• 06/07/2021 00:00

Muerte de Ariel Barría Alvarado estremeció las letras

“Vamos a extrañar sobremanera a Ariel. No se lo llevó la pandemia que azota al país y al mundo todo, sino los caprichos de la Parca siempre irreverente e inoportuna”

El 11 de junio pasado murió de un infarto fulminante el escritor (novelista y cuentista de altísimos quilates), profesor de la USMA y promotor cultural Ariel Barría Alvarado. Nacido en Las Lajas, Chiriquí, el 23 de marzo de 1959, sin duda alguna era uno de los escritores más respetados y queridos de nuestro país. Su partida súbita representa una inmensa pérdida para las letras de Panamá. Su muerte ha dejado devastados anímicamente a familiares, gran cantidad de amigos, colegas y ex-alumnos.

Licenciado en Humanidades y Profesor de Español (por la Universidad de Panamá, 1987), hizo un Postgrado en Docencia Superior (en la Universidad Santa María La Antigua, en 2012). Fue jurado en múltiples concursos literarios. Sus colecciones de cuentos son las siguientes: “El libro de los sucesos” (2000); “Al pie de la letra” (2003); “En nombre del siglo” (2004); “Ojos para oír” (2007); “Al pie de la letra y otros cuentos” (2007); “Losa doce” (2016). Y las novelas: “La loma de cristal” (2001); “La casa que habitamos” (2007) y “Las canciones que el público nos pide” (2016).

Sencillo pero de una notable inteligencia; impulsor de innumerables escritores noveles a lo largo de los años, quienes acudían a él en busca de consejos y cuidadosa revisión de sus textos; profesor dueño de una didáctica profunda pero ecléctica adecuada a las circunstancias; él mismo un notable cuentista y novelista poco estudiado por la crítica, Ariel gozaba de una personalidad multifacética y de una sonrisa que iluminaba los más oscuros rincones con su contagioso don de gentes. Cualquiera que lo haya conocido bien coincidirá sin duda conmigo.

Como editor tuve el honor de publicarle en el año 2000 su primera obra literaria (“El libro de los sucesos”, cuentos). Cuando en 2001 logré que la Universidad Tecnológica de Panamá lanzara por primera vez en nuestro país un “Diplomado en Creación Literaria”, él fue de los pocos escritores-profesores que de inmediato acudieron a mi llamado para formar parte del equipo, y por ochos años fue parte indispensable del mismo enseñando el curso de novela, hasta que el exceso de trabajo en la USMA lo hizo retirarse. En los cursos de literatura PROFE, primero del antiguo INAC y luego del Ministerio de Cultura, fue también desde el principio facilitador del curso de novela.

Debo consignar que Ariel fue a la primera persona que le confié mi idea de crear el 25 de abril de cada año (fecha del nacimiento de Rogelio Sinán), el “Día del Escritor Panameño” y la Condecoración “Rogelio Sinán” a la excelencia de toda una vida dedicada a la creación literaria; proyecto que fue apoyado por la UTP, lográndose que la Asamblea Legislativa de aquellos días aprobara ambas iniciativas como parte integral de una sola Ley de la República, que se mantiene vigente. Además, múltiples veces acepté sus sabios consejos, las sugerencias que me hacía sobre diversas iniciativas y sobre la manera de evitar posibles errores, de los cuales me prevenía. Su sabiduría era múltiple, versátil, práctica, desinteresada. Jamás le conocí ostentación alguna, ni creo que tuviera enemigos.

Lamentablemente, no todos los escritores nacionales se preocupan por el perfeccionamiento de nuestras letras más allá del cuidado de sus propias obras; no les interesa la promoción de talentosos autores emergentes que van surgiendo a cada rato en nuestro medio, pese a los poco incentivos que existen en cuanto a la publicación de sus obras. “Cada quien que se rasque con sus propias uñas”, parecería sugerir su permanente distanciamiento, su silencio. Nada tan alejado de la naturaleza de Ariel Barría Alvarado, cinco veces ganador del Concurso Nacional de Literatura “Ricardo Miró” como cuentista y novelista. Quienes se iniciaban en la escritura creativa acudieron a él -literalmente- hasta el día antes de su muerte, y aunque siempre estaba ocupado encontraba tiempo para atenderlos, aconsejarlos, guiarlos.

Ahora hablaré en presente porque su notable obra literaria seguirá existiendo: Como cuentista y novelista conoce a la perfección los elementos rectores de la buena ficción. Su manejo del tiempo, de los cambios de punto de vista narrativo, de las tonalidades, los intríngulis de la creación de personajes y ambientes, de tramas y desenlaces perfectamente conducidos, son prueba fehaciente de su talento, ya que connotan verosimilitud, y una notable destreza en descripciones y narraciones, en diálogos y monólogos interiores. No en balde diversos jurados en distintos momentos premiaron sus obras en el Concurso Miró, así como en el “José María Sánchez” de cuento de la UTP, y en otros certámenes locales.

Vamos a extrañar sobremanera a Ariel. No se lo llevó la pandemia que azota al país y al mundo todo, sino los caprichos de la Parca siempre irreverente e inoportuna.

Cuentista, poeta, ensayista, promotor cultural.
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