• 12/10/2010 02:00

Fin de la era chatarra

Todo indica que las fritangas y alimentos grasientos saldrán de las tienditas y kioscos escolares a partir del próximo ciclo escolar. Ta...

Todo indica que las fritangas y alimentos grasientos saldrán de las tienditas y kioscos escolares a partir del próximo ciclo escolar. También entiendo que las bebidas azucaradas, gaseosas y demás alimentos poco saludables lo harán paulatinamente en un futuro cercano. Así lo han decidido las autoridades de Salud, gracias al esfuerzo que han realizado grupos importantes a nivel mundial que defienden el bienestar de los consumidores.

Sin duda, será vital añadir a estas medidas campañas nacionales de orientación alimentaria, controles a la publicidad de alimentos y bebidas dirigidas a la infancia, sanciones al etiquetado engañoso de productos y establecer bebederos de agua potable en los planteles. Igualmente, los padres de familia deberán vigilar los alimentos y bebidas que se ofrecen en las escuelas y prohibir todo tipo de publicidad y patrocinio empresarial de alimentos chatarras al interior de los planteles escolares. Por supuesto, es fundamental la capacitación de los maestros, porque juegan un papel clave en el proceso de recuperación de la salud alimentaria.

Históricamente, a Panamá le ha faltado una dirección clara hacia el desarrollo de una verdadera educación alimentaria que revierta los hábitos actuales, que haga accesibles las frutas, las verduras, los cereales integrales, y demás alimentos naturales. No hay duda de que el consumo de alimentos procesados impacta la salud, agrava la pobreza, trastorna los hábitos alimentarios saludables, propicia adicciones y destruye las economías agrícolas locales. En el interior del país, por ejemplo en las zonas rurales, la mayoría de los niños en edad escolar consumen refrescos azucarados en alguna hora del día, conducta que parece estar relacionada con el tiempo que pasan ante el televisor. El impacto en la salud se verá en pocos años, como ya ocurre con sus familias, pues cuatro de cada diez panameños padece de obesidad o diabetes.

Además, la presencia de comida chatarra en las zonas rurales constituye un problema de seguridad nacional, porque esos alimentos destruyen la agricultura local y causan daños a la salud de esa población, que transfiere sus limitados recursos económicos hacia las empresas procesadoras de alimentos y bebidas, lo cual perpetúa sus condiciones de pobreza y dependencia. En el interior existen dos problemas, cada uno más difícil de solucionar: Por un lado, las sodas y demás refrescos procesados contienen una proporción altísima de azúcar, lo que convierte a los niños en adictos al endulzante; y por otro, una de cada cuarto escuelas carece de agua potable, sin embargo, a la mayoría de los pueblos les llega el camión que vende refrescos.

Lo trágico es que esos sectores marginados se encuentran atrapados por un mercado cruel que los lleva a consumir grandes cantidades de comida de bajo contenido nutricional, incluso como parte de un deseo aspiracional, difundido por la televisión y cumplido por la escuela. Esto es lamentable, porque los comedores escolares podrían ofrecer mejores alimentos a menores costos, respaldando procesos de economía solidaria y garantizando la seguridad alimentaria.

De igual forma, es lamentable el grado de devaluación que ha sufrido la gastronomía interiorana e indígena. Por ejemplo, hace años una huerta en la comunidad de Copé, en Coclé, podía contener más de 40 variedades de alimentos y el conocimiento tradicional reconocía más de 60 plantas comestibles. Esa riqueza fue desplazada por el mercado de comida chatarra, con el apoyo de las políticas oficiales. El cambio en los patrones alimentarios es el resultado de decisiones de gobernantes que han renunciado a su función de servidores públicos sin dejar de cobrar por ello. Y con ello han permitido una expansión desmesurada de la comida chatarra. Por eso, hoy se requieren medidas estrictas empezando por la regulación y prohibición de los alimentos procesados con respecto a su potencial tóxico.

Ciertamente, los daños que están ocasionando los alimentos procesados ponen en riesgo la viabilidad de nuestro país por los estragos que ya causa en la salud pública. El consumo de la comida chatarra causa daños a la salud muy similares al tabaquismo, llámese cáncer, padecimientos cardiovasculares y enfermedades crónicas. Por eso, aplaudimos la decisión del Estado de prohibir las frituras, sodas y refrescos azucarados de las escuelas, y de garantizar la salud y la alimentación sana para todos los panameños. De no hacerlo, nos convertiríamos en rehenes de las grandes marcas corporativas y los sectores más pobres seguirían viviendo en desnutrición, con el grave daño metabólico que esto conlleva.

*EMPRESARIO.

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