• 26/04/2021 00:00

'Izquierdicismo'… o cuando no se sabe multiplicar socialmente

“El pueblo espera liderazgos con actitudes que multipliquen, no que dividan, so pena de no acuerpar movimientos, aunque se digan populares”

Hace unos tres lustros, tuve la oportunidad de tener acceso a un documento elaborado por agentes de la pastoral social de la Iglesia católica argentina y de su líder en ese momento, monseñor Jorge Bergoglio. El documento tenía el sugestivo título de “La nación por construir. Utopía pensamiento y compromiso”, del cual, me llamaron sobremanera dos ideas fuerza de harta importancia para cualquier proceso de construcción de una nación, pueblo o sujeto social histórico.

En primer lugar, se ponía el énfasis en la necesidad de ponerle atención a lo real y no a lo formal. Como quien dice, a lo trascendente y no a lo intrascendente, a lo imprescindible y no a lo prescindible. Esto es particularmente relevante, en un escenario que el autor colectivo de la citada obra presagiaba para Argentina y América Latina; sin duda, hoy parece haberse presagiado para nuestro país. Se afirmaba que “La sombra de una nube de desmembramiento social se asoma en el horizonte mientras diversos intereses juegan su partida, ajenos a las necesidades de todos. La primacía de lo formal sobre lo real es funcionalmente anestésica” (Cardenal Jorge Bergoglio, 2005). A la postre, se infería aquí que tal hecho producía una “cierta incapacidad de encarar problemas reales” (Ibidem).

Esta particularidad que sugiere referirse a la generalidad de un pueblo, no omite a los actores organizados o iniciativas colectivas que se plantean una lucha que aspira a encarar con propiedad los problemas sustantivos de una nación como la nuestra. Y efectivamente, encontramos entre los organismos que se dicen identificados con las clases populares, la preminencia de este desacierto, el cual se traduce en la negación de la construcción del primer paso que merece ser trabajado para poder tener suficiente fuerza que encare con éxito nuestros problemas reales.

A fin de cuentas, pareciera haber una conjura generalizada en el proceso de desmembramiento social al que hizo mención el documento capitaneado por el hoy papa Francisco. Conjura en la que los grupos que se autodenominan “alternativos” o de “izquierda” parecen estar fomentando activamente, sin que se percaten de ello, fenómeno que no es único en Panamá. Francine Mestrum, un analista internacional de solvencia intelectual, da cuenta de que lo que nos ocurre en Panamá es un proceso social global; a saber: “Los movimientos sociales son muy débiles por su falta de coordinación. Se aferran a estrategias desesperadas que solo hacen que la cuña sea más profunda” (2021). Frente a esta realidad, es forzoso que reconozcamos que los problemas que nos arrecian… no resultan de intereses de los financistas y oligarcas istmeños, sino de la coincidencia de los intereses de estos, con los de los magnates de las corporaciones transnacionales.

Si esto es así, la construcción de un sujeto social que enfrente la realización de estos intereses se convierte en una urgencia más que nacional, aunque se vislumbre lejana. La cuestión es que, si nuestros movimientos sociales siguen enfocados en lo intrascendente a la hora de fomentar la unidad de fuerzas populares, seguiremos siendo parte de la corriente globalizadora; viendo lisiados como se cumple el desmoronamiento social del que nos hablaba el arzobispo Bergoglio.

Este fenómeno -que denominamos “izquierdicismo”- parece ser parte de lo que algunos teóricos calificaban, desde el siglo XIX, como la enfermedad infantil de los que quieren ser fuerza transformadora, anteponiéndose a todo lo que producen, hacen o argumentan los agentes del sistema que atiza las inequidades sociales, perdiendo de vista el carácter dialéctico de los procesos, que no opera per sé con la mera oposición a lo que es contrario. Lo mismo, que no funciona excluyendo lo distinto por ser diferente, sin antes evaluar si en esencia es parte de su misma unidad, en este caso, popular o de clase o nacional, del que es inconveniente desprenderse por ser un apoyo posteriormente.

Es decir, entre nuestros organismos populares encontramos los que no aceptan que un grupo de sensibilidad en favor de la justicia social participe de diálogos incitados por los que representan el poder político de turno, como del de la CSS o el Bicentenario. Lo peor, hacen de ese criterio, que es absolutamente secundario y hasta intrascendente, una cuestión trascendente. Con lo cual, el resultado es la exclusión de fuerzas requeridas eventualmente para la lucha. El pueblo espera liderazgos con actitudes que multipliquen, no que dividan, so pena de no acuerpar movimientos, aunque se digan populares.

Sociólogo y docente universitario.
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