• 08/10/2021 00:00

Recomendaciones para cuentistas que se inician

“[…] uno puede sin duda aprender todo este tipo de detalles formales en un buen taller, […]; pero el talento no se puede fabricar: es innato. Lo que Natura no da, Salamanca no presta, dice un viejo refrán”

Cada vez que quieras escribir un cuento piensa detenidamente en los siguientes aspectos a considerar antes de iniciarte en el proceso de la escritura:

El tema específico del que habrá de tratar la historia.

Las características generales o específicas que podrían tener los principales personajes.

La atmósfera que podría serle propia a la historia que tendrás que contar.

La manera en que, en principio, te gustaría contar la historia (técnicas o procedimientos narrativos: narrador o narradores; tono del lenguaje; manejo del tiempo y el espacio; el estilo general de la redacción).

La inserción de determinadas anécdotas reales o imaginarias dentro de la historia y el orden en que podrían ir apareciendo, lo cual implica un manejo adecuado del tiempo.

Todos estos elementos, juntos, son los que en un momento dado permiten articular eso que ha dado en llamarse la “trama”. Vista así, esta no es más que la cuidadosa elaboración de las secuencias de la historia, la manera de presentarlas y la relación conceptual y temporal entre las mismas. Todo lo cual, en su conjunto, permite que el lector perciba la “visión de mundo” del autor, y se convenza de si tiene o no “madera” como creador de ficciones.

Si se trata de un cuento, la capacidad de concentración extrema de los elementos del texto suele contribuir a su enriquecimiento artístico. Tal vez porque se trata de méritos de difícil adquisición tomando en cuenta la complejidad de la experiencia humana, materia prima de la buena literatura. Y sin embargo, sabemos que hay cuentistas especialmente dotados que nacen con este especial don.

En términos generales, estas recomendaciones se aplican tanto a quienes planean largamente sus historias antes de plasmarlas por escrito (la mayor parte de los escritores), como a los que tienden a improvisar a partir de una primera, o de todo un párrafo, y de ahí en adelante, por asociación de ideas, van creando secuencias narrativas dejándose llevar por una suerte de “escritura automática” que les permite ir articulando una historia. El contenido de estas sugerencias implica la sumatoria de ciertos principios básicos de la creación de ficciones, que todo escritor debe tomar en consideración.

En el primer caso, el creador se confía a su imaginación, pero sobre todo a su buena memoria, ya que luego tendrá que recordar lo planeado para transcribirlo de la manera más fiel posible (aunque siempre habrá cambios sobre la marcha mientras se redacta). En el segundo, la escritura automática es posible porque en esa primera frase (o párrafo) hay siempre palabras claves -sustantivos y verbos, sobre todo-, que derivan hacia otras palabras que a su vez integran frases significativas mientras avanza la secuencia.

Hay que entender que el poder de sugestión de ciertas palabras o combinaciones de palabras ha sido siempre un potente detonador de significados posteriores. Sin embargo, ese tipo de escritura no es tan automática como podría parecer en un primer momento, ya que entraña, consciente o inconscientemente, el echar mano de experiencias previas, reales o imaginarias, que de alguna manera afloran de forma fragmentada y sin causa aparente en el proceso de la creación; nunca se parte realmente de cero: siempre hay una vivencia oculta tras la selección de las palabras.

En lo personal, así he escrito la mayor parte de mis cuentos y poemas, y en cierta medida incluso muchos de mis ensayos. Como desde muy joven conozco mi mala memoria (un hecho casi endémico al que no le hallo explicación), precisamente para suplirla me sumerjo en ese oasis reconfortante que es siempre la imaginación, y le doy carta de legalidad asimilándola lo mejor posible a una realidad mças genuina que pueda serle aceptable a otras personas.

Y es que, obviamente, toda fantasía debe parecer real para que sea creíble. Esto es algo elemental. Lograrlo es, por supuesto, cuestión de talento, pero también de prolongada experiencia literaria. Y es menester -algo ineludible- que el escritor sea el primer convencido de la realidad de sus pasajes inventados si el fenómeno de la credibilidad -eso que suele denominarse “verosimilitud”- ha de repetirse en el lector como un hecho natural e inevitable.

Por supuesto, temas y técnicas narrativas hay muchas. Pero al imprimirle a una historia el particular punto de vista de un personaje de acuerdo a su personalidad, o el del propio autor disfrazado de narrador omnisciente que todo lo sabe y hasta puede meterse en la mente y emociones de sus personajes, se estará inclinando de cierto modo y no de otro la percepción del lector.

Finalmente, uno puede sin duda aprender todo este tipo de detalles formales en un buen taller, con un buen guía y mucha disciplina; pero el talento no se puede fabricar: es innato. Lo que Natura no da, Salamanca no presta, dice un viejo refrán.

Cuentista, poeta, ensayista, promotor cultural.
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