- 11/08/2021 00:00
Balance de la competencia
Se fueron llenos de emociones y anhelos. Compitieron y regresaron sin preseas. Hubo esfuerzos, retos, nuevas experiencias en las Olimpiadas de Tokio. Cada uno vino con mucho que contar de una cita deportiva muy especial. Su representación no le dio al país medallas, salvo algún desenvolvimiento sobresaliente, y pocos llegaron a las etapas finales de sus justas y desafíos.
Es el primer gran encuentro mundial que reúne a deportistas con posterioridad a la cruda pandemia que aún no cesa. Se esperaba alguna sorpresa y ver pasar a más de uno de los representantes nacionales con sus premios colgados del cuello, mas no fue así. Surge la pregunta del porqué de tan bajo nivel de desempeño; que no tiene que ver con cada uno de los atletas que viajaron a la cita en el archipiélago japonés, sino el contexto detrás de ellos.
Uno se pregunta ¿por qué cuando Panamá participa en un certamen internacional, en el que individuos o grupos intervienen, sucede lo mismo? Una gran desilusión nos embarga y no existe un balance de qué fue lo que ocurrió. Esto no quiere decir que faltan las teorías; es lo que pulula en los medios de comunicación y la mayoría se siente con derecho de analizar y sacar, como arte de birlibirloque, las más ocurrentes especulaciones.
Si se mira al deporte como espectáculo, hay una curva de interés que se inicia cuando la figura se apresta a intervenir en la actividad. Es necesario, porque el entusiasmo promueve a las audiencias hacia las ofertas mediáticas. Después, el nivel de desenfreno se produce en la fecha; cada uno se posesiona con o sin bebidas frente al televisor y cierra todo contacto, si es fuera del país. Viene el enfrentamiento y luego… todo es decepción al acabar.
La atención se posa sobre el momento, como si el deporte fuera un escenario de instantes y no la conclusión de un proceso. Nadie se pregunta ¿qué hay detrás de todo esto? Pocos saben que el desempeño en este campo requiere de preparación, planificación, proyección y metas que deben ser acompañadas con indicadores perceptibles. Algunos de los miembros de la delegación local, al entrar a Tocumen, declararon que miran la cita en 2024.
El deporte en Panamá está desprovisto de mucho. No hay mayor respaldo institucional. Existe un gran presupuesto, pero su destino no queda en las canchas, ni piscinas; tampoco en el entrenamiento. Hay una preparación universitaria en esta disciplina, pero que solo forma profesores y no entrenadores de áreas de alto desempeño. La mayoría de quienes se dedican a preparar talentos, lo hace por entusiasmo, gusto, pero no respaldado por la ciencia.
Le consulté a un experto en esta materia y me confesó que el asunto es que quienes tienen alguna inclinación, practican casi en soledad y buscan alcanzar objetivos nacionales y solo llegan hasta allí. Si alguna persona les acompaña o apoya, entonces se procura conseguir algo más, pero no apuntan a lograr cifras o calificaciones dirigidas a índices internacionales. Por eso, muchos de los panameños que aparecen en las competencias, provienen de afuera.
De pronto, surge alguien que descuella y al conocerle, resulta que estudia o reside en otro país y allí, silenciosamente, se desenvuelve con todo un aparato técnico que garantiza su proyecto y lo vemos después con qué capacidad ejecuta sus tareas y enfrentamientos. No es asunto de “birrias”.
“La universidad debe preparar a especialistas en ambos ramos”, me dice el experto. Además, insiste en el mantenimiento de los coliseos y locales. Esta pequeña nación debe preocuparse por una política deportiva que garantice un mejor ambiente para quienes se interesan en estas prácticas, no importa cuán tradicional o nueva sean ellas.
No hay que pensar en París, sino en el esfuerzo, compromiso, tecnología y, sobre todo, responsabilidad necesarios para llegar allá.