El Festival de Debutantes se realizó el 5 de julio en el Club Unión de Panamá. Es organizado por las Damas Guadalupanas y se realiza cada año para recaudar...
- 20/07/2022 00:00
Herederos del Bogotazo
Minutos antes de las 2:00 p.m., el Dr. Orozco informó desde la Clínica Central, que Jorge Eliécer Gaitán había fallecido. El brillante y carismático político liberal colombiano, murió luego de recibir cuatro disparos.
Era abril de 1948 y el asesinato del caudillo —seductor de aliados y adversarios por igual— es un evento conocido como “el Bogotazo”. En la capital del país, reinaron los saqueos, disturbios, llantos y reclamos de venganza. La furia flotó pesadamente en el aire de una ciudad alterada y en escombros.
Se cita aquel evento como el impulso decisivo de un proceso que desemboca en la formalización de las guerrillas colombianas: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y del Ejército de Liberación Nacional (en 1964), así como el M19 (en 1974). Como reacción, se constituyen las Autodefensas Unidas de Colombia, fusión de varios grupos paramilitares apoyados por políticos, militares y empresarios (en 1977).
Los guerrilleros y los paramilitares, a través de la violencia, desbocaron todo lo oscuro de su naturaleza humana: secuestros, violaciones, expropiaciones, desplazamientos forzados, extorsiones y asesinatos.
En cualquier conflicto, el asunto de fondo es si resolvemos nuestras diferencias con balas o con palabras y Colombia probó ambas. ¿Cómo?
Primero, de 1999 a 2002, con el deseo de construir la paz, el presidente Pastrana, brindó a la guerrilla una zona “de distensión” (42 mil km² en el Caguán, departamento de Caquetá), en la que el grupo estuvo a sus anchas. Muchos la consideraron un fracaso, pues opinan que el estado se arrodilló.
Luego, de 2002 a 2010, gobernó un hombre de incontenible energía y voluntad. Álvaro Uribe estableció el programa “Seguridad Democrática”, que incluyó operaciones policivas y militares, para recuperar los espacios dominados. Fue, según él, un método para resolver el conflicto de manera definitiva, atrapando a los grupos irregulares. Hurtos, homicidios y secuestros, se redujeron pero no fue un logro gratuito: Hubo violaciones a los derechos humanos, documentadas en casos de “falsos positivos”, término utilizado para referirse al rol del ejército colombiano que —con el fin de obtener dinero y condecoraciones— asesinó civiles no beligerantes, haciéndolos pasar como bajas en combate legítimo.
Finalmente, de 2012 a 2016, el presidente Santos inicia y concluye un acuerdo de paz con la Guerrilla, negociado en Noruega y Cuba. Luego de un plebiscito y sus peculiares escollos, hoy está vigente.
Yo conocía poco sobre lo expuesto arriba. Así que —arropándome en la excusa de que me encanta el clima templado de Bogotá— acepté la gentil invitación de Orlando y Aida, pareja residente allí, amigos míos y de mi esposa. Después de una pausa de cinco años, disfruté caminando nuevamente el encantador barrio Los Rosales. También conocimos la finca de nuestros anfitriones en Nilo, ciudad ubicada a pocas horas.
Días antes de mi visita, Gustavo Petro ganó las elecciones. Mientras Orlando me explicaba en Nilo sobre “el Bogotazo” concluí que allá —igual que en el resto de América Latina— opera una élite compuesta de empresarios y aristócratas. Por ejemplo, la familia Santo Domingo y Luis Carlos Sarmiento como exponentes tradicionales y David Vélez como uno de los novedosos.
El rol de la élite es esencial para la creación de riqueza y para el crecimiento económico. Pero, en miopía con los gobernantes, suelen ser incapaces de traducir aquel crecimiento en un desarrollo sustentable que mitigue la desigualdad.
En el marco del Acuerdo logrado por Santos, se creó la Comisión de la Verdad, para conocer lo ocurrido en el conflicto armado y ofrecer una explicación amplia de su complejidad a toda la sociedad desigual.
Y sobre esa desigualdad, yo observo que el informe final de la Comisión aspira a ser “un análisis cultural sobre cómo la guerra transformó la sociedad colombiana bajo el discurso de estigmatizar 'al otro'”. Y luego desarrolla la idea, explicando que la persistencia del conflicto obedece a “la estigmatización como mecanismo de construcción del enemigo, como base de la persecución y exterminio físico, social y político”. Agrega también que “en contextos de prolongada violencia, el desapego emocional y la desensibilización son consecuencias que a todos nos afectan”, pues es un “mecanismo instalado en la cultura como extensión de los múltiples prejuicios que existen en el país y que se anclan en la historia de la construcción de la nación”.
El episodio más reciente de esa historia, salió de la boca de Petro. Afirmó: “La paz es que alguien como yo pueda ser presidente”. También dijo: “Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia [porque] no se puede redistribuir sin producir”. Suena bien. ¡El guión de marketing político señala que eso es lo que necesita decir un ex guerrillero, para intentar aliviar a quienes sientan ansiedad por el futuro económico! En las últimas semanas, el peso colombiano perdió 18% de su valor. Por lo tanto, sería sensato especular que aún no se produce el alivio esperado....
El lector panameño podría preguntarse: ¿Qué tiene esto que ver conmigo? ¿Cómo están las cosas entre nuestros países? Colombia es uno de nuestros principales socios comerciales. Las inversiones de ese país en Panamá son relevantes.
Por ejemplo, la “Empresa Panameña de Alimentos” (de capital colombiano), ya compró organizaciones que fueron emblemáticas aquí: Café Durán, Galletas Pascual, Pastas La Suprema y Bonlac. Recientemente, agregó Gold Mills a su shopping cart.
Por otro lado, el Grupo Aval de Colombia es propietario acá de Bac Credomatic y de Multibank.
Adicionalmente, la empresa colombiana Argos, tiene presencia en Panamá con inversiones en la producción de concreto y en la generación eléctrica, a través de Celsia Centroamérica.
La relación también sufre escollos. Aún está vigente un arancel fijado por Colombia que restringe el libre comercio de calzado y textiles provenientes de nuestra Zona Libre. Panamá perdió el último panel ante la Organización Mundial del Comercio. Por eso no se ha ratificado el Tratado de Libre Comercio entre nosotros.
Siendo uno de los herederos de “el Bogotazo”, en unos días tomará posesión el nuevo presidente colombiano. No le bastará con tener una visión clara y manifestarla. El reto es tener el equipo y el talento para implementarla en un entorno de creciente desorden e incertidumbre.