• 02/12/2020 00:00

El linchamiento de la policía

En la época que vivimos, tiempo de redes sociales y de inmediatez noticiosa, cada día con más frecuencia, me toca leer un festín de vituperios, generalizando ataques en contra de todos los que escogieron el camino de arriesgarse en lo personal para garantizarle a la sociedad un mínimo de seguridad pública.

En la época que vivimos, tiempo de redes sociales y de inmediatez noticiosa, cada día con más frecuencia, me toca leer un festín de vituperios, generalizando ataques en contra de todos los que escogieron el camino de arriesgarse en lo personal para garantizarle a la sociedad un mínimo de seguridad pública.

Desde luego, es fácil comprender cómo crímenes y violaciones diarias terminan aterrorizando a una ciudadanía escandalizada por esos mismos eventos, y ansiosa de contar con un sistema que le asegure que ni la violencia, ni la desgracia, tocarán sus puertas.

La que no nos parece justa es la creciente costumbre de evaluar a todos los policías con la misma medida. Por supuesto que, en todos los cuerpos de policía del mundo, existen y existirán unidades que deshonran el uniforme que juraron prestigiar. Aquellas que, comprobadas sus faltas en procesos justos y transparentes, deben ser dadas de baja deshonrosa, para limpiar periódicamente el buen nombre de la institución en la que juraron cumplir y respetar leyes y estrictos reglamentos.

Pero, más allá de esas manzanas podridas, tenemos que reconocer la existencia en los estamentos de seguridad de Panamá de una inmensa mayoría de profesionales serios, muy comprometidos con la difícil tarea de velar por la seguridad de sus compatriotas, y de los extranjeros que con nosotros conviven.

En la misión de Proteger y Servir no pocos han llegado al sacrificio máximo, perdiendo su bien más preciado: la propia vida. Sin embargo, y a pesar de muchos episodios heroicos recientes, podemos notar en varios sectores de la opinión pública un limitado reconocimiento a semejante espíritu de sacrificio; y en cambio, una lupa gigante con la cual encuentran fallas que -por supuesto- nadie quiere ni puede negar.

Nos luce injusta esa sesgada selección. No olvidemos a los que dejan a sus propias familias en casa, para cuidar la vida de los miembros de otras familias. No ignoremos el aporte de quienes arriesgan muchísimo, para que el país goce de orden y de paz. No dejemos de apreciar el duro trabajo de quienes previenen los delitos y combaten al crimen organizado; labor sin la cual ni el país, ni sus habitantes, podríamos avanzar hacia mejores derroteros.

No todos los policías son corruptos, o abusivos. Cientos son los testimonios, las historias ejemplares que hablan de un comportamiento acertado, de una férrea disciplina, de responsabilidad, de compromiso y de superación permanente.

A los ciudadanos nos toca reservar para nuestros policías el lugar que se merecen y luchar para que cuenten con recursos adecuados con los que puedan cumplir con sus importantes deberes. Llegó la hora de respaldar, sin pensarlo dos veces, a los que abrazan semejante profesión con vocación y honestidad determinante.

Periodista
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