• 06/07/2020 00:00

Crisis y estrategias gubernamentales: ¿quiénes son los favorecidos?

Cada vez que Panamá ha sido golpeada por crisis económicas con sus manifestaciones sociales y políticas, a lo largo de la época republicana, nos encontramos con grupos de la sociedad beneficiados y grupos perjudicados.

Cada vez que Panamá ha sido golpeada por crisis económicas con sus manifestaciones sociales y políticas, a lo largo de la época republicana, nos encontramos con grupos de la sociedad beneficiados y grupos perjudicados.

En efecto, de acuerdo con las evidencias documentadas por el colega Abdiel Quintero, las crisis en nuestro país se han verificado cada 20-25 años. En todos los casos, se han enfrentado quienes tienen intereses en los sectores productivos (primario y secundario de la economía) versus los que tienen intereses en el sector terciario. Es decir, los grupos activos en la esfera de la producción de valores económicos (producción) en contraposición con los grupos activos en la esfera de la circulación de esos valores (comercio, rentistas, transporte de mercancías y servicios financieros).

Con una excepción que confirma la regla, siempre habían salido airosos los grupos vinculados a la esfera de la circulación de mercancías y dinero, esos que son conocidos como los dueños del país. En la coyuntura actual, ¿ha ocurrido algo distinto en la estrategia formulada por el Gobierno para levantar nuestra economía? Las evidencias nos hacen llegar a la conclusión de que se repite la historia y repetir la historia es seguir contemplando que sean estos grupos que históricamente no han dado cumplimiento a las tareas del desarrollo nacional, sobre todo cuando se logró unificar territorialmente al país en 1999.

La evidencia más contundente es la puesta en manos de los banqueros privados la suma de más de mil millones de dólares para que realicen préstamos, con lo cual obtendrán ganancias sin poner en riesgo nada de los más de 1800 millones de sus ganancias alcanzadas en los últimos 10 años. Aquí, cabría contrastar lo actuado por el presidente Cortizo con la posición de país y firmeza que mostró su homólogo de Portugal hace dos meses atrás, cuando le advertía a la bancocracia europea que: “Todos sabemos que la banca debe mucho a los portugueses. Y por tanto es lógico que ahora la banca ayude a las familias y las empresas. La banca no puede querer ganar dinero con la crisis” (presidente de Portugal, mayo 2020).

La otra disputa que se ha dado en toda la época republicana es la que se ha verificado entre los que representan al capital y los que dependen primordialmente de su capacidad para trabajar, cuyos desenlaces de las crisis han favorecido a los primeros. Así, aun cuando se argumenta que las normas protectoras del Código de Trabajo están vigentes, la realidad apunta hacia la vulneración de derechos adquiridos por los trabajadores, en la baja real de sus salarios, en la poca o ninguna solidaridad con los cesantes temporales y permanentes, en el aumento del trabajo impago. Este fenómeno se corresponde con las medidas que aplican los que representan al capital de manera reiterada en cada crisis, para evitar la caída de la tasa general de ganancia. Medidas que se observan en la estrategia real -no en las declaraciones- del Gobierno que revela proteger al actor capitalista más que a la clase trabajadora.

Las demostraciones en la crisis actual abundan, pero para muestra un botón. Muchas universidades privadas han desplazado parte de sus costos de operación hacia los hogares de docentes y estudiantes. La sensible disminución de gastos operativos -en las sedes de estos planteles no se usa luz eléctrica ni agua ni se emplean los equipos informáticos, etc.- está permitiendo el ahorro de al menos la cuarta parte de su inversión de capital. A contrapelo, ni se ha reducido el precio de las mensualidades que pagan los estudiantes, ni se le ha aumentado el salario a los docentes que emplean la energía eléctrica de sus hogares, su contrato del internet, su data… negocio redondo para los propietarios de estas empresas “educativas”, a costa de la parte que ofrece su capacidad de trabajo.

En esto resulta la modalidad del teletrabajo, cuando se aplica bajo la complacencia de un estado que protege al capital, no a la parte más débil de esta relación: las clases trabajadoras. Otra vez, la superación de la crisis la pagan estas últimas, lo irónico es que en no pocas ocasiones también ocurre con la complacencia de sus organizaciones gremiales o sindicales, lo que interroga sobre ¿qué tan cerca estamos de alcanzar la justicia social?

Sociólogo y docente de la UP.
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