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- 11/04/2020 00:00
Principio precautorio y grados de evidencia
El 27 de enero fue colgado en Twitter un tuit con un segmento de video de una conferencia de prensa del Dr. Gabriel Leung, de Hong Kong, en que este señalaba que “La epidemia del nuevo coronavirus 2019 que inició en Wuhan, pudiera… esto no es una predicción, pero es en preparación. Como principio precautorio, debemos estar preparados para esta particular epidemia pueda convertirse en una epidemia global. No es una certeza bajo ningún concepto, pero hay una probabilidad no desestimable de que esto pueda ocurrir y por tanto debemos prepararnos para ella”.
He allí expresado en resumen el principio precautorio. Ante la posibilidad de un evento con consecuencias catastróficas a nivel sistémico, siempre que la probabilidad no sea desestimable, se deben tomar medidas preventivas razonables, sin esperar a tener evidencia 'contundente' del daño. Si se activa la alarma de incendios del teatro en medio de la función, usted no se pone a preguntar dónde está la evidencia del fuego, usted debe levantarse de su asiento y seguir los protocolos de evacuación en caso de incendio.
¿Por qué no esperar a tener evidencia del incendio? Simple. Porque las consecuencias de no actuar a tiempo son catastróficas. Si usted no responde de inmediato ante la señal de alarma y espera a tener mejor evidencia del incendio, cuando usted quiera evacuar puede que ya sea demasiado tarde. En cambio, si usted evacúa y resulta que no había incendio, usted ha sufrido una incomodidad. Es fácil ver que hay una enorme asimetría entre los costos de un falso positivo y los de un falso negativo en este caso. El falso positivo causa una mera incomodidad, en tanto el falso negativo resulta en muchas muertes, incluyendo la suya. Cuando los costos del falso positivo son baratos en comparación con el costo del falso negativo, lo racional es asumir el costo del falso positivo. Por eso usted, como persona sensata, se levanta de su asiento y busca la salida de emergencia cuando se dispara la alarma de incendios. Usted, como persona sensata, no exige ver evidencia “científica” del incendio para evacuar el edificio.
Contraste eso con la actitud mostrada por diversos Gobiernos, organizaciones internacionales y expertos ante la pandemia del coronavirus. Algunos ejemplos: el 14 de enero, la Organización Mundial de la Salud quiso generar calma cuando colgó en su cuenta oficial de Twitter un mensaje indicando que no había evidencia de transmisión del virus entre humanos. Sí, ya lo sé, usted y yo aprendimos en edad escolar que jamás debe confundirse ausencia de evidencia con evidencia de ausencia, confío en que su profesor de Lógica se lo remarcó. También la insistencia de parte de la OMS de que no había que recomendar mascarillas al público, porque no había evidencia de que estas redujeran transmisión en la comunidad. De nuevo, confundieron ausencia de evidencia con evidencia de ausencia. Ahora la más reciente es que la OMS insiste en no recomendar el testeo a personas asintomáticas sospechosas de haber estado en contacto con personas contagiadas, porque no hay evidencia de que los asintomáticos trasmitan el virus. ¿Tras cuántos intentos fallidos de pasar el examen, corresponde ya dar por definitivamente fallada la lección?
Y aquí a mitad de artículo, usted seguramente ya piensa “ya está Molina escribiendo con argumentos rimbombantes lo que mi abuela me enseñó sin tanta palabrería, que ante el peligro inminente uno no se detiene a hacer preguntas, sino que debe salir cuanto antes de la situación de peligro”. Sí, lo entiendo perfectamente, créame. Yo también pensaría que esto es sentido común y que no habría que detenerse tanto en esto. Pero si mira usted cómo se han comportado tantos Gobiernos en el mundo ante esta pandemia, verá que el sentido común parece haber sido la primera baja.
Verá, su abuela y la mía no requirieron tener un PhD para tener sentido común. Y es que no se requiere estudios universitarios para eso. La exigencia de “evidencia científica” es lo correcto para disquisiciones académicas, pero no para decisiones de vida o muerte. Si camino por una calle a oscuras y veo de repente dos fuentes de luz circulares aproximarse en dirección a donde yo estoy, y no puedo ver con “certeza” si se trata de un camión o de dos luciérnagas gigantes, yo no me pongo en ese momento a tirármela de mente científica y escéptica que exige evidencias. Yo me quito de la vía. Imagino que usted también. Pero la OMS reiteradamente se ha comportado con la idea de que uno no debe adoptar medidas preventivas razonables ante un peligro, mientras no tengamos evidencia contundente de que el peligro es inminente. Fíjese que hablo de adoptar medidas preventivas “razonables”. Por ejemplo, ante indicios de transmisión por asintomáticos, algunos han recomendado testear de forma masiva a personas que hayan tenido contactos con personas contagiadas. La OMS, en cambio, ha recomendado solo testear a las personas que ya muestren síntomas. ¿La razón? Es muy caro andar testeando asintomáticos. Ante esto, el Dr. Sergio Romagnani, profesor emérito en la Universidad de Florencia, pregunta en forma retórica: “¿Cuánto cuesta un test? ¿Una decena de euros? ¿Algo más? Lo digo porque tener en terapia intensiva a un paciente durante 20 días en Italia cuesta entre 50 000 y 60 000 euros”. Ello, sin mencionar otros costos sociales de esta epidemia.
En un proceso multiplicativo de consecuencias catastróficas, no aplican los criterios conservadores de tiempos normales. Hay una enorme asimetría entre el costo de testear asintomáticos y que luego resulte que dicho testeo no ayuda en nada, frente a la alternativa de no testear ahora asintomáticos para enterarnos dentro de unos meses de que, si hubiéramos testeado asintomáticos sospechosos de haber estado en contacto con contagiados, hubiéramos podido evitar cientos o miles de muertes. Esa enorme asimetría, aún si no hay evidencia concluyente de transmisión por asintomáticos, pero siempre que su probabilidad no sea despreciable, por principio precautorio debería llevar a lo que su abuela y la mía nos habrían dicho hace rato: ante esa duda, ¡hay que testear!