• 23/05/2019 02:02

El arte de ser expresidente, rompiendo lanzas

Poder que atormenta en ocasiones y que debe utilizarse para mejorar las condiciones del país

Tan temprano como en el segundo artículo de la Constitución Política de la República de Panamá se establece que ‘El Poder Público solo emana del pueblo. Lo ejerce el Estado conforme esta Constitución lo establece, por medio de los Órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los cuales actúan limitada y separadamente, pero en armónica colaboración'.

Siempre me he preguntado: ¿por qué la Carta Magna enuncia al Órgano Legislativo en primer lugar y no al Ejecutivo, al cual le correspondería alfabéticamente, teniendo todos el mismo mandato? Ser mencionado de primero, pareciese ser una demostración de poder de quien hizo la Ley. Poner en el medio al Ejecutivo podría entenderse como que es el Órgano que estuviese llamado a mantener la armonía y la separación necesaria entre los otros dos. Lo real es que el Ejecutivo, entiéndase presidente de la República, es quien controla la asignación de recursos a los otros dos. Eso le da poder para jugar con la cadena y en ocasiones con quien a ella esté atado.

Son cinco años de gloria, de poder. Poder que atormenta en ocasiones y que debe utilizarse para mejorar las condiciones del país y de ese pueblo de quien se dice emana el poder y no para otros fines. Al final del mandato de cinco años quedan las obras realizadas, las inconclusas, las promesas cumplidas y las que eran tan solo anzuelos electorales. Irse a casa podría crearle al expresidente un vacío existencial, al no lograr llenar ese gran espacio dejado con otra motivación o emoción. Se debe estar preparado para ese momento, cuya fecha es conocida de antemano y es inaplazable.

Cuando existe un nexo personal o familiar con el partido, ya que continúe en poder o que lo haya perdido, la primera intención emocional del mandatario podría ser mantener vigencia, continuar controlando el colectivo con la premisa de preservar el poder como defensa a las posibles reclamaciones por actuaciones en su función precedente o bien porque sería el vehículo necesario para volver a serlo.

Un expresidente debiese ser lo suficientemente consciente de que su estatus cambió y que debería guardarse para ser referente nacional ante situaciones nacionales e internacionales. La Ley No. 16 de las 48 Leyes del Poder de Robert Green lo expresa muy claro, ‘demasiada oferta reduce el precio. Cuanto más lo vean y oigan, tanto menos necesario lo considerarán los demás. Si ya ha afirmado su posición dentro de un grupo determinado, un alejamiento temporario hará que hablen más de usted, e incluso que lo admiren. Deberá aprender cuándo alejarse. Recuerde que la escasez de un recurso incrementa su valor'.

Por el valor circunstancial reproduzco metáfora del expresidente socialista Felipe González: ‘siempre he dicho que un expresidente es un jarrón chino en un apartamento pequeño. Es un objeto de valor, pero nadie sabe dónde ponerlo. Y ahora, además, corre el riesgo de que un niño le de un codazo y lo acabe tirando a la basura'. Lo dejo ahí.

Otro elemento es la transición democrática. A la muerte de Franco, las diferencias dentro del bunker o círculo cero salieron a la luz. Algunos franquistas hicieron causa por mantener el control dictatorial bajo la figura monárquica, lo cual en un principio parecía tener sentido con la ratificación del último jefe de Gobierno de Franco. Otros más sensatos estaban convencidos de la necesidad de un cambio que permitiera la renovación y reorganización del Estado. Pasó poco tiempo antes de que la presión por cambios fuese un factor, tal vez el esperado por el rey Juan Carlos I, quien convocó a Adolfo Suárez para presidir la transición de la dictadura a un monarquía parlamentaria, desechando las voces que seguramente abogaban por la persecución implacable a sus antecesores.

Contactos con la oposición, grupos de presión y tradicionalistas le permitieron a Suárez conducir al Estado, buscando consensos entre las partes para que fuesen parte de los cambios, inclusive para crear un frente común ante el grupo terrorista ETA que causaba luto entre los españoles.

Con este marco de preámbulo, confieso mi inclinación por la fortaleza ideológica de los partidos políticos, con todos sus defectos, como vehículos de la expresión necesaria de la democracia, entendida esta como el pilar del sistema participativo. El neologismo ‘partidocracia' proviene del latín ‘partire' que significa ‘dividir algo' y del griego ‘krateia' que es ‘poder o Gobierno'. Para que un Estado cambie, tienen que cambiar quienes lo constituyen, iniciando con los partidos legalmente constituidos, a través de la formación ideológica que les permita competir, democráticamente, en dichos cambios.

Aquí aplica la expresión europea originaria en la Edad Media: ‘romper lanzas'. En este caso sería el compromiso ciudadano y político de personas comprometidas en defender el principio de participación dentro de los partidos políticos ante el avance arrollador de grupos no partidistas o alternativos, quienes fijan su discurso en el desplazamiento de los partidos políticos como oferta electoral para la administración del Estado.

La pasada elección envió un mensaje claro, primordialmente al Partido Panameñista. Los partidos políticos requieren renovarse y renovar su fortaleza en principios ideológicos y de formación política o de lo contrario se enfrentarán a la posibilidad de que una fuerza no partidista, sin ideología ni compromiso colectivo, les pase por encima.

¿Será la hora de romper lanzas y de buscar a un Adolfo Suárez que permita una transición interna? Las actuaciones de la dirigencia del Partido Panameñista, en las próximas semanas, nos permitirán presagiar el futuro del partido del tricolor morado, rojo y amarillo.

MÉDICO Y EX MINISTRO DE SALUD.

‘Las actuaciones de la dirigencia del Partido Panameñista, en las próximas semanas, nos permitirán presagiar el futuro del partido [...]'

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