• 14/07/2012 02:00

El ser chiricano

H istoriar es imaginar. Imaginar, por ejemplo, cómo era la región chiricana cuando en el año de 1519 la visitó, descubrió y conquistó el...

H istoriar es imaginar. Imaginar, por ejemplo, cómo era la región chiricana cuando en el año de 1519 la visitó, descubrió y conquistó el abogado español Gaspar de Espinosa. Esta era una hermosa región que los indígenas llamaban ‘Chiriqui’ o ‘Cherique’, es decir, Valle de la Luna. Esto estaba lleno de indios, de animales, de naturaleza, de historia y de mitos. Sin embargo, esos españoles de maula no vinieron aquí a contemplar la naturaleza, a contar cuentos o a recoger historias. Vinieron aquí con su mentalidad de marranos aletrados, saqueadores y conquistadores, sedientos de gloria y fortuna, sin tomar en cuenta el orden natural y cultural que ya existía en esta y otras regiones del litoral del Pacífico del continente americano.

La conquista de esta región fue un desastre. Nosotros somos hijos de ese desastre. De ese proceso regional de colonización y aculturación surgieron los poblados coloniales chiricanos, a saber: Remedios (1589), Alanje (1591), David (1602-1721), San Félix (1606-1607), Tolé, (1621), San Lorenzo (1623), Dolega (1637-1671), Gualaca (1766-1812), Boquerón (1767) y Bugaba (1794). Eso dio lugar a que en 1849, un 26 de mayo, se tomara la decisión política de convertir a Chiriquí en una provincia de Colombia, país al que entonces pertenecía todo el Istmo de Panamá. Es por este motivo que el 26 de mayo se considera como la fecha oficial de la fundación o establecimiento de la provincia de Chiriquí.

Se puede nacer en cualquier lado y de cualquier modo. Hay gente que ha nacido en circos y fuera de su país, en aviones en pleno vuelo, en buses y hasta en las cárceles. Hay mil lugares y maneras de nacer. Sin embargo, yo tengo el privilegio de haber nacido y crecido en Tierra Firme, en un lugar entonces remoto de esta provincia, concretamente en El Tullido, en el distrito de Alanje. Eso fue a mediados de los años cincuenta cuando la educación y las comunicaciones andaban de capa caída. Sin embargo, gracias a la visión y al sacrificio de mis padres, ambos personas humildes, tuve el privilegio adicional de educarme y de convertirme en un individuo profesional, pensante, pero amante fanático de la cultura popular, es decir, muy orgulloso de mis orígenes sanguíneos, geográficos y culturales.

Desde que se fundó nuestra provincia (1849) han pasado más de 160 años. Y, que yo sepa, nunca alguien se había atrevido a preguntar a los profesionales de las distintas ramas del quehacer humano de esta provincia qué significa Ser Chiricano. La iniciativa la tomó ese gran filántropo chino chiricano, excontralor de la República, que se llama José Chen Barría. Chen Barría escogió a once profesionales e intelectuales chiricanos para que, desde el punto de vista de sus especialidades, contestaran la pregunta: ‘¿Qué significa ser chiricano?’. A mí me tocó el tema del folclor del chiricano o el chiricano visto a través de su folclor. Todas las respuestas, plasmadas en forma de ensayo, han sido recogidas en el libro El Ser Chiricano que se presentó formalmente el 25 de mayo de este año en la Universidad Autónoma de Chiriquí.

Es un publicación de lujo, para coleccionistas o para aquellos chiricanos que saben o entienden la importancia que tiene, desde el punto de vista material o espiritual, el ser chiricano. Mi trabajo es verdaderamente hermoso. Es muy posible que este ensayo termine convertido en un libro donde se pueda recoger con mayor amplitud este apasionante tema del folclor de los chiricanos.

En uno de los párrafos de este ensayo se lee: ‘La gente dice que los chiricanos somos muy fantasiosos. Es verdad. Sin embargo, esa fantasía es un amor mal comprendido. Es el amor que nosotros le profesamos a nuestra tierra y a nuestros hermanos los animales y las plantas. ¿Y dónde más que en la literatura popular pudiera expresarse ese amor, esa admiración, ese agradecimiento, que el chiricano tradicional siente por la tierra, por los animales y por las plantas? La gente ajena a nuestra idiosincrasia dice que los chiricanos hablamos paja. Pero detrás de esa supuesta paja, yo veo verdaderas manifestaciones artísticas y lingüísticas, con una sólida base socio-histórica, que nunca han sido bien valoradas o estudiadas’. ¿Usted qué opina? ¿Somos hombres de paja, con cerebro de capacho, o somos, como digo yo, individuos temerosos de asumir la defensa de nuestra chiricanidad; es decir, la defensa del privilegio que implica haber nacido y crecido en esta Tierra Santa?

ABOGADO Y PERIODISTA.

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