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- 05/10/2020 00:00
La generación cobarde que sacrificó a sus niños
Leí la semana pasada que la ministra de Educación anunciaba la no reanudación de clases escolares presenciales “hasta que el tema de las vacunas esté resuelto y puede ser mayo o junio” (El Panamá América, 01.10.2020). Es inverosímil que, en octubre, aún las autoridades del país no entiendan el grave daño que les están causando a los estudiantes de escuelas de este país postergando la reanudación de las clases presenciales. Hemos reabierto ya prácticamente todas las actividades de adultos, pero con la más importante para los niños no tenemos ningún apuro. ¿Somos acaso la generación más cobarde de adultos de la historia, dispuesta a sacrificar a sus niños porque estamos nosotros llenos de miedo?
Los beneficios de la educación para los niños son tan importantes, que en tiempos normales los políticos dedican elegías a la educación. En campaña, todos los candidatos a presidente declaran que la educación será su prioridad número uno en sus programas de Gobierno. Todos los políticos, tanto en campaña como en Gobierno, declaran ante las cámaras que los niños son el futuro del país y que por ello no deben escatimarse los esfuerzos y recursos para asegurarles una educación digna y efectiva. Pero con la pandemia de COVID-19 ha quedado claro que somos una sociedad de cobardes. Cobardes que, cuando son candidatos, les gusta tomarse fotos con niños -preferiblemente si son del campo, para que el candidato pueda proyectar mejor su conciencia social-, pero que, a la hora de la realidad, han decidido que los niños deben esperar de últimos para poder regresar a clases.
El daño que se le está causando a los niños es tal, que, si me hubiesen dicho en diciembre lo que en unos cuantos meses nos tocaría infligirles a los niños de este país, no me lo hubiera creído. Durante meses, les hemos encerrado en sus casas sin posibilidad alguna de contacto con otros niños. Les hemos impedido el acceso a parques, ¡a parques! Les tuvimos vedado por seis meses salir a montar bicicleta, pasear mascotas, jugar al fútbol, practicar natación -aún prohibido- y tantas otras actividades de la vida normal de un niño. Estos meses de encierro inhumano deben haber sido particularmente difíciles para los niños y adolescentes que no tienen hermanos en casa con quienes jugar.
Sobre las escuelas, en marzo se tomó la decisión de cerrarlas, decisión comprensible y justificada en su momento con base en la poca información que se tenía en ese momento, pero cuyo sostenimiento desde hace meses es completamente injustificable. Y más injustificable e imperdonable aún es que la ministra de Educación, en lugar de velar por la educación de los niños, anuncie que no hay posibilidad de regreso a las aulas hasta quizás mayo o junio del 2021.
¿Hasta que esté resuelto cuál tema de cuáles vacunas? Yo espero que nadie en el Gobierno esté pensando hacer obligatoria una vacuna contra la COVID-19, como condición para que los estudiantes regresen a las escuelas. En primer lugar, aún no existe una vacuna que haya demostrado ser efectiva y segura. El solo hecho de que antes de que haya una vacuna aprobada para uso en la población, ya estén pensando en condicionar el regreso a clases a que los estudiantes se pongan una vacuna que aún no existe, de la que no sabemos si será efectiva ni mucho menos si será segura, es una prueba más de que las decisiones no se están tomando con base en ninguna evidencia científica.
En segundo lugar, alguien debe decirles a las autoridades, tanto del Minsa como del Meduca, que, si pretenden hacer obligatoria en menores de edad una vacuna para una enfermedad que en ese segmento etario constituye menor peligro que la influenza común de todos los años, estarán exponiendo a ese segmento de la población a una intervención médica forzada, sometiéndolo así a riesgo de daños, no compensado por un correspondiente beneficio. No hay justificación ética para, con la excusa de proteger adultos, exponer niños al riesgo de efectos adversos de lo que no pueden recibir beneficio.
Pregunto: ¿dónde están los pediatras de este país?, ¿dónde están los psicólogos infantiles y de adolescentes?, ¿están acaso todos conformes con que a los niños se les siga negando el regreso a las escuelas?, ¿dónde están los educadores?, ¿dónde los padres de familia?, ¿acaso nuestro culillo adulto es tan grande que estamos dispuestos a sacrificar tan crucial necesidad de nuestros niños y adolescentes, para así tener nosotros menor exposición al virus?, ¿tan cobardes somos?