• 14/12/2020 00:00

Paternalismo médico y COVID-19

Hace unas cuantas generaciones, la cultura occidental dictaba que el médico ordenaba y el paciente obedecía. El paciente ni siquiera tenía derecho a preguntar por qué ni para qué, sino solo obedecer lo que le “ordenaba” su médico.

Hace unas cuantas generaciones, la cultura occidental dictaba que el médico ordenaba y el paciente obedecía. El paciente ni siquiera tenía derecho a preguntar por qué ni para qué, sino solo obedecer lo que le “ordenaba” su médico. A eso llamamos hoy paternalismo médico, y en teoría está superado. Ahora se habla de la autonomía del paciente y del consentimiento informado, pero la realidad es que el paternalismo médico es una actitud que sigue muy viva debajo de ciertas fachadas. Y con la pandemia se ha salido del tiesto.

Con la pandemia hemos regresado a la idea de que las decisiones sobre nuestra salud competen a los médicos, y solo a los médicos. Y usted, cállese, ¡ocupe su lugar, campesino! A partir de marzo de este año, las personas han sido despojadas del derecho a decidir sobre sus vidas y sus derechos fundamentales, como lo son el derecho al trabajo, la propiedad privada (por seis meses la mayoría de actividades económicas estuvieron prohibidas, y aún hay algunas que lo siguen estando), o el derecho al libre tránsito, sobre la base de que ello era necesario para proteger la salud. Esto no ha sido exclusivo de Panamá, por supuesto, ha sido un fenómeno cuasiuniversal en occidente (con notables excepciones, como Uruguay, Islandia, Suecia o Nicaragua). Independientemente de si las medidas cumplían un propósito o no, si tenían fundamento o no, lo cierto es que toda medida que afecta a la ciudadanía, debe tomar en cuenta a la ciudadanía. La ciudadanía tiene derecho a participar en la toma de decisiones, hacer críticas, cuestionamientos y aportes. Desde el más letrado hasta el que menos.

La tecnocracia, por contraste, es un régimen en que mandan “los que saben”, los universitarios, los titulados. Los demás, el campesinado, a callar y obedecer. Es un reempaquetamiento de la utopía (más bien distopía) platónica del filósofo-rey, en que “los que saben” mandan, y los demás, los campesinos ignorantes, obedecemos. Como expresa Gabriel Zaid en “De los libros al poder”, ya “no son los arios, ni los proletarios, ni los cristianos, ni los occidentales, los que imponen su ser, como modelo culminante de la humanidad: son los universitarios, la gente de libros”, y “las universidades, a diferencia de los monasterios, se volvieron centros educativos de personal para la corte, lugar de paso indispensable para llegar al poder, lo cual no ha sido un progreso”. Es una forma de dominación en que se despoja a las personas del derecho a decidir sobre sus vidas, pero esta vez en el nombre de la ciencia.

Ahora resulta, pues, que los que han sido afectados de modo adverso por la destrucción económica ejercida en nombre de la salud, no pueden opinar sobre los confinamientos. Si has perdido o te enfrentas a perder tu negocio, o tu empleo, y osas cuestionar si no será que los confinamientos y los cierres económicos no serán remedio peor que la enfermedad, no faltará quien, desde la autoridad que le otorga una bata blanca, te diga que te calles, pues solo los médicos, “los que saben”, pueden opinar.

Los padres de familia no pueden opinar sobre los cierres de escuelas ni cómo estos afectan a sus hijos. Los emprendedores y los profesionales independientes, preocupados por la posibilidad real de perderlo todo, no pueden opinar sobre las intervenciones no farmacológicas instituidas para combatir la pandemia. Solo los médicos pueden opinar.

Rudolf von Virchow, considerado el padre de la patología moderna, y de la llamada Medicina Social, solía decir que las epidemias son fenómenos sociales que contienen algunos elementos médicos. Posición que expresa la genuina actitud científica, que es una de humildad.

La idea de que una pandemia como la que hemos enfrentado este 2020, es algo sobre lo que solo puedan opinar los médicos, apesta a paternalismo. La petulancia insufrible de quienes se creen con autoridad para decirte a ti que te calles, porque no eres médico, y que te aguantes, sin cuestionar, decisiones que afectan tu vida, tu salud, tu capacidad de generar ingresos, la educación de tus hijos, y tantos otros elementos y derechos que te están siendo negados por decisiones tomadas por “los que saben”, es paternalismo médico llevado al extremo. Es una posición petulante que parte de una posición cientificista -cosa muy, pero muy distinta a la actitud científica-, que barre bajo la alfombra el hecho de que las decisiones de las personas implican juicios de valor, y no solo conocimiento “científico”. Las personas son dueñas de sus vidas y tienen derecho a decidir sobre sus propios riesgos. Que alguien con toga o con bata blanca te diga que tú no puedes opinar sobre tu salud, ni tienes derecho a informarte por tu cuenta para tomar decisiones informadas, ni tienes derecho a quejarte cuando el Estado te viola tus derechos fundamentales, ni a decidir por ti mismo, porque no tienes “credenciales”, es la antítesis de la autonomía de las personas, de la libertad y del republicanismo. Es paternalismo.

No son todos los médicos, ni son solo médicos quienes así piensan. Pero es, lamentablemente, una perversión muy difundida.

Abogado
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