• 03/04/2022 00:00

De fútbol y medicina...

“Tanto en la actividad deportiva como en la científica, debe haber metodología y disciplina para lograr los mejores resultados”

Aparte de la familia, el fútbol y la medicina son mis otras dos grandes pasiones en la vida. Tanto en la actividad deportiva como en la científica, debe haber metodología y disciplina para lograr los mejores resultados. El talento es, sin duda, muy importante para destacar con menor esfuerzo, pero cuando se agrega capacitación, entrenamiento y apego a las evidencias técnicas, los desenlaces alcanzados trascienden fronteras.

Fui criado dentro de un entorno profundamente futbolístico. Mi padre jugó en la segunda división de España, mientras, paralelamente, con los fondos obtenidos, pagaba sus estudios de medicina en Barcelona. Debido a la tiranía militar franquista, particularmente difícil para los catalanes, emigró a Panamá, donde, además de su trabajo como anestesiólogo en el Hospital Nicolás A. Solano, se vinculó activamente al fútbol chorrerano, llegando, incluso, en el ocaso de sus años competitivos, a dirigir al combinado provinciano en los campeonatos nacionales. Recuerdo plenamente todos esos periplos de su adultez. Su enorme afición por el Barça, equipo que seguía diariamente por la radio, en señal de onda corta, fue parte esencial del adoctrinamiento deportivo que recibí, junto a mis hermanos, durante la infancia. Me incorporé también al pateo del balón desde muy temprano, logrando entrar en la selección del Colegio Pedro Pablo Sánchez, de la Facultad de Medicina y de la cuadrilla de la Sociedad Española que asistió al mundial de hijos de emigrantes, celebrado en Galicia en 1982. Fue precisamente en ese torneo donde destacó el gran Rommel Fernández, quien aprovechó la ocasión para ser visto y fichado en tierras ibéricas. Debido a la carrera de medicina, tuve que abandonar la práctica cotidiana del fútbol, para enfocarme en mi superación académica.

Cuando uno pone pasión en cualquier oficio, resulta lógico disfrutar los triunfos y sufrir las adversidades como si fueran propias. Tanto las derrotas de Panamá y del Barça como las hospitalizaciones y defunciones durante la pandemia, han coartado muchos momentos de felicidad. La eliminación del país para clasificar a Catar 2022 y la del conjunto blaugrana para seguir en la Champions, fueron eventos dolorosos.

He vivido, no obstante, notables episodios de júbilo. Los buenos partidos de La Roja ante México, Costa Rica, Jamaica y, en casa, ante Estados Unidos o Canadá, alegraron mi estado de ánimo, al igual que los marcadores de 1-4 y 0-4 del equipo culé ante el Nápoli y el Real Madrid, respectivamente, resultaron apoteósicos. No solo ganar es placentero, sino también competir al máximo nivel posible. El vistoso juego desplegado por mis dos escuadras, proporciones guardadas, bajo la dirección de entrenadores modernos como Christiansen y Xavi, provocó el deleite de mi fanático paladar.

Prefiero, con creces, ver actuar a la selección actual que a la dirigida por Bolillo, quien tuvo la fortuna de un gol fantasma y de un relajado rival tico, ya clasificado, para ir a Rusia 2018. El proceso de aprendizaje de un grupo de jóvenes talentosos que juegan en diferentes países, acoplándolos al sistema europeo, removiendo el juego brusco, minimizando el pelotazo, infundiendo movimientos estratégicos y forjando control mental de las ansiedades, no se construye en tan poco tiempo. Algunos comentaristas deportivos han tenido, a mi juicio, un rol negativo en el desempeño de la selección, emitiendo inicialmente críticas despiadadas contra el técnico, para luego fomentar una euforia desmedida, irrespetar a los rivales y sublimar a unos futbolistas que aún no habían ganado nada. Si pretendemos ser protagonistas de la Concacaf, el engranaje técnico actual debe seguir intacto.

Para el colectivo médico, un grupo que se ha fajado como ningún otro para atender a la población, aun a expensas del elevado riesgo, saber que la vacunación contra la COVID-19 ha evitado más de 4 mil defunciones, prevenido decenas de miles de hospitalizaciones, facilitado la reactivación económica y propiciado el retorno a clases de nuestros estudiantes, genera inmensa satisfacción del deber cumplido. He tenido múltiples instantes de tristeza y desolación, especialmente durante el año 2020, por las desafortunadas bajas de compañeros, amigos y pacientes en general que no tuvieron la suerte de ser inmunizados. Esta ambivalencia sentimental se vio empañada por la falta de empatía de gente individualista, por la criminal desinformación promovida por negacionistas y activistas antivacunas, por el oportunismo de personas que aprovecharon las rigurosas restricciones para cometer prácticas ilícitas y por el comportamiento engañoso de colegas que se apartaron de la medicina científica para ganar popularidad o rédito económico. Las lecciones asimiladas han sido extraordinarias, algunas para mal, muchas para bien. Solo espero que todo lo aprendido sirva para que haya mayor inversión en ciencia, robustez del sector salud, adecuada preparación para las crisis sanitarias venideras y para que seamos seres humanos más solidarios con los demás.

En lo deportivo, deseo que el futuro se tiña de rojo o de azulgrana, según el equipo que le toque jugar. Al igual que mis hijos, soy alérgico a otros colores, en especial al blanco...

Médico e investigador.
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