- 23/02/2022 00:00
El legado de escribir y compartir
Al escribir estas palabras sobre Virginia Arango Durling, mi única hermana, la tercera en la familia, de la cual tres somos hermanos varones, me he metido en un lío, porque a ella no le gusta llamar la atención.
Recuerdo que cuando mi hermana le dijo a mi papá que iba a estudiar Derecho, carrera que también yo estudié, se “formó un alboroto”, porque él odiaba a los abogados.
Conversando con mi primo Alfredo Arango Restrepo, reconocido psicólogo, instructor y escritor, le comentaba que Virginia “nunca tuvo en sus planes estudiar Derecho, cuando era niña quería ser pintora, habilidad que heredó de mi madre, luego quería ser pediatra, pero, al asistir a clases en la Facultad de Derecho, se sintió atraída por las leyes”, y como ya tenía un trabajo luego de regresar de sus estudios de secundaria en Estados Unidos con sus abuelos maternos que pagaron sus estudios por ser la única nieta en la familia, en aquellos días, no quiso dejar su trabajo, porque mi papá decía que “el que quería ir a la universidad, pagara sus estudios”.
Con perseverancia culminó la carrera de Derecho en jornada nocturna, ejerció la profesión, participó, en la Universidad de Panamá, en un concurso de investigadora en el Centro de Investigación Jurídica, el cual no ganó, eso la desanimó, aunque meses más tarde ocupó una vacante en la misma institución, luego de renunciar como abogada de la oficina de nuestro tío Walter Durling.
Compartió enseñanzas y experiencias con la Dra. Aura Guerra de Villalaz, directora de ese centro de investigación, que había sido su profesora, y directora de tesis de licenciatura, y ahí encontró su interés por la investigación. Dictó clases en Derecho Penal y Derechos Humanos, y obtuvo su catedra de Derecho Penal, luego el Doctorado con especialidad en Derecho Penal, Apto cum laude, estudio que se le dificultó al compartir sus actividades de trabajo, de esposa y madre de familia. Don José María Rodríguez Devesa, que vino a Panamá, fue su primer director de tesis doctoral, y luego, ante su retiro académico, le tocó la dirección a don Luis Rodríguez Ramos.
Virginia siempre ha sido estudiosa, lo heredó de mi abuelo Fred Durling Arosemena, con quien compartió parte de su niñez y adolescencia, y en nuestra casa ningún libro se escapó de sus manos, inclusive hasta el pobre Diccionario Larousse, y cuando íbamos a la finca, ya estudiando la carrera de Derecho, se sentaba detrás del asiento del chofer, que era mi papá, para estudiar.
Veo en Virginia, algunos rasgos de mi mamá, Virginia Durling de Arango, y cuando Alfredo habla de ella dice que “tenía un carácter tolerante, muy educada, respetuosa y amable con todos, una dama bella y de suave carácter”; mientras que mi papá, Rubén Arango Henríquez, era un hombre de carácter fuerte con actitudes machistas, que un día se quejó cuando mi hermana escribió en el periódico sobre algo del “turno de las mujeres”.
Quizás lo que más admiro de Virginia es su optimismo frente a las adversidades, que seguro viene de Dios por su fe religiosa, sin dejar de mencionar, su generosidad, sinceridad, lealtad, su sentido del deber y estar disponible para todos, aun cuando esté trajinada, su vocación y entrega a su familia, y en particular, recuerdo todas las atenciones que le brindó a su suegro, Campo Elías Muñoz Rubio, cuando se fue a vivir con ellos.
Termino reproduciendo parte de la reseña académica y profesional de Virginia elaborada por Alfredo Arango, que dice lo siguiente: “Actualmente Virginia tiene cuatro hijos, tres varones y una mujer, todos profesionales en diferentes disciplinas, y dos nietos varones. El Derecho Penal es lo preferido, porque las leyes están para proteger los derechos de las personas. Siempre está escribiendo porque frecuentemente realiza investigaciones, es colaboradora en diferentes periódicos y ha publicado más de cincuenta libros sobre Derecho Penal y Derechos Humanos. Ella da clases y espera seguir haciéndolo. Su exesposo es abogado de la misma área de Derecho Penal. Actualmente imparte la Cátedra de Derecho Penal a tiempo completo. Le gusta más la vida académica y la investigación que el ejercicio de la abogacía. Su futuro es continuar educando en el aula de clases y seguir escribiendo en diferentes medios impresos. Le gusta dar clases y escribir para compartir lo que escribe. Es una mujer feliz”.