- 15/03/2021 00:00
La primera ciudad en Ancón: la Nueva Panamá
En un artículo titulado “Fundación de Panamá la Nueva”, publicado en la prensa periodística (1906), Enrique J. Arce y Juan B. Sosa escriben que “El 21 de enero de 1673 Antonio Fernández de Córdoba daba cumplimiento á un decreto real sobre el traslado de la ciudad a Ancón con la asistencia y el asentamiento de lo más notable que existía en Panamá la Vieja”. Los autores explican que, según una carta enviada a la reina el 25 de julio de 1675 por Alonso de Mercado y Villacorta, gobernador de la provincia de Tierra Firme y presidente de la Real Audiencia de Panamá, le tocó entre otras cosas, la formación del Arrabal. Para darle cuenta de este procedimiento a la reina, Villacorta le escribe: “Señora… Don Antonio Fernández de Córdoba mi antecesor á quien se encargó de la mudanza de esta ciudad con atención á su más segura defensa hizo de todo el sitio una ciudadela… estrechó demasiado la planta no dejando en ella otros tantos solares … y así cuando acudieron los originarios beneméritos que al principio rehusaron mudarse no hubo sitios en que ponerlos … asi mismo la gente pobre de mulatos, sambos y negros libres que no cupieron tampoco dentro, hizo necesaria la formación del arrabal con bujios y ranchos de Paja que pudiesen fácilmente quemarse llegando la ocasión de Imbasión de enemigos. Esta disposición y el ser el sitio del arrabal algo más eminente y de ygual combeniencia de ser poblado inclinó los deseos de otros muchos españoles y mosos libres de todas suertes a que dexando las avitaciones y Puertos en que bivian retirados, se agregaron al arrabal como también se sitiaron en él otras personas forasteras de diferentes partes por la combeniencia de solares que resibían y por las comodidades de mejores aires, aguas y salud en este nuevo sitio del Ancón” [sic]. La presencia de población extranjera en el Arrabal es corroborada por Alfredo Figueroa Navarro, quien describe el sitio con una fuerte presencia foránea en el perímetro del arrabal santanero, los cuales aparentemente no encontraron espacio habitable en San Felipe.
Santa Ana estuvo conformada por los sectores Norte, Sur, Calidonia y San Miguel, de acuerdo con las leyes de 1855. Alfredo Castillero Calvo (1984) anota que el trazado urbano de este sector de la ciudad imitaba deficientemente al intramuros. Allí estaba ubicado el mercado público, situado a poca distancia del foso adyacente a la plaza. Este no era el único. Benjamín Vicuña, en 1867, señaló la existencia de otro mercado cerca al muelle, por Playa Prieta. En Santa Ana destacan, además, el templo y plaza del mismo nombre, las calles de Salsipuedes, el Matadero y la de las Chancletas, cuna del liberalismo arrabalero, escribe Santiago D. McKay (1944). Pero, sobre todo, la presencia de la terminal pacífica del Panama Railroad Company, instalada en las proximidades de Playa Prieta, esperanza de progreso y modernización para los citadinos, que, no obstante, vieron esfumarse las rentas de muchos negocios prósperos, porque los hizo innecesarios o porque al reducir distancia y tiempo de permanencia en el istmo, tuvieron menos clientela. Hablamos de los muleros y canoeros, como de varias posadas y pueblos en los que el ferrocarril ya no hacía obligante una parada.
En el proceso de legitimación de las relaciones de dominación, algunos sitios fueron exaltados y otros racializados. Una tendencia que continúo en años posteriores. Por ejemplo, para Cash (1869), todo el conjunto de Santa Ana era un sitio con un olor tan desagradable que escribió: “Cologne, the city of foul smells, can produce nothing more villanous”. Este es un ejemplo de cómo, a partir de paradigmas basados en la colonialidad, se articulan miradas de diferencia y de segregación hacia espacios sociales, catalogándolos de inferiores y marginales, sin tomar en cuenta una visión holística y pluricultural del entorno.