• 27/06/2022 00:00

Los Estados Unidos y los consecuentes

Evidentemente la sociedad estadounidense revisa los principios más fundamentales de la vida y el valor de la misma con el aborto y portar armas fuera de casa

Tres asuntos puntuales ocurridos durante la semana pasada, convoca a los consecuentes de la sociedad estadounidense a manifestarse sin demora. Primero. Lo que se viene conociendo durante las audiencias del comité de la Cámara Baja de los Estados Unidos que investiga el ataque del 6 de enero al Capitolio con el fin de revertir los resultados de las elecciones presidenciales de ese país celebradas en noviembre de 2020. Segundo. Después de 50 años, la Corte Suprema de los Estados Unidos eliminó el derecho constitucional al aborto “en una decisión que transformará la vida estadounidense, remodelará la política de la nación y conducirá a prohibiciones casi totales del procedimiento en aproximadamente la mitad de los estados”, según publicó el New York Times. Y, tercero. también publicado en el NYTimes: “La Corte Suprema dictaminó el jueves que la Constitución otorga el derecho a portar un arma fuera del hogar, emitiendo una decisión importante sobre el significado de la Segunda Enmienda. El fallo 6-3 fue la segunda decisión importante de la corte sobre el derecho a “tener y portar armas””.

No sé si están en retroceso, pero evidentemente esa sociedad está en una revisión de sus principios más fundamentales sobre la vida y el valor de la misma. El tema del aborto es un asunto que debemos aceptar como de conflicto permanente de discusión sobre cuándo en realidad comienza la vida. Sobre esa disyuntiva y desacuerdo tengo mis opiniones muy personales, pero de igual manera, guardo el espacio apropiado para respetar la opinión de otros al respecto.

Pero del asunto de las armas, no tengo duda alguna. Se han dado hechos muy dolorosos en las últimas semanas (recurrentes en las últimas dos décadas), que señalan la necesidad, en pleno siglo XXI, de que esa sociedad evalúe a fondo sus cuestionados “derechos constitucionales”, en pro del bien común y el respeto a la vida.

Alguna vez teorizaba sobre la conducta del ser humano. Sobre sus actitudes que a lo largo de los años se convierten en hábitos. Algunas positivas y otras, no tanto. Muchas se deben al condicionamiento psicosocial del individuo a través de los años; aprendidos, ensayados y asimilados en el seno de los grupos humanos en los cuales se desenvuelve (la familia, el barrio, el colegio, la iglesia, etc.). Estos hábitos pasan a ser parte esencial de su condición humana. Ese amor y defensa por las armas es el resultado del condicionamiento psicológico de gran parte de esa sociedad.

Si la formación humana primaria y esencial se desarrolla y manifiesta como conductas de apoyo incondicional a los semejantes y al entorno; de apertura social, de entrega y dedicación a las causas que promueven el crecimiento emocional y espiritual de la humanidad; si se fundamenta en una comprensión sinérgica de los retos que imponen el hecho de la existencia misma, entonces,  lo más probable es que el individuo trabaje afanosamente por hacer de la convivencia entre los grupos sociales en donde se mueve, un ejercicio constructivo y de crecimiento, no solo para él, sino para todos en general.

Si por el contrario, su ambiente de convivencia es un reto constante de supervivencia emocional; se fundamenta en el condicionamiento de defenderse a toda costa; de “no dejarse de nadie”; de destruir a cualquiera que parezca un oponente y que pretende aspirar al mismo espacio al cual aspira (en vez de tender puentes de cooperación y entendimiento): el individuo siempre conducirá su existencia de manera ofensiva y destructiva. Armados y amparados por su constitución política, hace posible la presente situación social que desde acá vemos y que allá viven.

Hay un trabajo de resistencia de los que entienden más claramente el tema de la convivencia pacífica. Personas que trabajan afanosamente por revertir las desviaciones que se vienen dando en esa sociedad. Revertir la disminución generalizada de la condición sociocultural que como grupo humano experimentan. Pero el interés por destruir parece más evidente. Individuos que trabajan para no permitir la integración de grupos que, unidos y tan solo unidos, pueden significar el mejoramiento de esa sociedad.

Hace unas semanas decía que el liderazgo mundial de los Estados Unidos está en declive desde hace ya varias décadas. Su retroceso sociocultural igualmente está en peligro. Las señales son más que evidentes. La lucha de los consecuentes con la supervivencia a futuro está planteada.

Comunicador
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