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- 21/03/2020 04:00
¡Jaque mate! a la conciencia
Circula por redes un video de un médico español, quien, agotado y entregado a su noble misión de dar salud ante la pandemia del coronavirus, muestra su justo enojo por el actuar de los jóvenes que llegan al cuarto de urgencia exigiendo prueba de coronavirus por síntomas de tos, porque, según el médico, para esos jóvenes, lo importante son ellos, nadie más, pues, solo quieren la confirmación de que tienen el virus para ir al Instagram y a las redes para postearlo. La indignación del médico frente a la falta de conciencia ante el problema de salud existente, me hace pensar y preguntarme, ¿cuánta responsabilidad nos cabe ante esta juventud frívola, indiferente (nuestros hijos, nietos, sobrinos) que, hoy, actúa indiferente y desconoce los valores más importantes en el ser humano, como son la solidaridad, la comprensión y la consideración al prójimo?
¿Cuánto de esa frivolidad y crudo egoísmo que nos estalla y forma parte del actuar normal de esa juventud, no se generó con el priorizar diario que directa o indirectamente les nutrimos cuando niños y fomentamos de adolescentes con solo dar, comprar, tener, gastar, parrandear… creando, provocando, gestando e internalizando en ellos esa actitud y conducta egoísta, rígida, centrada en el “yo”, antes que en el “nosotros” que los identifica?
Vemos cómo la generación que hoy es nuestro legado, es parte activa, motora de una sociedad materialista, frívola, mezquina, ¡platera! donde nosotros sus padres, madres, tíos, abuelos, llevamos -indefectiblemente- un grado de culpa (cada quien sabrá íntimamente su porcentaje) al haberlos formado como seres inseguros e incapaces de resistir y rechazar la seducción social del aparentar, del mostrar, del “show-off”, del seudopoder que da el lucir, de creer que la vida es solo marcas famosas, moda, bonanza ficticia… que es mostrar riqueza que no tienes, que no la ganas, ni generas pero que sí te proporcionamos… que, de una forma u otra, caímos en forjar la idea que vales por como luzcas físicamente y no por lo que tienes en tu cabeza, ni inteligencia y conocimiento, pues, esas cualidades perdieron valor en el mercado del mundo de hoy cuyo estándar está marcado con el sello del “tener” (cuánto tienes, cuánto vales)… y, nosotros, nos creímos, jactábamos y autodenominábamos como “buenos padres”, porque le dimos lo que no tuvimos, pero nunca nos hizo falta.
Los hicimos ¡víctimas! de nuestro invisible complejo social, de nuestra equívoca interpretación al creer que lo material los haría exitosos, ¡triunfadores! y con ello, se les abrirían las puertas ante esos que lo tienen todo y son, según las revistas sociales y los “ratings” mediáticos, los “socialmente triunfadores” cuando, nosotros, sus padres, madres, tíos, abuelos solo aparecíamos en las invisibles páginas donde se escribía el éxito con actuaciones marcadas con el respeto y las puertas se abrían a punta de trabajo duro y constante, donde se brillaba por el compromiso férreo y el orgullo de honrar la palabra dada sin importar el costo, donde el norte era la tenacidad y sacrificio diario y el orgullo era la honestidad… es decir, practicar y vivir con y en valores y no de ser reflejo de pantallas cosméticas, materialistas, ni mucho menos de portar máscaras de atractivas y bien estructuradas superficialidades sociales que te dan taquilla según el número de seguidores y “likes” ante las redes legitimándote ante tus pares.
Esa juventud, sin valores de solidaridad y sin el verdadero sentido del amor, que hoy enfrenta coronavirus, con esos valores ¿cuidará de los viejos?, ¿de sus padres?, ¿de sus abuelos ancianos?, ¿del vecino anciano?, ¿de la tía vieja?
Esa juventud, creció viendo cómo muchos fueron indiferentes y frívolos con la corrupción, el juegavivo, la miseria humana… cómo se justificó vivir y aceptar todas esas conductas atípicas y sacando provecho de ellas. Parece que, ante esa frivolidad e incapacidad de indignación, la Vida… la Maestra Vida, nos pone a todos en jaque… ¿mate?, para mostrarnos cuán frágiles somos y más grave, colocarnos frente al espejo íntimo –donde no hemos querido mirarnos- para que descubramos y enfrentemos nuestra verdad, nuestra cuota de responsabilidad social con el legado que dejamos desde nuestro particular universo humano y familiar.
El video del médico español grita una verdad lacerante de una generación que duele… cada quien, íntimamente, sabrá en qué grado lleva su dolor, porque sabe qué formó, de qué manera educó y cuáles valores y principios inculcó.
Coronavirus vino a hacernos la prueba de nuestra responsabilidad y someternos a una cuarentena íntima, personal para confesarnos, como padres, ante nuestra conciencia.