Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 09/06/2020 00:00
Cohesión social: eso que las élites económicas y gobernantes desprecian
Hace años, la Cepal, en un documento fundamentado científicamente, preparado para la Cumbre de Iberoamérica, señaló que la COHESIÓN SOCIAL se refiere tanto a “la eficacia de los mecanismos instituidos de inclusión social como a los comportamientos y valoraciones que forman parte de la sociedad”. (Cepal, 2007).
Estos mecanismos tienen que ver con el empleo, la protección social y las políticas de equidad social, entre otros. Los comportamientos y valoraciones aluden a “la confianza en las instituciones, el capital social, el sentido de pertenencia y solidaridad, la aceptación de normas de convivencia y la disposición a participar en espacios de deliberación y en proyectos colectivos” (Ibidem). En realidad, los primeros -los mecanismos de inclusión social- son condicionantes de los comportamientos y valoraciones que tienen los individuos, sobre la vida en sociedad.
Desmenucémoslo un poco. Si un Estado se caracteriza por el predominio de políticas que no fomentan la equidad social ni la protección social a los trabajadores formales, a los trabajadores informales o a los trabajadores profesionales por cuenta propia… mal pueden esperar los gobernantes y sus instituciones que sean valorados en alta estima por parte de esas mismas poblaciones que sufren las desigualdades sociales y que, además, representan las mayorías de cualquier país contemporáneo.
En la realidad panameña, el fomento fragmentario, asistencialista y sobre todo clientelista en el que han coincidido todos y cada uno de los Gobiernos posteriores a la muerte del general Torrijos, han incurrido en deteriorar deliberada y sistemáticamente la cohesión social, sin la cual no cabe el desarrollo humano y sostenible. La desconfianza en las instituciones ha sido consecuencia de tales tipos de hechos y esto aún no terminan de asimilarlo quienes han conducido la lucha contra el COVID-19. Sean estos, los gobernantes sospechosos de la corrupción crecientemente intolerable o por su lado, los profesionales en ejercicio técnico político, embebidos de cientificismo, esa desafortunada retórica basada en la arrogancia de que las ciencias, sobre todo naturales y físico químicas, tienen la respuesta a todos los problemas del planeta.
Se trata de un proceso sociocultural absolutamente normal. Cómo esperar que una población confíe en las indicaciones de las instituciones gubernamentales, que, en febrero, sus celebérrimos voceros cientificistas afirmaban categóricamente que el virus de marras no llegaría a nuestras costas, cuando en realidad ya estaba en nuestras tierras. Que el tratamiento aplicado por los cubanos no se empleaba en Panamá por no ser de comprobada eficacia… y ahora resultó que los fármacos que las grandes farmacéuticas producen y que eran las que se recomendaban aquí por su supuesta efectividad comprobada por nadie -nos referimos a la hidroxicloroquina, cloroquina y azitrocimicina- han tenido que retirarlas, con más de cuatro que murieron por su aplicación. Mientras, en Italia y en la propia Cuba, la terapia cubana ha demostrado la eficacia que aquí se dijo “no comprobada”.
El deterioro del capital social es otra secuela de las políticas engañosas del “Sí se puede”, “zapatos del pueblo”, “el pueblo primero” y demás consignas huecas.
El capital social, alude a redes institucionalizadas de carácter más o menos permanente, como, por ejemplo, las asociaciones estudiantiles, asociaciones de protección de cuencas hidrográficas, de las organizaciones y empresas cooperativas, de los comités de salud -en su versión promovida por el Dr. Renán Esquivel- entre otras organizaciones de base comunitaria o popular y democrática.
Nuestra plutocracia se ha dado el lujo de banalizar, de prescindir del capital social en toda la sociedad, con el nefasto desenlace observado en conductas de irresponsabilidad y anarquización, que hace más difícil la superación de la pandemia, llevando al desaliento de las propias autoridades y del resto de la población que no se ha anarquizado aún.
Sin capital social, no es posible la cohesión social, sin cohesión social es improbable tener pronto éxito en un proceso de lucha contra cualquier crisis. ¿Lo comprenderán las élites económicas y los funcionarios gubernamentales cientificistas que toman decisiones? Probablemente muchos no, pero sí saben que es equivalente a concederle poder al pueblo, más allá de la pantomima electorera de cada cinco años, razón suficiente para que ellos le teman. Por ello, es imperiosa la conformación de un sujeto social -grupo o conjunto de grupos sin ánimo de figuración- desde el pueblo dispuesto a cumplir con esa tarea histórica.