• 03/02/2023 00:00

Tito, Margot y Yo

“[...], faltó rigor y precisión al momento de incluir datos de contenido histórico y hacerlos parte de la narrativa del resultado final”

El primer día en cartelera de “Tito, Margot y yo”, acudí a la sala de cine con el mismo espíritu de cuando iba los sábados al Cineclub La Salle, donde nos enseñaban a desmenuzar, con metodología sistémica, los diferentes componentes de las producciones cinematográficas. En aquellas sesiones aprendíamos a valorar las ideas y los propósitos de las películas, la calidad del guión, los diálogos, la banda sonora, la fotografía, los escenarios y la actuación de los diferentes actores. Esa experiencia me permitió entender que las buenas películas son aquellas que se conectan con los diferentes elementos sensoriales de la audiencia, incluyendo la memoria del espectador, más si se desarrollan dentro de contextos de épocas pasadas.

Asumo que el propósito principal de Delfina Vidal y Mercedes Arias, productoras y directoras de este bello documental, era presentar la vida sentimental de Roberto (Tito) Arias Guardia, hijo del Dr. Harmodio Arias, expresidente de Panamá, y Margot Fonteyn, quien por muchos años fue la primera bailarina del Ballet Real de Inglaterra. Sin embargo, el esfuerzo las llevó a incursionar, en paralelo, en los acontecimientos políticos de la época que sirvieron de marco a esa relación.

Lo primero, lo realizaron con buen gusto, con delicadeza, replicando de manera sensible la cadencia y la sinuosidad del movimiento que entrelazó la vida de Margot y Tito entre la cúspide de la fama y la tragedia. Lo segundo, presenta un testimonio de datos errados, salpicados de medias verdades, que desafortunadamente entierra la posibilidad de que el documental tenga valor de referencia alguno en la historia de nuestro país.

El documental refleja de manera acertada el empecinamiento de Tito por acabar con el mandato del presidente Ernesto de la Guardia, y cómo este se valió de su influencia política para fomentar y patrocinar actos de rebeldía y sedición contra los poderes constituidos. El trabajo de Vidal y Arias también muestra cómo en 1964 se truncó la carrera política del diputado electo Roberto Arias, quien, por su carisma y su popularidad, sin duda llegaría a ser presidente de la República. Por último, ya sin el goce de sus facultades físicas, se muestra a un Tito Arias con una voluntad y una determinación por vivir, para seguir acometiendo emprendimientos y seguir jugando un papel importante en el devenir del país.

Pero la otra cara de esa misma moneda histórica relata, entre otras imprecisiones, que Fidel Castro Ruz pasó 30 días en la casa de Tito, en su paso por Panamá rumbo a Bogotá, en 1948; que a solicitud de Fidel, en 1958, Tito y Margot intercedieron ante los ingleses para que no enviaran aviones a Fulgencio Batista; que la nave que traía las armas para Santa Clara, provincia de Coclé, naufragó y que el mismo Tito había participado en su salvamento; y por último, para no extenderme, que la razón de Alfredo “Yinyi” Jiménez para descargar cinco tiros en la anatomía de Tito se debió a un asunto de faldas.

A mi criterio, faltó rigor y precisión al momento de incluir datos de contenido histórico y hacerlos parte de la narrativa del resultado final.

Veamos. Fidel nunca estuvo en casa de Tito; Inglaterra envió 10 aviones Sea Fury a Batista, los cuales fueron después utilizados de manera exitosa por Fidel para defender a Cuba en la invasión de Playa Girón y las armas para Santa Clara se recibieron en aguas internacionales y llegaron directo al punto de desembarco. En el caso de Yinyi Jiménez, candidato a suplente a diputado, este había sacado casi el mismo número de votos que Tito, la gran mayoría favoreciendo al principal, pero Tito, recurriendo a la mala práctica de la política de la época, donde las diputaciones se daban y se quitaban a capricho, prefirió favorecer al dentista Eneas Quintero y burlar el derecho legítimo y ganado con votos por Yinyi.

Muchas personas se han conmovido con la relación de amor entre Tito Arias y Margot Fonteyn, yo entre ellas, pero otras, desconocedoras de la historia de nuestro país, se han impactado y creído todos los acontecimientos y las anécdotas políticas que aparecen en el documental, dando como veraces los testimonios que allí se narran. En este sentido, más que lamentar lo que algunos pudieran llamar desinformación histórica, recomiendo a quienes incursionen en temáticas similares redoblar sus esfuerzos por reflejar la verdad, o por lo menos todas las versiones, de los acontecimientos que nos traen al presente tantos recuerdos de la patria.

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