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- 25/09/2023 00:00
El aumento general de salarios es necesario
Desde hace algún tiempo la distribución funcional del ingreso, es decir, la que se da entre trabajo y capital, se ha venido sesgando en favor de este último. Es así que, de acuerdo a las cifras oficiales, la participación del excedente bruto de explotación (ganancias brutas) en el Producto interno bruto (PIB) se elevó de 43.6% en el 2007 a 58.5% en el 2021. En un sentido inverso, la participación de las remuneraciones de los asalariados se redujo durante el mismo período de 32.0% a 29.5%. Por su parte, los llamados ingresos mixtos, que básicamente corresponden a quienes trabajan por cuenta propia, se redujo de 17.4% a 7.2% durante el período bajo estudio.
Es importante destacar, dado que, de acuerdo al enfoque tradicional de la Economía, el salario debe ser igual a la productividad marginal del trabajo, que la reducción de la participación de las remuneraciones de los asalariados en el PIB no se debió a una caída del nivel de la productividad del trabajo, ya que entre el 2002 y el 2019 esta se elevó en 71.0%. Tampoco se debe a una reducción de los asalariados en el total de la fuerza de trabajo ocupada. En efecto, durante el 2019 esta participación fue de 60.8%, mientras que el 2002 fue de 60.0%. Esto indica que la reducción de la participación de las remuneraciones de los asalariados en el PIB, se debe básicamente a un incremento en la capacidad de negociación del capital, junto a una disminución en la correspondiente al trabajo. Sin duda, los factores institucionales y de política económica jugaron un papel central en esta tendencia.
Para evaluar la importancia del requerimiento de un incremento general de salarios, se debe partir señalando que, nuevamente de acuerdo a la teoría tradicional de la economía, los salarios reales deberían haberse incrementado entre el 2002 y el 2019 a la misma tasa en que se incrementó la productividad, es decir en un 71.0%. Sin embargo, en la práctica el salario promedio del país solo se elevó, de acuerdo a las estadísticas de la Cepal, en 30.6%. Es evidente que la diferencia, de un poco más de 40.0 puntos porcentuales, se debe a una consolidación del poder de negociación del capital, así como a la falta de una adecuada protección social por parte de los organismos estatales.
También resulta obvio, que los procesos inflacionarios han jugado un papel importante para viabilizar los resultados antes señalados. Un claro problema reside en el hecho de que si bien los ajustes del salario mínimo pueden paliar parcialmente los efectos de la inflación, lo cierto es que quienes están por sobre este valor simplemente pueden verse plenamente impactados por el alza de precios. Es así, por ejemplo, que una persona que no se haya mantenido por sobre el salario mínimo sin recibir ningún incremento de su remuneración entre el 2007 y el 2021, habría visto disminuir su capacidad adquisitiva en cerca del 29.0%.
Un problema adicional reside en el hecho de que la falta de incrementos en los salarios que están por sobre el salario mínimo ha estado comprimiendo la pirámide de los salarios. Esto se refleja en una caída de relación salario medio – salario mínimo de 9.2% entre el 2000 y el 2021. Personas con mayor calificación y responsabilidad, tienen ahora salarios iguales a los de sus subalternos, lo que constituye un elemento que debilita la búsqueda de productividad.
La idea, esgrimida por la patronal, que un aumento general de salarios incrementaría los problemas de la pobreza, no tiene sentido. Un análisis econométrico que realizamos en la Universidad de Panamá, muestra que, por cada uno por ciento de aumento del salario medio real, el nivel de la pobreza se reduce en 0.38%. Un aumento general de salarios es, entonces, una necesidad, junto a un mecanismo que asegure que este incremento no se transfiere a los precios. Simplemente, se trata de reducir los excesivos márgenes de ganancias oligopólicos.