• 15/04/2020 00:00

La economía es lo más importante que sigue

En estos días estamos saturados, no solo en nuestro país sino en el mundo, de los llamados a retornar al trabajo, argumentando la prioridad de lo económico sobre lo sanitario.

En estos días estamos saturados, no solo en nuestro país sino en el mundo, de los llamados a retornar al trabajo, argumentando la prioridad de lo económico sobre lo sanitario.

En realidad, no encuentro problema en la elucidación de la respuesta, siempre será la economía, después que resolvamos lo sanitario, que es el alma escondida de la economía.

Es que la economía no se resuelve sin el trabajo y lo más importante en la caracterización del trabajo es la fuerza de trabajo, es decir, la salud que hace mover al humano y que hace mover los procesos laborales.

Hace mucho tiempo disfruté un libro de Henri Lefebvre, en el cual didácticamente trataba de dar una orientación lógica para este análisis. El señalaba que en todo bien económico subsistían dos componentes esenciales: la materia y el trabajo que al modificarla le daba valor.

Cuando cargamos gasolina hay dos componentes esenciales en la transacción: el valor del trabajo del despachador y el valor del bien material que se está transfiriendo, pero en ese bien material hay varios componentes a su vez, el valor del combustible que contiene el trabajo de los obreros, el valor del transporte que contiene el trabajo de los transportadores, el valor del edificio de la gasolinera que contiene el trabajo de los constructores, el valor de los yacimientos petroleros que contiene el trabajo de los perforadores, y así sucesivamente. En el planeta Tierra todo objeto tiene un valor potencial que solo se manifiesta por medio del valor trabajo; es más en estos tiempos de realce del ambientalismo muchos bienes ambientales mantienen su valor en relación con la decisión del trabajo de los planificadores y ecologistas en el sentido de no procesarlos.

El razonamiento cuasi silogístico anterior nos permite suponer en sentido contrario que si los elementos naturales de la economía no encuentran humanos que los consuman y pongan en valor todo se ha de paralizar.

Si llevamos a un extremo de razonamiento catastrófico las consecuencias de la pandemia, y el mundo se queda sin personas, quién le dará valor a la riqueza material, si no hay humanos que operen las maquinarias, y si logramos operarlas con robots, quién consumirá el producto del trabajo de esos robots que solo consumirían energía y lubricantes.

Si, a pesar de todo ello, los ricos mantuvieran sus fortunas en medio de la pandemia, para qué servirían esos papeles que llamamos billetes, si ellos no podrán comprar voluntades ni conciencias. No tendrán valor de arranque para el proceso laboral, si no existiera vida que pudiera llamarse tal.

Siempre el mundo ha requerido de estadistas con talla visionaria desde Marco Aurelio, a quien le toco lidiar con la peste Antonina, hasta nuestros días, donde debemos esforzarnos para encontrar esos estadistas debajo de las alfombras.

Entonces, la conclusión es obvia: lo primero es la salud que es la parte inicial de la economía; lo segundo es que la economía es la arteria vital de la salud de los pueblos; lo tercero es que la economía real no es dinero ni cuentas bancarias, sino trabajo efectivo que creará riqueza real y creará más salud.

Es el pensamiento que se impone. No nos asusten las máquinas paradas, ellas reanudarán su actividad cuando reciban otra vez la energía del trabajo humano sano. Para ello la actual estructura social de nuestros Estados deberá cambiar para poner acento y reconocer el valor real del trabajo recompensando a sus protagonistas mediante el reconocimiento de salarios justos y otorgándoles capacidad real de decisión en los asuntos de la sociedad. Esto tiene actualidad en nuestro país, si recordamos que después de la coyuntura sanitaria proseguirá el debate sobre los cambios constitucionales demandados por la población.

En conclusión, la consigna para la movilización social debe ser aplanar las curvas sin aplanar las conciencias.

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