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- 10/11/2022 00:00
La ciencia tras 'más chen chen en tu bolsillo'
Marco Fernández es socio de la firma de análisis económico de mejor reputación en el país y un profesor brillante. Esos son méritos suficientes. Claro, seguramente su olfato y sensibilidad política mejoró por ser cuñado del expresidente Martín Torrijos. Fernández hizo recientemente un aporte impecable y hoy escribo para compartirlo aquí para quien lo valore y aproveche.
Me enteré, gracias a Rafael (Yayi) Carles. La primera vez que vi a Yayi fue a finales de los años 90. Yo iniciaba en el periodismo económico radial y él ejercía como uno de los comisionados de la Clicac, institución antecesora a Acodeco. Luego, a inicios del 2004, lo visité nuevamente. Yo fungía como jefe de prensa de una campaña política y el como subdirector del diario La Prensa. Actualmente, soy su cliente: compro con frecuencia jugos naturales que su industria produce y lo admiro mucho por sus artículos perseverantes en este periódico, en los cuales promueve la salud preventiva.
Yayi me compartió un video reciente, cuyo contenido merece difusión. Se trata de un evento celebrado en la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá. Marco Fernández, expuso durante unos 25 minutos que procuraré resumir, para beneficio de usted, en unas setecientas palabras. Pido disculpas si incurro en imprecisiones o inexactitudes involuntarias.
Marco inicia advirtiéndonos que toda política económica es economía política. Eso significa –a mi criterio– que las decisiones políticas (y las politiqueras también) que ejecutan los gobernantes, tienen repercusiones en el desempeño económico nacional. Eso es obvio, pero por serlo no hay que dejar de enfatizarlo. La tarea pendiente es meditar sobre cómo modificar el comportamiento de los políticos. Esa tarea encuentra escollos. Uno de ellos es que el político actúa según su electorado pide. Fernández señala –a 18 meses de que el país elija nuevo presidente– que hacer la tarea descrita arriba es esencial.
En el próximo torneo electoral estamos frente a dos alternativas. La primera es que compitan entre siete (7) y nueve (9) candidatos a la Presidencia, provocando una dilución del voto y gane quien conquiste el 30 % de los votos. Así ocurrió en 1994 (Toro ganó) y 2019 (Nito ganó). La segunda alternativa es que los partidos se consoliden en solo dos bloques, polarizando la batalla. Así ocurrió en 1989 (Endara ganó) y 2009 (Martinelli ganó). ¿Cuál será el futuro? Con esa pregunta, pasamos a lo espeso del chicheme.
Fernández pone el dedo en la llaga, al preguntar cuál es el perfil del votante que garantice un 30 % de votos a favor de algún candidato. La respuesta es “el votante mediano”. Y al decir “mediano”, se refiere a “la mediana”. Es el indicador estadístico que fija una posición central, pues reparte la distribución de datos en dos partes. Es decir, la misma cantidad de valores a un lado y al otro de un rango. Y Fernández sintetiza explicando con astucia que el votante mediano es sencillamente aquel que posea las características del 50 % de la población.
¿Cuáles son esas características? Primero, no es rural. Es urbano. Específicamente, reside en la periferia (Juan Díaz, Pedregal, San Miguelito, la 24 de Diciembre, Las Mañanitas, Arraiján, etcétera). En segundo lugar, no tiene educación universitaria. Completó solo la primaria y parte de la secundaria. Tercero, se informa escuchando radio (lo cual me lleva a suponer que la prensa impresa, la televisión y las redes sociales, no le son útiles para acopiar el acontecer nacional). En cuarto lugar, gana 917 dólares mensuales o menos, con lo cual queda exonerado de pagar impuesto sobre la renta. En quinto y último lugar, dos tercios de todo lo que consume, está exonerado del ITBMS. Por tanto, el votante mediano panameño tiene y practica un credo: “No doy, pero sí recibo”. Esta realidad demográfica y económica es –a mi criterio– lo que sustenta la cultura panameña que llamamos el “¿qué hay pa' mí?”. No estoy defendiéndola o criticándola. Solo la señalo como una observación objetiva.
En resumen, apelando a los principios más básicos del “marketing” político, para que la promesa de valor sea ganadora (entiéndase la propuesta electoral de determinado candidato), esta debe estar dirigida al votante mediano panameño como individuo, no como colectivo. Serán inútiles los conceptos, teorías, principios y valores generalizados. Lo que sí vale –como escuchamos decir precisamente en barrios de la periferia– es “la concreta para resolver”. Por eso, para el votante mediano panameño es muy atractivo el eslogan “¡yo pondré más chen chen en tu bolsillo!”. Para ese “target”, ese es el mensaje exacto. Esa promesa puede copiarse por competidores, pero Martinelli tiene ventaja, pues ya demostró capacidad de hacerlo.
¿Podríamos reflexionar sobre cómo llegamos a esta situación de la cultura electoral panameña? Una posible respuesta –propone Fernández– es que la sociedad le ha puesto precio a su libertad. Eso significa que el votante mediano panameño, está totalmente dispuesto a ceder su libertad a cambio de seguridad económica y esto se refleja e impacta nuestra política cotidiana, porque el rol del Estado en la solución de los problemas está basado en esa cesión.
Entonces, si el votante mediano panameño vive en una fiesta en la cual come y toma, pero no aporta, ¿quién es el que paga la cuenta? Fernández concluye su presentación ofreciendo tres opciones: establecer nuevos impuestos al resto de los votantes, endeudar más al país, o vender activos estatales. Yo añadiría una cuarta alternativa (a sabiendas de que me caerán a cocorrones): obligar al Canal de Panamá a aportar más.