• 19/04/2021 00:00

23 de abril: Día Mundial del Libro

“En el marco de las decisiones para reconstruir lo perdido por la pandemia, seremos mejores en la medida en que apoyemos a los autores y creadores literarios, distribuyendo masivamente sus libros […]”

El próximo viernes 23 de abril, se celebra el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, declarado en 1995 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

En este tiempo de pandemia, con los retos que ha significado el tema de la educación virtual y a pesar de la bajeza con que algunos obran en estos días, creo preciso que la humanidad debe regocijarse por lo que ha alcanzado y porque hay pocos vehículos tan importantes que unen el pasado con el presente; el libro: vínculo que trabaja afanosamente por garantizar un futuro en donde todos nos podamos encontrar sobre el mismo terreno.

Por esas coincidencias de la vida, tres grandes escritores de la literatura mundial fallecieron el 23 de abril de 1616: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el escritor Gómez Suárez de Figueroa, mejor conocido como el Inca Garcilaso de la Vega. La Unesco señala que varios otros escritores de significativa importancia fallecieron durante el mes de abril entre los que reconocen al escritor colombiano de poesía y cuentos Manuel Mejía Vallejo; el galardonado novelista francés Maurice Druon; El catalán Josep Pla, escritor y periodista y el metalingüístico Vladimir Nabokov poeta cuentista y novelista ruso. La Unesco subraya que: “Por este motivo, esta fecha tan simbólica para la literatura universal fue la escogida por la Conferencia General de la Unesco para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores, y alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irreemplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural”.

En el año 2012, la Unesco decidió celebrar las traducciones, “coincidiendo con el 80 aniversario de la base de datos Index Translationum, que contiene información sobre traducciones publicadas, proporcionada por bibliotecas nacionales, traductores, lingüistas, investigadores y bases de datos de todo el mundo”.

En los últimos años, muchos dependen de las traducciones que realizan los programas o aplicaciones electrónicas, sin medir las posibles deficiencias sutiles que se pueden dar en una traducción.

Por ejemplo, los traductores profesionales son la garantía, muchas veces, entre la vida o la muerte en algún proceso hospitalario a nivel internacional, en donde equipos de diversas nacionalidades realizan intervenciones médicas de alto riesgo. He sido testigo en más de una ocasión de las veces que cualquier advenedizo ha pretendido realizar a la ligera esta tarea tan especializada. La labor de estos profesionales, conocedores del idioma, ha sido invaluable a lo largo de los años a la hora de negociar el fin de la guerra, para procurar el camino hacia la paz entre facciones rivales. Una frase o una palabra mal traducida o interpretada pueden dar al traste con los espacios negociados por el bien común. Ellos son los verdaderos constructores del puente entre las culturas, entre los mundos documentales y creativos que han hecho posible entender los diversos caminos de los que venimos y que algún día esperemos que se encuentren en un solo fin.

En este tiempo, tan crucial para un gran sector de la humanidad, los más vulnerables, los que más han perdido como consecuencia de la pandemia, celebrar el libro, independientemente de su forma de presentación, tradicional o electrónica, siempre será una ventana para salir de las dificultades que ya enfrentaban. Los que hacen posible el conocimiento que albergan los libros, merecen más que una fecha de reconocimiento.

Si tomamos un tiempo para conversar sobre lo que ha ganado la humanidad en términos de entendimiento entre culturas, gracias a la labor de escritores, autores y traductores, nos debe avergonzar reconocer el difícil camino que enfrentamos en este país para impulsar el conocimiento por medio de la lectura. Están aquellos que prestos, critican a los que vemos desventajas y que subrayamos las deficiencias en medio de las bonanzas y oportunidades económicas. Nada de eso vale la pena, si no podemos promover la lectura.

En el marco de las decisiones para reconstruir lo perdido por la pandemia, seremos mejores en la medida en que apoyemos a los autores y creadores literarios, distribuyendo masivamente sus libros, así como hacemos con las tabletas electrónicas. Celebremos, como señalara la Unesco, “la insustituible contribución de los autores al progreso social y cultural”. Sin duda alguna, nos elevará al primer mundo.

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