• 13/04/2009 02:00

Caso Fujimori, sus vertientes

La condena de 25 años a Alberto Fujimori nos trae un caso insólito en materia político—judicial no a nivel latinoamericano, sino mundial...

La condena de 25 años a Alberto Fujimori nos trae un caso insólito en materia político—judicial no a nivel latinoamericano, sino mundial, que rebasa al Perú. A lo interior de este país, la gente se divide. Lo que significa una fuerte carga en los hombros para el descendiente de japoneses, el ex mandatario y sus familiares, al igual puede darle un extraordinario rédito político—electoral a su hija la congresista Keiko, que ya apuntaba desde hace un par de meses como empatada en encuestas con el alcalde de Lima, Luis Castañeda. Con la profecía de que ningún alcalde limeño ha llegado a la Presidencia, pese a encuestas favorables, por la ausencia de popularidad en las provincias, la hija de Fujimori puede apuntar a la inscripción de su partido primero, colectando un millón de firmas ante las autoridades electorales, y luego buscar un apoyo masivo en un gran segmento poblacional que aún distingue a Fujimori como “un salvador del Perú frente a la amenaza de la violencia terrorista”.

En el ámbito jurídico—político, por otra parte, los eruditos del derecho y los resguardadores de los derechos humanos, se inclinan mayoritariamente a aplaudir el proceso de extensos meses que se celebró con mucha frialdad y mesura judicial, sin que aparecieran visos de politización de los destacados magistrados que impusieron su sentencia luego de escuchar pacientemente la laboriosa defensa del ex mandatario. En todo caso, de alguna manera parece surgir la interrogante pública de que las normas legales, penales en este caso, y las reivindicaciones de las violaciones de derechos humanos legítimos, son a veces totalmente antagónicos con el sentir de grandes segmentos poblacionales latinoamericanos, que incluso en mediciones serias efectuadas a nivel continental, llegan a expresar tesis política a niveles medios y populares, como éstas: “Si las democracias no solucionan nuestros problemas, y si resuelven regímenes arbitrarios o hasta dictatoriales, nosotros preferimos lo que nos traiga las respuestas, no importa el color del régimen”.

Es sumamente curioso por tales razones anotadas, que escuchemos opiniones tan encontradas por el mismo tema de la condena a Fujimori, a favor y en contra de maneras categóricas en ambos casos. El mundo de lo jurídico ha saludado respetuosamente y con admiración la sentencia de la Corte peruana y todo el manejo procesal, jurídicamente limpio, imparcial. Y a la vez, las pasiones se han desbordado, entre quienes se declaran admiradores de la obra pacificadora del ex mandatario, ajenos a las críticas de sus opositores que le señalan entre otras cosas masacres cometidas, según los cargos oficiales, por las fuerzas armadas y policiales, conjuntamente con unidades especiales, como el llamado “Grupo Colina”, que es designado ampliamente en el proceso como un estamento paramilitar que tenía órdenes de liquidar terroristas y que, siempre según los cargos, cometió bárbaros excesos.

Mientras, el escenario electoral, a poco más de dos años todavía, se presta a toda clase de apuestas, aún sin definir. Pero es para mí innegable que Keiko Fujimori estará presente, de modo muy notable, en la futura contienda presidencial, que en el Perú se define en dos vueltas. Sólo el Oráculo Divino puede predecir lo que pasará. Mientras el ex presidente recluido puede minimizar sus penas soñando con una hija de su sangre en el Palacio de Gobierno de la Lima Señorial.

-El autor es embajador de Panamá en Perú.homiliadiaz@gmail.com

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