• 12/04/2022 00:00

'¿Guerra justa?, ¡nunca más la guerra!'

“[...] suscribo las palabras del papa Francisco contenidas en el séptimo capítulo de su encíclica “Fratelli tutti” (2020), a propósito de la total y radical oposición que debe asumir todo católico y hombre de buena voluntad frente a cualquier guerra [...]”

En esta semana de la mayor fiesta cristiana en el mundo, la reflexión sobre nuestra conducta como sociedad, iglesia, familia y persona se hace harto obligada. Pero, como no podemos hacer todo eso en este espacio, me dedicaré solo a lo primero. Advertimos que esta meditación puede resultar extraña y hasta incomprensible para quienes no estén familiarizados con la cultura judeocristiana y sus tradiciones. Para ellos, mis disculpas.

Hace un par de semanas, se conmemoró la muerte de uno de los santos de nuestro continente Abya Yala (o como enseñan en las escuelas, América), monseñor Oscar Arnulfo Romero. Si algo me llamó la atención fue que diversos celebrantes de las misas -que pude escuchar o tener conocimiento a nivel nacional y de Centroamérica- mencionaron el acontecimiento, pero casi ninguno aclaró la razón de la agonía de este mártir. Prácticamente, obviaron que entregó su vida por una causa concreta, la de los pobres de la sociedad salvadoreña, enfrentando con estos, a los poderes político-económicos y hasta eclesiales de esa época en El Salvador. Su conducta antiguerrerista y contra la opresión que ejercían las élites económicas desde el Estado hacia las clases populares fue inaceptable para los clanes oligárquicos salvadoreños y sus mentores del norte… fariseos e imperialistas romanos de esa época en ese país.

En los eventos de la semana que discurre, esta misma actitud ha sido la predominante en las autoridades eclesiales de nuestros países; actitud que oculta la denuncia del pecado social y su correspondiente anuncio profético cristiano, que no se compromete con los poderosos de este mundo, sino con los que el Evangelio dirigió sus bienaventuranzas, estos son, los hombres de buena voluntad, los pobres, los que sufren injusticias, los que ansían la paz… los explotados y oprimidos de nuestros territorios. ¿Resultado? La complicidad con los frutos demoníacos de hoy, que al no haber valientes homilías que comprendan la realidad histórica actual de nuestros males sociales y sus raíces, se da rienda suelta a la displicencia frente a la violencia institucionalizada o frente al saqueo de nuestros recursos minerales a costa del deterioro incosteable de nuestro ambiente. A este respecto, hemos escuchado uno que otro pronunciamiento de la Iglesia católica en Panamá, pero con tal fraccionamiento institucional y cuestionables actuaciones por parte de los que ejercen su autoridad eclesial en las mismas regiones que están siendo devastadas, que terminan siendo cómplices de los poderosos con intereses en la megaminería metálica.

También, esta timidez profética da lugar a la justificación de las guerras, las cuales, se realizan a nombre de los más caros principios humanos. Como me decía en estos días un activista de una feligresía pentecostal, que en una época fue activista del otrora Partido Demócrata Cristiano -hoy Partido Popular-, a propósito de las medidas de la OTAN contra Rusia: “yo estoy de acuerdo con las guerras, porque Dios mismo guió las de su pueblo en contra de las naciones impías que los querían someter...”. Típica argumentación de lo que diría Eduardo Galeano, la de un “mundo al revés”, que ensalza valores, actitudes y conductas contrarios a los que establece la propia cultura cristiana, irónicamente, en nombre del mismo Dios.

Eugenio Campanario, sacerdote católico, en el ejercicio del viacrucis, en la primera estación (Jesús es condenado a muerte) rezaba con sus fieles que:

“Los poderosos no tienen misericordia ni con la gente ni con las naciones ni con la Tierra. Usan el poder para su beneficio, oprimen a los que deberían regir con justicia y rectitud, expolian las riquezas naturales y determinan el futuro de los seres humanos. Y muchas veces eso significa la muerte. Así ocurrió con Jesús. Pilato, que era un gobernante sin escrúpulos, decretó su muerte como había decretado antes la de muchos otros (...)” (RP Campanario, 9/04/2022).

Al final, suscribo las palabras del papa Francisco contenidas en el séptimo capítulo de su encíclica “Fratelli tutti” (2020), a propósito de la total y radical oposición que debe asumir todo católico y hombre de buena voluntad frente a cualquier guerra; esta, nos dice su santidad: representa la “negación de todos los derechos”, “un fracaso de la política y de la humanidad”, “una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal” (…). “Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!”, afirma el papa.

Sociólogo y docente universitario.
Lo Nuevo