• 02/03/2022 00:00

Miércoles de Ceniza

“[...] ¿cómo podemos cambiar y fortalecer los valores y principios éticos y morales para convertirnos en una sociedad diferente [...]”

El día de hoy, la mayoría de los católicos que asistan a la iglesia, recibirán con evidente fervor y compromiso de conversión, la imposición de la ceniza. Orgullosos de nuestra Fe, mantendremos la frente en alto, luciendo esa cruz de cenizas que, de acuerdo con la tradición, simboliza la caducidad de la condición humana; es un signo penitencial y, lo más importante para mí, como signo de conversión, que, subrayo, debe ser la nota dominante durante toda la Cuaresma y por siempre en nuestras vidas.

Y es que la conversión entraña, ante todo, un cambio de comportamiento, pero va más allá de esto; se trata, de acuerdo con la mayoría de las iglesias, de un cambio en nuestra misma naturaleza. Un cambio de corazón y un bautismo de fuego, a lo cual agrego yo, para entrar de lleno en el motivo de esta glosa, una recuperación de nuestros valores cívicos.

Imaginemos cómo sería Panamá si nuestros valores estuvieran basados en una ética cívica, aquella en la que todos los ciudadanos nos esforzáramos como señala la Wikipedia, para pensar, justificar y realizar el gran proyecto de la convivencia justa en una comunidad social; fundamentada por los Derechos Humanos que recogen los valores que deben guiar nuestra conducta para aprender a vivir en comunidad y en armonía.

Entonces, qué nos parece si este miércoles, además de las cenizas que luciremos, nos proponemos en construir una sociedad en la que prevalezca la tolerancia, el respeto y la solidaridad hacia el prójimo, el entorno natural y los objetos públicos. Aquella donde la buena educación, la urbanidad y la cortesía orientaran nuestras acciones cotidianas. Donde aceptáramos sin llegar a la diatriba, las ideas, prácticas, creencias y nacionalidades de los demás, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras; utilizando el diálogo incluyente y franco como único recurso para solucionar los conflictos, especialmente los conflictos sociales humanos, haciendo prevalecer la justicia y la igualdad.

Se dice fácil, pero esa no es nuestra sociedad, y nos costará mucho erradicar de nuestro desempeño cotidiano, la indiferencia ante la problemática social que nos rodea; la superficialidad frívola, preocupada solo por las apariencias; el juegavivo que busca aprovecharse del prójimo y obtener beneficios sin trabajar por ellos; el culto egoísta a la belleza, al dinero, al talento, a la juventud y al placer.

Qué tal si nos proponemos cambiar, recuperamos y ponemos en práctica en nuestra vida cotidiana aquellos valores cívicos que son positivos y necesarios para el sano desarrollo de nuestra sociedad. Expongo algunos ejemplos prácticos relacionados con mi experiencia profesional, y los invito a reflexionar cada uno en los cambios que podemos llevar a cabo.

Para comenzar, apartándome del control de la epidemia de COVID-19, que por cierto ha requerido de gran disciplina ciudadana para comenzar a controlarla, pensemos en la cantidad de personas que fallecen cada año en nuestro país a causa de accidentes de tránsito y violencias. Todas esas personas le hacen mucha falta a sus familias y a la sociedad y sus pérdidas se hubiesen evitado si nuestros valores nos impulsaran a conducir de forma responsable, cumpliendo con los reglamentos de tránsito; evitando el consumo de alcohol, el exceso de velocidad y la falta de consideración y respeto por los derechos humanos de los demás ciudadanos.

Otro ejemplo que refleja claramente la necesidad de cambiar, son los estilos de vida asociados a factores de riesgo para la salud y la vida. Esos estilos de vida fundamentados, de nuevo, en la afición al placer inmediato; ocasiona que cada año más de 10 mil ciudadanos pierdan la vida prematuramente por enfermedades del sistema circulatorio, tumores malignos y diabetes mellitus. Muchas de estas muertes pudieron evitarse o postergarse, evitando estos factores de peligro y cultivando estilos de vida diferentes.

Pero el asunto del compromiso con la conversión que busca la recuperación de los valores cívicos reflejado en las cenizas de este miércoles, no se agota en el terreno personal o familiar. Es obligatorio que ese compromiso nos lleve a cultivar un interés proactivo en el acontecer nacional.

Como señaló hace algunos años un alto funcionario del SNU en Panamá, “es necesario avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible y equitativo, con un crecimiento económico centrado en la gente, en la realización de sus derechos económicos, sociales y culturales, donde se fomenten y promuevan la cohesión social y el fortalecimiento de la vida en comunidad, el desarrollo del conocimiento y las capacidades, el acceso a los servicios sociales de calidad; el fortalecimiento de las instituciones y una ciudadanía responsable activa y solidaria”.

Entonces, ¿cómo podemos cambiar y fortalecer los valores y principios éticos y morales para convertirnos en una sociedad diferente, vigorosa y solidaria, que motivada por el conocimiento de la problemática, ejerza su derecho de hacer rendir cuentas a los gobernantes, y demande, de los aspirantes que ya comienzan a pulular, propuestas claras, creíbles y objetivamente verificables. De hecho, ellos también tienen valores cívicos que comenzar a recuperar este Miércoles de Ceniza.

Médico, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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