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- 13/04/2022 00:00
Antiguo Colegio Javier de Perejil y los niños sin escuela
Hace más de diez años que el Colegio Javier, que se encontraba en el barrio de Perejil, se mudó hacia terrenos de áreas revertidas ubicadas en Clayton.
Es muy probable que sus dueños, los sacerdotes jesuitas, siguieron la tendencia de otros colegios católicos que decidieron ubicarse en espacios más grandes y alejados del bullicio del corazón citadino.
También es probable que el antiguo Colegio Javier se haya quedado chico en cuanto a modernidad de estructura y los jesuitas optaron por un nuevo espacio para edificar un nuevo colegio acorde con las demandas y exigencias académicas de nuevos ricos tanto extranjeros como locales.
Lo cierto es que después de una década sin mantenimiento, las antiguas estructuras del Colegio Javier de Perejil se fueron deteriorando bajo el impacto de muchos factores, entre los cuales se pueden contar el moho y el acelerado crecimiento de múltiples hongos y helechos silvestres.
En los primeros años de abandono, el antiguo Javier fue objeto de saqueo de muchas de sus piezas claves, incluyendo el sistema de alambrado subterráneo que para los indigentes era significativo de “oro en polvo”.
También los indigentes, llamados peyorativamente “piedreros”, intentaron establecer un campamento para dormir o descansar en las antiguas estructuras del Javier, pero fueron repelidos por la rígida disciplina del “orden privado” que apeló a vigilantes y gendarmes de dominio particular para impedir su presencia “peligrosa” en el vecindario.
Este fenómeno no ocurrió con la antigua y destruida estructura de la escuela República de Venezuela, otrora bastión de lucha de los educadores, puesto que la misma sí se convirtió en un refugio para toda clase de personas sin techos ni esperanza de mejor vida.
La antigua estructura del Colegio Javier de Perejil muy bien se hubiera convertido en la respuesta para muchas necesidades que se tienen en el barrio de Calidonia sobre todo. Por ejemplo, si se hubieran comprado o alquilado a los jesuitas dichas estructuras, muy bien podría albergarse a los estudiantes que quedaron sin escuela, una vez el centro República de Venezuela fue presa de la desidia y el abandono de varios gobernantes.
El espacio del “antiguo Javier” es tan significativo que también hubiera podido albergar a escuelas de premedia y media que no gozan de buenas estructuras. Solo era cuestión de voluntad y tener un corazón sensible, pero como esa característica escasea en las autoridades locales, es mejor pensar en proyectos de rebusca como un “nuevo mercado de Marisco” que no constituye ninguna urgencia en este momento.
Otra gran obra de humanidad que se hubiera podido hacer con los espacios que ocupa el “antiguo Javier” era una gran casa de albergue para los cientos de personas que tienen que dormir en parques, aceras y debajo de los puentes, sin embargo, como la solidaridad no deja ganancia, nadie se acuerda de estos desamparados de la vida muchos de los cuales son víctimas de las drogas y el alcohol.
Una vez más se pone de manifiesto el perfil de hipocresía y de arrogancia, en especial de los alcaldes de la capital que tienen verdadera vocación como “decoradores de interiores y exteriores”. Es mejor para ellos “embellecer la ciudad” y llenarse los bolsillos con megaproyectos fraudulentos y que a nadie le interesa que darle la mano a los desvalidos, drogadictos y orates que pululan por doquier y que son objeto de olvido por parte de nuestras “autoridades locales”, que fueron escogidas precisamente para resolver estos problemas y no para hacerse ricos a costillas del Estado.