agujero negro que succionó muchos recursos del Estado”

Engañar al elector, al contribuyente, a la gente... se ha convertido en peligrosa constante de nuestros gobernantes. Ricardo Martinelli hizo su campaña “Con las zapatillas del pueblo” y aquello de “Entran Limpios y Salen Millonarios”, refiriéndose a los que trabajaron con su antecesor Martín Torrijos, prometiendo que ello se acabaría. Ya sabemos el final de su película: muchos de sus cercanos colaboradores, copartidarios y familiares, investigados por múltiples desmanes, sobre todo por su inexplicable enriquecimiento ilícito.

Durante su mandato Juan Carlos Varela no se cansaba de repetir que él lideraba un Gobierno transparente, donde las palabras corrupción y coima no tenían cabida alguna. El mismo espíritu de su antecesor que clamaba a los cuatro vientos: “En mi Gobierno se puede meter la pata, pero no las manos”. En sus discursos, por lo menos contaron 345 las veces que se refirió a su Gobierno como el “más transparente de la historia”. Las “contribuciones” que recibió de Odebrecht desenmascararon a Varela como un gran megalómano y mentiroso, ni se diga todos los millones que le dio en planillas a los diputados para comprar (o alquilar) su lealtad.

Las filtraciones de los mensajes del celular del expresidente Varela reflejan que eso de la transparencia nunca existió. La relación que mantenía con la procuradora Porcell, rebasa todos los límites de la prudencia y el recato de un gobernante, que no califico más porque no soy psiquiatra ni psicólogo. Favoreció en compras directas a su amiga que vendía buses Bering y quien manejaba una notaría; le dio la mano a FCC, la empresa de Carlos Slim, para que ganase una multimillonaria licitación donde corrió mucha plata, según recientes publicaciones de periódicos españoles; ayudaba a sus amigos en gestiones ante la DGI para que les devolviesen dinero o los tratasen mejor. Ordenaba al ministro de Trabajo que, violando la Ley, permitiera a Minera Panamá contratar más personal extranjero del permitido por el Código de Trabajo, aunque ni siquiera fuera calificado. Dirigía desde Palacio el despojo de los derechos de Richard Fifer. Estaba pendiente, no solo de las investigaciones en el Ministerio Público, sino también del curso de los fallos en la Corte Suprema. En el caso de Guillermo Liberman, el multimillonario argentino socio del estatal puerto de Singapur, PSA, el de Rodman, llegó a niveles impresionantes que, para el buen entendedor, lo podrían hacer acreedor a un sustancial pago; parecía un empleado de ellos. A fin de cuentas, Varela se convirtió, más que en un presidente, en un lobbista en la administración pública, para servir a sus amigos, contribuyentes y colaboradores y para “joder” a los que consideraba sus enemigos y los enemigos de sus amigos, cuya lista encabezaba su antecesor Martinelli. Varela y su entorno vilipendiaban a periodistas haciendo mofa. Sería interminable enumerar todo lo que se ha conocido en esas filtraciones de un presidente que, a todo indicar, más que gobernar, se pasaba el día chateando.

Al igual que se hizo en el Gobierno de Martinelli, donde ya hay dos encausados criminalmente por el centro de mensajes (“call center”) pagados con fondos del Estado, Varela hacía lo mismo contra todos aquellos que, como yo, nos manifestábamos en contra de sus constantes hipocresías y desaciertos. No hay que adivinar que estos gastos para desprestigiar personas, además de bajos y cobardes, eran pagados con fondos públicos, lo que, en ambos casos, configura el delito de peculado. Lo mismo que se comete cuando el contralor Humbert refrendó pagar de fondos públicos encuestas de los panameñistas.

¿Cómo salir de esta oscuridad tan oscura?, preguntarían algunos. ¿Cómo echar a un lado la actuación de dos gobernantes que, por sus extrañas rivalidades, todo lo convirtieron en una especie de lodazal? ¿Será posible echar hacia atrás esos oscuros 10 años y construir desde ya un futuro que, por lo menos, nos proteja y nos lleve hacia adelante en la próxima década?

Gracias a Dios que ninguna de las “virtudes y defectos” de sus antecesores las tiene Laurentino Cortizo. Dirán que él no, pero gente de su partido sí y en demasía. ¿O es que los dirigentes panameñistas o de Cambio Democrático han demostrado ser más capaces y honestos que los del PRD? En sus manos está el escoger mejores magistrados y un procurador intachable y verdaderamente independiente, para empezar a darle un giro al fallido sistema judicial. En el camino se debe encontrar a quién ha seguido pinchando los celulares ajenos, exigiendo severos castigos para esos, al mismo tiempo exigir que el procurador de la Administración defina cuanto antes qué hacer con toda la podredumbre encontrada en la Procuraduría General de la Nación.

Han jugado con el país por diez años. Es hora de parar todo esto. La oscuridad que nos envolvió por diez años fue tan grave que se le puede considerar un agujero negro que succionó muchos recursos del Estado. Llegó el momento de revertir esa dirección, alejarnos de ese vacío que podría acabar definitivamente con Panamá, enrumbándonos hacia un sistema justo, justo y consecuente con el bienestar de todos los que habitamos esta hermosa tierra bendecida por Dios.

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