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- 12/09/2008 02:00
Las campañas y nosotros
Los procesos electorales de los partidos políticos panameños nos están mostrando las fortalezas del sistema democrático y, a la vez, están sirviendo para que las propias colectividades políticas examinen sus métodos de elección y perfeccionen la democratización interna.
En lo personal, me complace ser observador de esta dinámica y, como responsable del Ministerio de Gobierno y Justicia, no puedo ser ajeno a la misma, porque las campañas electorales deben gozar de la imparcialidad de quienes gobiernan, así se tenga la certeza de que, desde la otra orilla, todo movimiento opositor al gobierno de turno, aprovecha este momento para formular sus críticas con mayor vehemencia, que en otra circunstancias.
En la grandeza espiritual de los partidos políticos está buena parte del destino institucional del país y de su democracia, y por eso hay que trabajar con mucho empeño en superar todo lo que implique su debilitamiento. Si los partidos son fuertes, la democracia también lo será. Siempre ha existido la duda razonable acerca de si los movimientos independientes que en razón de su tamaño, o de su conformación orgánica, y que a veces terminan disueltos o desaparecen de los escenarios de confrontación democráticos, no están gozando de las herramientas necesarias para su permanencia en la vida política del país. Es una discusión que tiene tanto de fondo jurídico, por todo lo que ordena la Constitución al respecto, como político, puesto que en Panamá hemos visto varios ensayos de movimientos que vienen y se van como rumores de olas.
Lo cierto es que los líderes independientes, que carecen de maquinarias electorales, a pesar de su desventaja, también gozan del libre ejercicio de sus derechos para exponer sus tesis, protestar y animar sus huestes, sin sospechas de censura y con espacios amplios en los medios de comunicación.
Sería interesante que todos los medios, también envueltos en esta avalancha de campañas, puedan auspiciar un ambiente más directamente relacionado con la visión por el país y no con las pasiones personales de los candidatos.
Cuando se llega a puestos de tan alta responsabilidad, como esta que me ha sido concedida en la actual etapa de mi vida, uno llega a comprender mucho mejor la naturaleza humana en general, y más aún la propia, y a discernir lo pequeño y lo grande que habita en todos nosotros.
Ya los procesos electorales están dejando asomar la naturaleza humana de los candidatos y, sin duda, poner en evidencia sus bondades y flaquezas. Si bien ello es importante, no es lo determinante con relación a lo que realmente deben motivar las campañas electorales: programas de gobierno.
Por eso invito a que todos reflexionemos sobre este aspecto, y que los medios de comunicación, con su enorme potencial, faciliten que cada panameño pueda saber a ciencia cierta qué es lo que se propone hacer cada partido y cada candidato como gobierno, si llega al poder.
Es la reflexión que me surge en medio de estas definiciones de candidaturas a todos los cargos de elección, en donde lo que nos tiene que importar es el programa. Y a lo mejor eso ayude a que algunos entiendan que con insultos, provocaciones y denuestos no se conquista a las masas ni se llega al poder.