• 13/05/2022 00:00

Diplomacia inclusiva, camino escarpado hacia la paz

Cuando se esperaba que el orden político mundial estaba encaminado hacia la progresiva multipolarización con la marcada interdependencia de la globalización, se produce la invasión rusa a Ucrania, que acapara la atención mediática, no sólo por las pérdidas de vidas humanas sino porque tiene lugar en el viejo continente, con altas dependencias: defensivas de Estados Unidos y energéticas de Rusia, en un escenario dramático de dos guerras mundiales que marcaron la conciencia crítica universal.

Cuando se esperaba que el orden político mundial estaba encaminado hacia la progresiva multipolarización con la marcada interdependencia de la globalización, se produce la invasión rusa a Ucrania, que acapara la atención mediática, no sólo por las pérdidas de vidas humanas sino porque tiene lugar en el viejo continente, con altas dependencias: defensivas de Estados Unidos y energéticas de Rusia, en un escenario dramático de dos guerras mundiales que marcaron la conciencia crítica universal.

A pesar de los ostensibles logros tecnológicos y científicos que ha experimentado la sociedad internacional, nos encontramos con una economía mundial perturbada en la cadena de suministros en todos los continentes. Al tiempo, que persisten desafíos para la humanidad cuando más de 40 conflictos internacionales ocurren en el mundo con refugiados de todas las razas. Por fortuna, el orden institucional de Naciones Unidas continúa promoviendo la cooperación solidaria ante los estragos de la emergencia sanitaria, los cambios climáticos, la explosión demográfica, así como la creciente crisis alimentaria y migratoria.

No es posible examinar en este corto espacio las causas complejas de un conflicto, que no solo amenaza la integridad territorial de un Estado, sino que podría derivar en una hecatombe nuclear de imprevisibles consecuencias. Estamos ante la disyuntiva histórica: por un lado, suministrar más armamentos que agraven la escalada del conflicto, o por otro lado, propiciar mediaciones y buenos oficios para alcanzar un alto al fuego, en un clima de confianza, que facilite negociaciones con garantías para las partes, y con ello, detener el sufrimiento del pueblo ucraniano y la oleada de millones de refugiados.

Sin embargo, en medio de la fragilidad del orden internacional, existe un espacio para ponderar la eficacia que tuvo el no alineamiento en la política exterior de muchos países en momentos de tensión del bipolarismo. Resulta desconcertante que en nombre de la humanidad se promueva el argumento de la unipolaridad como única alternativa en los asuntos internacionales, asumiendo que el conocimiento y valores universales democráticos son patrimonio de los enfoques geopolíticos.

Estas circunstancias de incertidumbre nos retrotrae, en guardadas proporciones de los tiempos, a las motivaciones que inspiraron la Cumbre de Bandung de 1955, en medio de la lucha contra el colonialismo y el bipolarismo, donde trascendieron los liderazgos de Jawaharlal Nehru de la India, Ahmed Sukarno de Indonesia, Zhou En lai de China, Gamal Abdel Nasser de Egipto y Josip Broz Tito de Yugoslavia, quienes preconizaron la defensa de la autodeterminación de los pueblos y la edificación de un nuevo orden mundial fundamentado en los postulados del No Alineamiento y la Coexistencia Pacífica.

En un momento convulso de la Guerra Fría, la iniciativa de Bandung significó un llamamiento al respeto de principios rectores de la Carta de Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Así como en la defensa de la soberanía e integridad territorial; la igualdad jurídica de los Estados; la autodeterminación; la abstención de injerencias en los asuntos internos de otros países; la no participación en acuerdos de defensa colectiva; la no agresión; el inalienable derecho de los pueblos al disfrute de sus recursos naturales y; fundamentalmente, el pleno acatamiento a los mecanismos políticos y jurídicos de soluciones pacíficas de la ONU.

El mundo ha sufrido suficiente con una pandemia que ha cobrado más de 15 millones de vidas, mientras que el 85 por ciento de la población africana sigue sin vacunación contra el covid-19 y otras enfermedades letales. Ante esta dramática situación, se impone un llamado a la sensatez sobre la emotividad de las circunstancias, por lo que es menester priorizar las alianzas sanitarias sobre militares, cuando existe arsenal nuclear acumulado para borrar la vida en el planeta.

Ante los grandes dilemas de la humanidad es imperativo invocar los viejos espíritus del no-alineamiento como un valioso legado para superar la mentalidad de guerra fría que alientan las teorías de la seguridad colectiva.

Una muestra elocuente de la solidez que aún conserva el no alineamiento, se desprende del creciente abstencionismo de los países africanos en el debate del conflicto europeo en Naciones Unidas, que toman distancia de las tensiones bélicas.

El conflicto ucraniano, por lejano que parezca, tiene profundas incidencias en la crisis energética mundial, de la que no escapa nuestro país, golpeado por el inusitado incremento de combustibles, cuyos efectos impactan a una economía con signos de recuperación tras la pandemia. Tampoco puede ignorarse la importancia estratégica interoceánica en la geopolítica mundial, que en la eventualidad de un conflicto global pondría de manifiesto la fragilidad y vulnerabilidad del país al convertirlo en objetivo de represalias militares.

Un país fiel a su tradición pacifista en la mediación de Contadora, que vivió una cruenta invasión militar hace 32 años, no puede avalar soluciones que involucren el uso de la fuerza. Por consiguiente, en su realismo periférico se privilegia la cultura de prevención de conflictos en función del interés nacional. Panamá adopta con pragmatismo su diplomacia regional y vecinal, empeñada en garantizar el ejercicio responsable de la neutralidad del Canal, para que no se vea comprometida, como sentenciara visionariamente el general Omar Torrijos, de arrastrar al país bajo el paraguas del Pentágono.

La pregunta obligada sería: ¿Existen condiciones para la coexistencia pacífica? La respuesta podría estar en la democratización del orden mundial, sustituyendo la retórica excluyente por convocatorias inclusivas en un multilateralismo, que respete la tolerancia política e ideológica, como norma elemental de convivencia humana, posibilitando espacios a la diplomacia preventiva en el camino escarpado hacia la paz y la estabilidad internacional.

Consejero político, embajada de Panamá en España
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