• 10/05/2025 00:00

Arte urbano femenino: reescribiendo el futuro tropical desde los muros

En las calles de América Latina, los muros hablan. Y en los últimos años, muchas de esas voces tienen rostro de mujer. Desde Panamá hasta Buenos Aires, desde Ciudad de México hasta São Paulo, las artistas urbanas están transformando el espacio público en un lienzo de resistencia, memoria y futuro.

Lo que ocurre con este arte va más allá de lo estético. Se trata de una verdadera revolución simbólica. Las mujeres muralistas están desafiando siglos de colonialismo, patriarcado y exclusión mediante imágenes que revalorizan lo femenino, lo indígena, lo afrodescendiente y lo popular. En este contexto, dos conceptos nos ayudan a entender esta transformación: la decolonialidad y la tropicalidad.

La decolonialidad propone desmantelar las estructuras de poder y conocimiento impuestas por el colonialismo, que siguen operando en nuestras mentes y ciudades mucho después de la independencia. Por su parte, la tropicalidad —históricamente construida desde una visión europea— ha representado a nuestras tierras como exóticas, sensuales y salvajes, reduciendo el trópico a una postal turística. Las artistas urbanas están desmontando esos relatos.

En mi más reciente artículo, Tropical Futurism Aesthetics: The Impact of Latin American Women’s Urban Art on Social Change, publicado por la revista eTropic, analizo ambos conceptos en el arte femenino latinoamericano y cómo este se convierte en una estética del futurismo tropical: una visión del trópico no como objeto de explotación, sino como un espacio de creatividad, resiliencia y posibilidad. Así como que estas obras transforman los espacios urbanos en plataformas de diálogo cultural, resignifican símbolos coloniales, y proyectan futuros inclusivos en armonía con el entorno.

Esta visión se nutre de lo que la filósofa Anita Quicho, en su artículo Tropical Futurism Envisions the Climate of Our Fate, define como tropical futurism una estética que re-imagina los espacios tropicales no desde la nostalgia o el exotismo, sino desde su potencial para crear futuros regenerativos. Según Quicho, el trópico es un espacio “de sincretismo, resistencia y transformación cultural”, y no una imagen detenida en el tiempo.

Desde Panamá, la muralista Martanoemí Noriega ha dedicado buena parte de su obra a visibilizar el legado afroantillano. En el Museo Afroantillano de Panamá, su mural destaca la figura del trabajador afrodescendiente en todos los ámbitos, reivindicando su papel en la historia nacional. Es arte con memoria, pero también con propósito político y cultural.

Del mismo modo, en Colombia, artistas como Gleo y Bastardilla recuperan la mitología y los saberes ancestrales para construir una narrativa visual en la que las mujeres son protagonistas de la historia y guardianas de la naturaleza. En Bolivia, el colectivo Mujeres Creando utiliza el grafiti como herramienta de denuncia contra el patriarcado, pintando frases como: “No se puede descolonizar sin despatriarcalizar” en los muros de La Paz.

Este tipo de propuestas dialogan directamente con el planteamiento de la investigadora Anna Lundberg, quien sostiene en su artículo Decoloniality and Tropicality: Part Two, que el arte tropical tiene la capacidad de desestabilizar las representaciones coloniales y reconfigurar los espacios tropicales como “escenarios dinámicos de innovación cultural, resistencia y justicia social”.

Lo que une a todas estas expresiones es su capacidad de articular un discurso visual que desafía las formas tradicionales de narrar y representar lo femenino y lo tropical. Se trata de una estética de la resistencia, que combina, al igual que el lenguaje visual publicitario, colores vibrantes, símbolos culturales, cuerpos diversos y mensajes directos, todo ello en diálogo con las comunidades que habitan esos espacios.

Como destaco en el artículo de eTropic, estas artistas han adoptado estrategias visuales similares a las de la publicidad, pero con fines subversivos: “Su arte seduce para incomodar, atrae para cuestionar, embellece para resistir”. En lugar de vender productos, venden ideas: igualdad, justicia, dignidad.

En tiempos donde la desigualdad y la violencia de género siguen marcando la realidad de millones de mujeres, este arte callejero se convierte en una forma urgente y necesaria de intervención social. Más que murales, son manifiestos. Más que adornos, son actos de reexistencia.

Desde el corazón del trópico, estas mujeres artistas están redibujando no solo las paredes, sino también el futuro. Un futuro tropical, sí, pero ya no exótico ni pasivo, sino vivo, plural, justo y decolonial.

*El autor es profesor e investigador de la Universidad de Panamá, UP
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