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- 03/01/2020 00:00
Cuando un médico huye
Recientemente, la ministra consejera de Salud, Eyra Ruiz, aclaró que los médicos extranjeros a contratarse lo serán en especialidades puntuales relacionadas con la pandemia. Eso me recordó el grito desesperado que en junio de este año lanzó el doctor David Villalobos, director en ese momento de la UCI del Complejo Hospitalario Metropolitano, clamando a sus colegas de todas las ramas, para que se sumaran a trabajar en las unidades de tratamiento bajo la supervisión y entrenamiento de intensivistas e internistas. Esto les habría permitido ampliar el abanico de recursos en cuanto a personal capacitado, estudiar y planear mejor la estrategia de atención a los pacientes, además de dar un respiro al extenuado personal existente. En términos de eficacia de resultado, puede decirse que nadie se presentó.
Inocente y aún creyendo, a través de un artículo publicado en julio, hice un llamado a la comunidad de la salud para que ante la pandemia que nos asola, depusieran su actitud irresponsable y falta de solidaridad en concurrir a sus deberes. (https://www.laestrella.com.pa/opinion/columnistas/200726/medicos).
Todo empeoró. Cansado, pero no vencido en su conciencia, Villalobos en agosto renuncia y dijo de sus colegas que: “Perdieron la oportunidad de oro de demostrar lo que tienen en el corazón; y no lo hicieron. Demostraron lo que les falta en el corazón, que es solidaridad con el pueblo panameño y con sus colegas que estamos en los hospitales”… “Me han decepcionado y son una vergüenza, todos” … “No tengo la más mínima intención de disculparme con ninguno de ellos. Para mí, son una decepción”. (https://www.laestrella.com.pa/nacional/200817/me-han-decepcionado-son-vergueenza)
Para nadie es un secreto que desde antes de esta tragedia, nuestro sistema de salud es un mísero pordiosero del presupuesto del Estado y es, a su vez, un reflejo de la atrofiada sociedad en la que vivimos y de un sistema distorsionado y desigual de convivencia, en donde la amoralidad se ha empoderado del pensamiento mismo de las personas.
Sin embargo, en medio de esto, la población siempre mantuvo un respeto y hasta veneración por los de bata blanca, en el entendimiento humilde y elemental de que “… el doctor es un hombre bueno, noble y muy inteligente…” (El doctor de mi pueblo; CASTRO, Delfina; Novela). Esta percepción popular se hizo pedazos con la COVID-19 y nos hizo hacer inventario de las veces en que este sector ha recurrido a huelgas por reivindicaciones salariales y no pudimos encontrar una sola con sacrificio de sus salarios, en que el único móvil haya sido la mejora del sistema de salud.
Por el contrario, testigo es el sufrimiento de los ciudadanos de su complicidad, así sea por omisión, en mantener el marasmo del sistema sanitario. Igual ha sido su complacencia que se traduce en que hoy las citas para un especialista demoren meses, pero ese mismo especialista está disponible en su práctica privada, lo que constituye una competencia desleal y claro conflicto de intereses. Los médicos no son responsables del fracaso de nuestro sistema de salud, pero no han hecho nada respecto a este estado de cosas que, simplemente les conviene. El pueblo ha tolerado esto por décadas.
Hoy, en la hora aciaga en que pudieron pagar con creces su deuda moral, “volvieron grupas ante el enemigo” y cual avestruces corrieron a esconderse. En un campo de batalla, eso se pagaría con el fusilamiento. Sé que cumpliendo con su deber se jugaban literalmente la vida. No juzgaría a ninguno que hubiese decidido no hacer frente, sino fuera porque no tuvieron la decencia ni el decoro de dejar de cobrar.
Cuando llegue la vacuna, serán los primeros en inocularse y luego los veremos robando cámara y llenando los cuartos de cuidados intensivos y las salas de hospitalización. Estas notas se refieren a esa mayoría de profesionales sanitarios que pudieron hacer y no hicieron. Caídos en desvergüenza y deshonor, no merecen otra cosa que nuestro más absoluto desprecio.
Para los héroes y los mártires caídos en la línea del deber, toda la gloria de una Nación agradecida. Al decir de las sagradas escrituras: “sus nombres serán gritados desde las azoteas”.