• 20/10/2023 00:00

Cochez y el magnicidio de Guizado

'¿Quién mató a José Ramón Guizado?' descubre “eslabones perdidos” por la relación del magnicidio con su entorno lleno de rivalidades interoligárquicas, narcotráfico, intromisión política [...]

“Las huellas que los hechos dejan grabados... forman como una cadena molecular que en parte explica el pasado y presagia el futuro. Desenterrar esa cadena, descubrir eslabones perdidos, es la tarea del hacedor de historia”, José Vicente Romeu.

Guillermo Cochez aborda el asesinato del presidente José Antonio Remón y la condena de su sucesor: José Ramón Guizado. Como otros, desteje una infamia; pero va más allá.

Su obra ¿Quién mató a José Ramón Guizado? descubre “eslabones perdidos” por la relación del magnicidio con su entorno lleno de rivalidades interoligárquicas, narcotráfico, intromisión política y económica de la Fuerza Pública, codicia intrafamiliar, degeneración de las instituciones... Todo ello junto al parangón entre la descomposición de entonces con la actual.

La indagación produjo una exégesis que, además de redondear hipótesis preexistentes, penetra en la personalidad de los involucrados y concluye no solo la imposibilidad jurídica de la imputación contra Guizado, sino que su condena fue para otra partición del poder.

Cochez ubica el discurso en contexto histórico y hemisférico. En 1955, el presidente norteamericano era Dwight Eisenhower, propulsor de dictaduras. Época macartista, de una Guerra Fría en la que valía todo, desde golpes de Estado hasta asesinatos de mandatarios. Era natural que, en los corrillos de la OEA, los diplomáticos se inquirieran sobre las novedades que este ambiente producía en sus países. Lo de Remón y Guizado cabe allí. De lo primero, el autor reconoce su imposibilidad de hallar al responsable, mientras que, de lo segundo, manifiesta: “De ese crimen “moral” me ocuparé en este ensayo novelado sobre la historia patria que refleja que la justicia ha sido inexistente e inefectiva desde mucho tiempo atrás... No es cierto que la gobernabilidad del país se ha ido dañando paulatinamente, sino que las formas para dañarlo simplemente han ido modificándose con los años, hasta terminar todas en el saqueo de los fondos públicos...”.

La descripción de los personajes y su rol comienza con Remón. De familia oligárquica arruinada, se describen sus dificultades; cómo forjó su popularidad; su ascenso en la policía; enemistad con Harmodio y Arnulfo Arias; casamiento con Cecilia Pinel, fundamental en su ascenso político, y sus probables vinculaciones con el narcotráfico y el trasiego de armas que, presumiblemente, Washington le permitía por ser furibundo anticomunista. Dominó la política de su tiempo. Como afirman Araúz y Pizzurno, “es posible que mucha gente tuviera motivos para querer deshacerse de Remón, pues sus enemigos no eran pocos...”.

Continúa José Ramón Guizado. También miembro de la oligarquía, era adinerado, culto, conservador. Vicepresidente de Remón, con su asesinato llega el fin de su reposada vida. El propósito reivindicador de su figura puede resumirse aquí: “...ni antes, durante o después de las posiciones oficiales que ocupó, al ingeniero Guizado se le menciona jamás en los ilícitos que figuran como contexto del crimen de Remón. Su vida personal nunca fue cuestionada, ni siquiera por sus enemigos... Ni siquiera como parte de la conspiración en su contra, se le asoció a las actividades ilícitas que realizaban algunos gobernantes y que salieron a relucir tras el asesinato del presidente Remón...”

Siguen otros personajes, tanto más envilecidos cuanto más cercanos al finado. El más notable, su hermano: Alejandro, popularmente Toto, a quien Remón relegó en sus pretensiones de dinero del Estado y que luego exigió a Guizado que lo nombrara en el ministerio de Gobierno y Justicia. Este se negó, y luego de su arresto, condena y destitución, Toto Remón logró el préstamo de 450 mil dólares que pretendía del Seguro Social y el ansiado cargo de “premier”. Toda la conspiración contra Guizado giró en torno de estas ambiciones, que a su vez facilitaban otras.

Le siguen Catalino Arrocha y su hermano, Melitón. El primero, ministro de Gobierno y Justicia durante el gobierno de Remón y confirmado en ese puesto por Guizado; el segundo, presidente de la Asamblea Nacional. Ambos, coludidos en la conspiración, se aseguraron, el uno, de enfilar el juicio político; y el otro, de orquestarlo.

Hay otros notables personajes y el rol que desempeñaron; sus intereses, grado de implicación y ventajas que obtuvieron. No pasaría de pintoresco, por nervioso y fanfarrón, Rubén Miró, si no fuera porque se prestó a la calumnia y terminó asesinado, como otros implicados que desaparecieron.

Continúa la narración, día a día, de los acontecimientos hasta la defenestración de Guizado, cuyo mandato no llegó a las dos semanas. La reconstrucción va desde la renuencia a asumir la magistratura a la destitución, apresamiento y condena, intrigas mediantes.

Luego viene el juicio, en donde sobre base de un solo testigo contradictorio, se destituyó, culpabilizó y sentenció a Guizado. El epílogo evidencia la negación de la justicia por parte de la Asamblea Nacional, que permitió los alegatos de los acusadores, impidió los de los defensores y negó testimonios que exoneraban al acusado.

Quién mató a José Ramón Guizado supera lo común: lenguaje preciso, de elegancia sencilla, categórico por su conclusión y basamento lógico. Estilo incisivo, juega al equilibrismo con tiempos y circunstancias. Maneja eficientemente el contraste. Emite claramente posición, que se recuerda ocasionalmente como puente hacia un razonamiento referenciado. Las indagaciones orales pueden colegirse de la lectura. Aportan fascinante información, pero el autor protege sus fuentes y las asume. ¡Tan lejos llega el miedo a que las revelaciones entredigan el nombre de descendientes de infames y generen su venganza!

Esto se compensa con la contrastabilidad.  Al compulsar con las fuentes, se nota coincidencia con la lógica argumentativa, lograda por una exposición de condiciones centradas en pequeñas élites, resultantes de una evolución de la vida pública que propiciaba la rapiña política, muy vinculada a la económica.  Hay valentía para desvelar estas condiciones y concluir que cualquier semejanza no es coincidencia.

Libro recomendable a jóvenes para aprender; a viejos, para recordar, y a todos para salir de la indiferencia.

Especialista en Español
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