• 28/04/2022 00:00

¿Los dos activos que más valoran los humanos?

“[...] El punto es que nuestros altos millonarios [...]. [...] recuerden que lo que ellos proporcionalmente podrían aportar para proyectos socioeconómicos del país y su desarrollo [...] para miles de miles puede ser la diferencia [...] entre “comer o no comer”.”

¿Cuáles son? Creemos que la salud y el dinero. Y solo depende del orden en que algunos o algunas los coloquen. Tal vez, en una sociedad mundial globalizada y altamente consumista, las personas -en especial hasta sus 50 años, más o menos- tengan al dinero “como el campeón de todo”. ¡Y vaya si lo necesitamos todos! ¿Hasta dónde llegó Jesús, según se puede leer en el Nuevo Testamento, al decir: “Más fácil entra un camello por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos”? Tomado en sentido literal, no hay millonario o rico que asegure una suite o una habitación cómoda en esas latitudes celestiales.

A mí se me antoja que su metáfora apuntaba más bien a los que hacen del apego riguroso al dinero una finalidad de vida, de modo que viven para la fortuna material, hasta que pueden producirla.

Es curioso ver (y oír en videos) a íconos mundiales -en este caso de la tecnología- como Steve Jobs, al hablar a graduandos de la elitista Universidad de Stanford como “invitado de honor”. No recuerdo (ya parecía haber vencido al cáncer) una sola frase en la que hablara de “Microsoft o Apple”, ni una sola mención entusiasta a sus increíbles aportes a la tecnología mundial. Sus frases estaban más bien repletas de hondas reflexiones humanas y espirituales: “Recuerden tender la mano al compañero o compañera a su lado, que, sin que ustedes lo sepan, a veces no tiene para comer y no lo dice por vergüenza”. ¿Qué le haría cambiar tanto en su velocidad de enriquecimiento vertiginoso por sus aportes tecnológicos? La salud quebrantada gravemente. Su nivel de conciencia y su súbito ascenso a una vibración espiritual más alta, transformaron su valor de la vida.

Los Gandhi, los Mandela o las madres Teresas surgen como los cometas, en rarísimas ocasiones; de modo que no esperamos que por aquí surjan seres como ellos. Lo que sí vale la pena recordar, en este Panamá de hoy, donde creo que entre un 8 a 9 % detenta el 75 a 80 % de la riqueza, es que tenemos muchos miles que o no comen en días u otros miles que solo lo hacen una sola vez. ¡Y no hablo de ofrecer limosnas a cambio del cielo! Eso no ayuda gran cosa. Es recordar que no solo “el Gobierno de turno” -cada cual con sus gulas y algunos con patologías de cleptocracias- puede remediar los clamores sociales; vale, y más para “esos los que tienen congestión”, que los “que sufren de desnutrición crónica” son mayoría y votan. Y que no nos sorprendamos alguna vez -aunque hoy parezca una utopía- que igual pensaron los millonarios o los de alto nivel económico en Perú, y hoy se quejan de “tener a su Pedrito en el Palacio”. O lo mismo pensaron los similares de Chile que hoy patalean por tener a su Boric en la Casa de la Moneda, y no es de extrañar que igual le ocurra a sus colegas económicos en Colombia, si hacemos caso a encuestas serias que desde ya señalan a Gustavo Petro como próximo ocupante del Palacio de Nariño.

¿Entonces cuál es el punto? El punto es que nuestros altos millonarios miren de cuando en cuando, al pasar dentro de sus autos exclusivos, a los entornos sociales por donde dan algunas vueltas. Y recuerden que lo que ellos proporcionalmente podrían aportar para proyectos socioeconómicos del país y su desarrollo de variadas maneras -y para sus bolsillos con el valor “de un cuara”- para miles de miles puede ser la diferencia, en cierto tiempo, entre “comer o no comer”.

¡Y el otro punto es más impredecible y negro que mandatarios izquierdistas para esos mismos privilegiados! Por ejemplo -¡y cuánto está de dolorosa ocurrencia porcentual! (lo tenemos como cosa ya común entre familiares, amigos o conocidos)-, de pronto un cáncer repentino trastorne y hasta transforme las luces de neón y la champaña Dom Pérignon Rosé Gold de solo 35 botellas al año con una chapa en oro, en un repentino olor a cloroformo y a los terribles efectos de la quimioterapia, ¡que es bastante igual de dolorosa para pobres y ricos!

¡Entonces, y solo entonces, comprenderán mejor el discurso de Steve Jobs en Standford! Tal vez demasiado tarde.

Abogado, coronel retirado.
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